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El peronismo y la derecha

Perón Temes
La composición del voto del partido peronista tiene una base sólida, que el domingo tocó su piso histórico. | Pablo Temes

¿Menem explica al peronismo o el peronismo explica a Menen? En un excelente texto que acaba de publicar Siglo Veintiuno, Martín Rodríguez y Pablo Touzon se preguntan sobre el legado del menemismo, veinte años después de la década en la que el último caudillo reinó en la Argentina.

En forma muy atinada, el libro se titula ¿Qué hacemos con Menem? y la búsqueda de esa respuesta confluye en una serie de ensayos muy interesantes que giran en torno a un único eje: la increíble relación que el peronismo estableció con el presidente que llevó a cabo las mismas recetas conservadoras que los principales referentes de la derecha argentina siempre quisieron imponer desde un gobierno democrático, pero nunca habían podido implementar por falta de votos.

Es que, como bien señalan los autores, el polémico y emblemático menemato recuerda la parte “maldita” del fenómeno peronista: aquella que no puede narrarse épicamente. Porque Carlos Menem expuso en forma impúdica, explícita y sin ningún tipo de tapujo la singular relación que, en determinados momentos de su historia, el peronismo ha establecido con la derecha.

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Ahora que el peronismo vuelve a girar hacia la derecha, con la llegada de Jorge Manzur al frente de un gabinete post debacle en las PASO, el interrogante sobre aquél germen “maldito” vuelve a instalarse en la actualidad.

Médico por la Universidad de Tucumán, Manzur comenzó su carrera en la función pública en La Matanza junto a Alberto Balestrini y desde allí fue ascendiendo hasta convertirse en gobernador de su provincia. Su designación en el renovado Frente de Todos coincide con una etapa de mayor protagonismo de los Barones del Conurbano en la administración bonaerense, allí donde Alberto Fernández y Cristina Kirchner apuestan por la remontada. Hay que decirlo: Manzur encabeza el intento de revertir en noviembre el resultado de las urnas.

Menem expuso en forma explícita la relación entre el peronismo y la derecha.

¿La irrupción de este católico maronita que se opuso al aborto y que dificultó el impulso de la Educación Sexual Integral (ESI) en Tucumán representa una claudicación ideológica a las reformas progresistas y a la era de ampliación de derechos desarrollada tras la sanción del matrimonio igualitario y la interrupción legal del embarazo? ¿Se trata de una “corrección” que el peronismo le impone a la “desviación” que se inició en 2003? En cualquier caso, el cuarto kirchnerismo evidencia un nuevo escenario en la derrota. Algo difícil de ocultar.

Gobernadores del noroeste argentino, junto a intendentes de los municipios bonaerenses más populares, precisamente los distritos en los que más sorprendió el traspié del Frente de Todos, empiezan a entusiasmarse por estos días con el vertiginoso ritmo que impuso Manzur en el Gobierno. Imaginan el lanzamiento de la gestión de un “presidente en ejercicio” que representa lo que ellos denominan el “peronismo de Perón” en contraposición a la cultura que refiere a La Cámpora. La derecha vuelve a ganar terreno en el peronismo.

La mejor forma de anticiparlo es husmear en el pasado de Manzur. Por caso, en La Gaceta de Tucumán se publicó la semana pasada una columna de opinión que ya desde el título anuncia su contenido: El Manzur que compraron los porteños. Se trata de un análisis que enlaza una serie de conceptos que ahora se vuelven indispensables.

Federico Türpe, secretario de redacción del principal diario tucumano, allí advierte sobre el perfil de Manzur: un conservador en el más amplio sentido de esa definición, que se encuentra filosóficamente muy lejos de lo que propone el kirchnerismo, un ferviente admirador de los Estados Unidos, que es aliado de los “gordos” de la CGT y que siempre estuvo vinculado con la derecha peronista.

Con Manzur, la derecha vuelva a ganar terreno en el peronismo.

Para dar cuenta de la relación establecida entre la derecha y el peronismo es bueno reparar en La derecha peronista: prácticas políticas y representaciones (1943-1976), la interesante tesis doctoral de Juan Luis Besoky. Se trata de un trabajo que interpreta los orígenes y el desarrollo de la derecha peronista, entendiéndola como un conjunto de organizaciones, líderes y publicaciones que desarrollaron su práctica en el interior o en los márgenes del partido creado por Juan Domingo Perón.

Doctor en Ciencias Sociales, investigador del Conicet y docente de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Plata, Besoky demuestra que los principales rasgos de esta cultura política son el énfasis en el nacionalismo y en el revisionismo histórico, un marcado antisemitismo y anticomunismo, y una inocultable pulsión violenta en su enfrentamiento con su antítesis: la izquierda peronista.

En el gobierno que inició Perón y continuó María Estela Martínez de Perón, desde 1973 y hasta el golpe de 1976, es posible encontrar estos rasgos. Se expresan en el enfrentamiento contra sectores juveniles y combativos del peronismo identificados con la “Tendencia Revolucionaria”, que nucleaba organizaciones guerrilleras que se inspiraban en la lucha armada que había triunfado en la Revolución Cubana. Se los contradecía con la reafirmación de la “Tercera Posición”, en oposición equidistante a Estados Unidos y la Unión Soviética, algo que ya había expresado Perón en su primer gobierno luego de la Segunda Guerra Mundial.

Es interesante advertir cómo se autopercibían entonces estos sectores de la derecha peronista. Si se analizan sus discursos a través de publicaciones como El caudillo, brazo mediático de la Triple A que comandaba José López Rega y que cobra mayor resonancia tras la muerte de Perón, es posible comprobar que no se reivindican expresamente con la derecha, concepto que les remite a sectores liberales, oligárquicos y al empresariado con vínculos con el extranjero, sino que se proclaman como “leales” y “ortodoxos”, lo que automáticamente depara para la izquierda el incómodo lugar de “desleales” y alejados de la ortodoxia peronista, que es lo mismo que decir: “traidores”, “infiltrados” y “heterodoxos”.

Pero el peronismo no se preocupa por cuestiones semánticas. Mucho menos en medio de una campaña electoral tan definitoria como la que se desarrolla por estas horas.

“Ah, no, peronistas somos todos”, estableció Perón.

Porque, como ya lo había establecido Perón en una recordada conferencia de prensa que brindó en Madrid en 1972, antes de regresar a su país tras un largo exilio, el peronismo es un término complejo y absoluto.

–En Argentina hay un 30% de radicales, lo que ustedes entienden por liberales; un 30% de conservadores; y otro tanto de socialistas. (Explicó Perón ante los periodistas españoles).

—Y, entonces, ¿dónde están los peronistas? (Preguntó un cronista).

—¡Ah, no, peronistas somos todos!