Los peronistas están en operaciones. Unos ya lanzaron sus candidaturas. Otros le prenden velas a Lavagna. Los K se desperezan. Y la mayoría espera a ver quiénes se impondrán para ir detrás. Además está ella.
Dicen que las de 2017 fueron las segundas peores navidades de Cristina, después de las del año en que murió su esposo. Había perdido en su fortaleza electoral con un desconocido como Bullrich, seguía en la mira de los jueces junto a sus hijos y Macri parecía imbatible. Ahora, no solo siente que el clima político de la Argentina no es el mismo porque lee las noticias, sino porque desde hace un par de meses dejó de sentirse portadora de algún extraño virus que llevaba a que casi ningún dirigente quisiera acercarse a ella.
Hoy ve cercanos aun a aquellos que tanto la acusaban, como Alberto Fernández y Felipe Solá. Quienes la conocen bien aseguran que es generosa y perdona a quienes le hicieron daño... “pero jamás olvidará sus nombres”, agregan, como si hiciera falta la aclaración. No solo trataría con amabilidad a los que regresaron, sino que a todos los anima a competir en las próximas elecciones, incluso para el puesto mayor: “A los que quieren ser presidente, les dice que no lo duden, que los va a apoyar. Hasta a Santiago Cúneo se lo dijo”, en relación con el ex conductor de Crónica TV, que suele insultar a Macri y a sus ministros.
Los K aceptarían internas con Massa y Randazzo. Piden firmar un acuerdo de ocho puntos
El método. Peronistas no K como Urtubey y Pichetto afirman que quien se va a presentar como candidata será ella. En el entorno de Cristina reconocen que es posible, no seguro. Lo seguro es que prepara un plan para evitar que Cambiemos gobierne después de 2019. Acepta que el kirchnerismo cometió errores en las estrategias electorales de 2015 y 2017, y cree que el principal fue no haber encontrado la forma de sumar a todos los candidatos peronistas.
La alternativa que empezaron a barajar para los próximos comicios se llama D’Hondt, por el jurista belga que inventó el método de distribución proporcional de escaños de acuerdo a los porcentajes obtenidos en una elección por los distintos participantes.
Las PASO no permiten que, al competir para presidente o gobernador dentro de un mismo espacio político, quien salga primero sea el candidato y el segundo, su vice. Pero no impiden que si la carta orgánica del partido lo autoriza, entre las distintas listas para legisladores se use el sistema D’Hondt para definir la lista que competiría luego en las generales. Esta es la idea que barajaría Cristina: armar un frente en torno a Unidad Ciudadana o al PJ, en el que compitan para presidente todos quienes quieran presentarse, con sus respectivas listas para diputados y senadores.
La fórmula presidencial que en las PASO consiga más votos competiría en las generales. Mientras que las listas de legisladores serían el resultado de una distribución proporcional por sistema D’Hondt de todas las que hayan participado por ese espacio. Sin piso obligatorio de votos, “para que nadie se quede afuera”. El mismo esquema se repetiría para gobernadores.
El mentor de la propuesta es Gabriel Mariotto, el ex vice de Scioli, un kirchnerista que le llevó la idea a Cristina y está cerca de Alberto Rodríguez Saá, el gobernador de San Luis, que se postula para acompañar a la ex presidenta como su segundo. “Es que solo no gana nadie –dice Mariotto–. Solo ganamos si estamos juntos”. Los K fantasean con unas PASO que podrían incluir un amplio abanico de peronistas como Massa, Randazzo y Felipe Solá.
El kirchnerista puro que compita podría ser la misma Cristina, salvo que no quiera. En tal caso, surgirían otros candidatos que ella apoyaría, como Agustín Rossi y Rodríguez Saá.
Los puntos. Alrededor de CFK se ilusionan con que el candidato de esas PASO sería “imbatible”, sobre todo si la situación económica empeorara. Los postulantes deberían suscribir un programa de ocho puntos, “con el que cualquier peronista coincidiría”: 1) No al endeudamiento externo. 2) No a la reforma previsional. 3) No a la reforma laboral. 4) No al tarifazo. 5) Sí a la industrialización. 6) Sí al pleno empleo. 7) Sí a que los servicios públicos sean considerados derechos humanos.
Reconocen que parecen más los eslóganes de una movilización callejera que un plan de gobierno, pero aclaran que “es la base sobre la cual volver a trabajar juntos”. Hay un octavo punto que dejan para el final: la “libertad de los presos políticos”. Hablan de todos los ex funcionarios detenidos en causas por corrupción, “compañeros perseguidos” como De Vido y Jaime. Es de suponer que no esperan que Massa o Randazzo firmen eso, sino contar con su OK tácito para amansar a los jueces.
Punto 8: "Libertad a los presos políticos". Hablan de detenidos como De Vido y Jaime
La prioridad de Cristina no es volver a la presidencia sino, además de “salvar a la Patria del neoliberalismo”, garantizar que ni ella ni su familia ni sus ex colaboradores terminarán en prisión o permanecerán en ella.
Cerca suyo calculan que se presentará solo si piensa que gana. De lo contrario, Unidad Ciudadana tendrá uno o más candidatos que “se sumen a los otros peronistas, sin exclusión”.
Concretamente, creen que ni Urtubey, ni De la Sota, ni quienes impulsan a Lavagna aceptarían participar. Piensan que sí lo haría Solá y suponen que tienen chances con Massa y Randazzo. De hecho, el primero explica que está dispuesto a competir con su ex jefa en unas internas abiertas (“es la forma de terminar de una vez con ese fantasma”), pero reconoce que cuando expresa eso en su sector, lo miran mal. Y Randazzo intentó esa interna en las elecciones pasadas, pero sin éxito: “Fue ella la que no quiso competir”.
Con la participación en unas PASO de cristinistas como Rossi y Rodríguez Saá (o de la propia Cristina), además de Solá, Massa y Randazzo, estiman que la fórmula presidencial y las listas integradas por todos los sectores transmitirían la sensación de un peronismo unido.
Se entusiasman con la encuesta de Poliarquía que vieron esta semana, que muestra un escenario con 40% de votos para Cambiemos, 23% para el kirchnerismo y otro 23% para el peronismo no K (Vidal aparece con 18% de intención, lo mismo que Cristina; Macri con 15%, Massa con 13% y Urtubey con 7%, entre otros).
La política como guerra. Lo que esa encuesta agrega es que la imagen negativa de la ex presidenta no baja del 50%. ¿Cómo acercarse a la mitad de los votos cuando, desde el vamos, la otra mitad del electorado la rechaza a ella y probablemente a quien ella apoye? Responden: “Es cierto, pero dentro de ese 50% hay un 10% que podría llegar a votarla con la nariz tapada si la crisis empeora. La odian, pero saben que con ella estaban mejor”.
Cristina sueña que va a volver. Ella y los suyos necesitan creerlo. Volver a ser reconocida, a caminar tranquila sin la espada de Damocles de la prisión. “Y eso sucederá cuando –no se cansa de repetir– el macrismo sea vencido. Ahí serán ellos los que tendrán que rendir cuentas ante el pueblo y la Justicia”.
En esta guerra sin cuartel en la que el triunfo de uno es la muerte política del otro y en el que la libertad personal está en juego, la situación económica del país parece un tema menor. Apenas una herramienta para golpearse mutuamente. Juegan con fuego.
Saben que la política es la prolongación de la guerra por otros medios. Pero olvidan que la política es más peligrosa que la guerra porque, como decía Churchill, en la guerra solo se muere una vez.