Guglielmo Giannini fue un periodista y comediante italiano que protagonizó un fenómeno muy singular en la Italia de la posguerra. Giannini nunca había militado en una causa política y sostenía que ese desinterés por la “cosa pública”, compartido por millones de italianos, había sido aprovechado por Benito Mussolini y el resto de la dirigencia de su país para “secuestrar” a Italia y llevarla a la destrucción.
Para enmendar su aparente error, Giannini fundó en 1944 el periódico “Un hombre cualquiera” (L'Uomo Qualunque), que en su línea editorial culpaba a los “políticos profesionales” por el fracaso de Italia y proponía un eslogan contundente, que terminó convirtiéndose en un abierto desafío al establishment político: “Abbasso Tutti!” (“¡Abajo todos!”).
En las páginas de “Un hombre cualquiera” se sostenía que Italia estaba sufriendo una lucha entre “los jefes” –representados por la clase política en su totalidad, que siempre se mostraba preocupada por ampliar sus negocios y estaba alejada de los verdaderos problemas de la sociedad–, que estaban enfrentados a “los caballeros” –en referencia a los hombres comunes y trabajadores, que solo se esforzaban por cumplir con sus obligaciones y buscar un futuro más digno para su familia–.
Giannini advertía que las feroces pugnas desatadas entre las diversas facciones políticas ocultaban siempre el mismo objetivo: mantener sus privilegios a causa del dolor de los italianos. Y sostenía que aunque los distintos grupos podrían manifestar diferencias ideológicas y discutir en acalorados debates públicos, esa faceta encubría que todos guardaban la misma motivación: acceder a los espacios de poder como único fin.
Se trataba, por lo tanto, de una minoría egoísta que guiaba caprichosamente los destinos de una mayoría honesta, para obligarla a sacrificarse.
Giannini fundó el Frente del Hombre Cualquiera, contra los políticos.
La efervescencia de esos años generó un ambiente propicio para el discurso antisistema de Giannini, que fundó el Frente del Hombre Cualquiera (Fronte dell'Uomo Qualunque), un partido de tendencia populista, anticomunista y monarquista. El qualunquismo italiano tuvo su apogeo entre 1946 y 1949, cuando finalmente se desintegró porque no pudo construir una estructura orgánica nacional, ya que su base era refractaria a la institucionalización burocrática. Pero sus ideas son retomadas en Italia, y en cualquier lugar del mundo en crisis, donde surja un candidato carismático y outsider, que cuestione el sistema político y proponga, como lo había hecho antes Giannini, echar a los políticos para entregarle el gobierno al hombre común.
“El fenómeno del qualunquismo se manifiesta con mayor virulencia en los países donde existen partidos de derecha organizados que se vuelven portadores de las exigencias de estas mayorías silenciosas. Se evidencia así cuán tenue es la línea divisoria entre qualunquismo y fascismo y cuán urgente se presenta la necesidad de profundizar el problema de las actitudes sociopolíticas de las llamadas capas medias”, explicó el gran politólogo italiano Gianfranco Pasquino en el magistral Diccionario de Política, que produjo junto a los también geniales politólogos italianos Norberto Bobbio y Nicola Matteuci.
Argentina no ha sufrido una guerra, pero las últimas décadas han dejado en este país una sensación palpable de debacle endémica. Los elevados índices de pobreza e inflación, que ya se han vuelto dificultades crónicas, sumados a la desaceleración del PBI y a los evidentes atrasos en términos educativos y sociales, han posibilitado un escenario ideal para que aparezcan los Giannini. Y es Javier Milei, no quedan dudas, la prueba más contundente de tamaño desafío.
Es que la democracia argentina camina por una muy peligrosa cornisa. El fuerte rechazo a la dirigencia argentina se vio reflejado en las últimas elecciones legislativas de noviembre pasado: el 71% de abstención evidencia el porcentaje más bajo de participación electoral desde el final de la dictadura en 1983. Frente a la evidente frustración social, el temor es que la apatía derive en un abierto rechazo sobre las reglas de juego democráticas.
Según lo demuestra el estudio regional de Latinobarómetro, el apoyo que va perdiendo el régimen democrático es inquietante en la Argentina. El porcentaje que cree que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno” ha caído desde 1995, cuando se inició esta muestra comparativa. Entonces era del 82%, mientras que en 2020 fue del 67%. Pero, lo que es aún más preocupante, es el aumento que viene recibiendo la consigna “da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático”, que trepó al 17% en 2020, cuando era del 7% en 1995.
Gracias a su lucha contra la “casta”, Milei es el único político favorecido.
Si bien es cierto que se trata de un contratiempo regional, ya que el trabajo de Latinobarómetro señala que el apoyo a la democracia en América Latina bajó del 61% al 55% entre mediados de los noventa y la actualidad, el estudio enfatiza que Argentina es el país en el que más persiste esta sensación de desgano social, algo que permanece latente y en constante crecimiento durante las últimas dos décadas.
El golpe al paradigma democrático en Argentina afecta, hay que decirlo, a todos los espacios políticos por igual. El último estudio de Poliarquía magnificó el tamaño de este flagelo: solo hay ocho dirigentes que ostentan una aprobación superior al 30%. El paper titulado “El estado de la opinión pública en mayo 2022” arrojó también dos conclusiones contundentes: 1. Se quebró el piso de apoyo al kirchnerismo, y 2. Se pulverizó el humor social en el país.
En el Frente de Todos, Cristina Kirchner es la que se presenta más dañada: alcanzó su peor imagen negativa histórica, mientras que su imagen positiva llega apenas a un 25%. En cuanto a Alberto Fernández, su valoración personal cayó al nivel más bajo desde que asumió y la imagen positiva descendió del 33% al 28%. Mientras que la imagen favorable hacia el Gobierno es de tan solo el 20%, disminuyendo cinco puntos desde abril.
Pero la ola antipolítica no reconoce fronteras electorales y también impacta fuertemente en Juntos por el Cambio. Aunque Horacio Rodríguez Larreta sigue siendo el dirigente opositor con mejor imagen, su valoración cayó por tercer mes consecutivo y ahora perfora el 40% de apoyo. También se desplomó la imagen positiva de Mauricio Macri, que llegó al piso del 19%, y la de Patricia Bullrich, ya que su rechazo creció tres puntos.
Sólo Milei se ve favorecido en medio de semejante panorama. El líder de La Libertad Avanza es el único político argentino que presenta un crecimiento en la valoración de la opinión pública y se mantiene entre los que ostentan mejor imagen, con un 33% de aprobación. Pero, además, Milei se convirtió, por primera vez, en el dirigente que encabeza el ranking de políticos mencionados en forma espontánea: supera a la vicepresidenta y duplica al Presidente.
No quedan dudas, la lucha contra la “casta política” se ha convertido en una estrategia que le está dando buenos resultados a Milei. Solo resta saber hasta dónde podrá llegar su qualunquismo.