Hace mucho tiempo que el fútbol argentino no promete tiempos como los que se avecinan, en los que estarán involucrados en definiciones paralelas los mejores equipos, los mejores jugadores, los mejores entrenadores; sumado a ello habrá lo que los españoles llaman “morbo”, junto a un montón de historias entrelazadas que seguirán vigentes en él, que podrán acabarse al final o recrudecer, siempre de acuerdo al bendito resultado, Dios absoluto del fútbol profesional.
San Lorenzo es el que tendrá que soportar las presiones más duras. De una de ellas se habla poco, es la que tiene que ver con su historia. En 1960 menospreció la posibilidad de ganar la primera edición (le cedió su condición de local a Peñarol en semifinales) y la historia se lo hizo pagar con creces: es el único grande argentino que nunca ganó la Libertadores.
Después de un comienzo a los tumbos, el Ciclón está peleando el Clausura. Ramón Díaz dejó de ser el técnico charlatán rodeado de jugadores galácticos a “los que cualquiera dirigiría”. Ahora se para frente al plantel y, salvo en los partidos con Cruzeiro en Brasil y con Argentinos el domingo pasado, elige bien la táctica, la estrategia y los jugadores. La rama de los sanateros (“El fútbol que le gusta a la gente”, “Hay que mirar el arco de enfrente”, “Que ellos nos corran a nosotros”, “No sentimos la marca”, y demás frases hechas) sigue destacando sólo la verba de Ramón y parece no entender el resto.
San Lorenzo va mutando los planteos de acuerdo a sus necesidades. Lleva ganados siete partidos sobre nueve, está sólido atrás y en el medio. Orión es un arquero al que alguna vez Basile deberá prestarle atención en serio para llevarlo a la Selección. Sebastián Méndez debe ser el zaguero de mejor rendimiento en el campeonato y el mejor jugador del equipo. Adrián González es un “4” que muchas veces juega de “8” y transforma cualquier pelota quieta en una situación real de gol. Podemos seguir con los del medio: D’Alessandro, Silvera, Bergessio y sus suplentes, Romeo y Menseguez. Es un plantel calificado. El famoso y trillado “morbo” de Ramón y D’Alessandro contra River es sólo un condimento más. Condimento importante, sin dudas. Pero San Lorenzo está para pasar a River y al que se le plante. Sólo necesita de una correcta elección de los jugadores y la táctica adecuada.
El problema está puertas adentro. El Pelado Díaz le debe mucho a Marcelo Tinelli. Le debe su extraordinario contrato y las llegadas de Placente, Bergessio y, sobre todo, de D’Alessandro. Y cualquier dependencia económica, tarde o temprano, se paga. Ramón la pagó cuando Tinelli disecó al equipo por radio Del Plata por la derrota con Argentinos Juniors. Marcelo lo había llamado el domingo a la noche para quejarse por elegir un planteo defensivo y por haber incluido como titular a su hijo Emiliano. En todos los ítems, Tinelli tenía razón, valga la aclaración.
El Pelado nunca contestó el teléfono y Marcelo se enfureció. Hasta que no logró su cometido públicamente, no paró. Después se calmó, pero dejó abierto un camino poco recomendable para la salud del club: Tinelli es uno de los mayores contribuyentes en el armado del plantel. Por lo visto, hará tronar el escarmiento si las cosas no van como él quiere.
En estos tres partidos –contra Boca por el Clausura e ida y vuelta ante River por la Copa– San Lorenzo va por cosas muy caras: realizar el sueño eterno de la Copa, repetir el torneo local, humillar a Boca y, sobre todo, afirmar su futuro institucional. Resultará muy complicado imaginar a Ramón Díaz en San Lorenzo si queda afuera de la Copa. Resulta aún más complicado pensar en un Tinelli callado si eso llegara a pasar.
River, segundo en presión. El hecho de que el actual campeón de América sea Boca es, de por sí, una mochila muy dura de soportar. Pero hay otra más pesada: necesita ganar la Libertadores y/o el Clausura para tapar los enormes desaguisados del presidente José María Aguilar, el trato desigual que le dio el Tribunal de Disciplina, su protagonismo en la violencia tanto dentro como fuera del club y los oscuros movimientos de pases de jugadores. Pese a soportar una de las peores gestiones presidenciales que se conozcan, River está muy saludable en la cabeza de su técnico Diego Simeone y en la calidad de sus futbolistas. El equipo es muy ofensivo: dicen que se lo pide la historia, pero no creo que la historia le pida que se desproteja atrás. De todos modos, no estaría mal recordar que en el River del ‘75, aquel que cortó la malaria de 18 años sin títulos, el “Pato” Fillol fue decisivo en el arco. Le llegaban por todos lados (lo vi, no me lo contaron) y resolvía partidos como hoy lo hace Juan Pablo Carrizo. Nuestros viejos dirían “para eso está el arquero”. Es cierto. Pero el Cholo vive obsesionado por este tema y seguramente afrontará los partidos contra San Lorenzo y con Boca en la Bombonera, el 2 de mayo, con mayor cobertura que la semana pasada ante Rosario Central. Del medio hacia delante tiene nombres firmes: Buonanotte, Alexis Sánchez, Falcao, Abreu... En ellos tiene la llave para pasar de fase y consolidarse en el Clausura. Será cuestión de encontrar la cerradura correcta.
Un caso diferente. A Boca le tocó Cruzeiro en la repartija. Por un lado, es un problemón, ir a Brasil siempre es complicado. Por el otro, está bárbaro, si se rapasa la historia copera xeneize contra los brasileños. Acá es más simple: si Carlos Ischia arregla los desbarajustes que tiene en defensa y recupera definitivamente a Riquelme, llegará lejos. Si no, será difícil. No es un gran momento del equipo. Es cierto que está invicto en el torneo, pero no juega bien. Se armó todo en función de Riquelme pero Riquelme no está en su plenitud. Pasó la fase inicial con angustia, algo que no está a la altura de sus pergaminos. La Copa se transformó en una exigencia de tal magnitud, y un buen clásico con River, en una semana, puede darle el envión que necesita.
El mejor es Estudiantes. El puntero del Clausura siempre va al frente. La diferencia a su favor (comparado con River, por ejemplo) es que tiene la formación más equilibrada. Y cuenta con Juan Sebastián Verón, el mejor jugador del fútbol argentino. Esa posición de líder (¿Alguien puede decir que Verón es “5”, “8” o “10”?) potencia los rendimientos del resto, en especial, de volantes como Braña, Moreno y Fabianesi y Benítez. De Andújar se puede afirmar lo mismo que lo expresado líneas arriba de Orión, los dos centrales –Alayes y Desábato– son invencibles de arriba y de abajo, Angeleri es extraordinariamente veloz. Sensini siempre elige atacar con tres, sin mentiras. Va al frente con sus delanteros, con los volantes que suben y lastima con las pelotas paradas que suben a definir los centrales. Insisto: Estudiantes de La Plata es el mejor equipo argentino. Nació con Simeone en 2006, pasó el 2007 buscando los reemplazos de Sosa, Pavone y Calderón y ahora va por todo.
Como los grandes. Pero mejor.