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El Quijote y la política

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¿Qué es, quién es Nicolás del Caño? Es el diputado que rechazó, por considerarlo abusivo, el aumento de las dietas parlamentarias dispuesto para este comienzo de año.

Y que ha decidido poner en cuestión, más aun, la escala de las remuneraciones de los representantes del pueblo, que resulta obscena si se toma como parámetro el promedio de los ingresos de los trabajadores en la Argentina.

No se trata de generalizar la miseria ni tampoco de nivelar para abajo, no se trata de algún voto de pobreza ni mucho menos de un falaz mimetismo de clase con el reino de los despojados. Pero mucho menos se trata de un caso de quijotismo de cámara (alta o baja), no es el caso del idealista solitario que emprende hermosas batallas locas pero singulares.

Elogiar a Nicolás del Caño, pero por separado, destacarlo, pero aislarlo, no deja de ser un modo de despolitizar la cuestión. Porque la postura adoptada por Del Caño responde a la plataforma del PTS, integrante del Frente de Izquierda. Y se propone someter a discusión el sentido mismo de la representación, nudo conceptual del orden político de esta era. No hay en esto una atracción por la indigencia (es justo al revés), tampoco un escamoteo de las diferencias de clase (es exactamente lo contrario). Lo que hay es un cuestionamiento a esa torsión del representar por la cual, por ejemplo, los dirigentes sindicales dejan de trabajar para siempre, pasan a vivir entre lujos y hasta se convierten en empresarios del sector respectivo, es decir, en parte de la patronal. O bien a esos conductores de proyectos populares que cultivan la riqueza, la acumulan y la fortifican, multimillonarios sin la más mínima intención de ruptura que sueñan con la ventura de los pobres: un futuro en el que los trabajadores puedan concurrir a los hoteles de lujo situados en hermosas tierras, cuando son ellos los dueños de los hoteles y también de las hermosas tierras.