Un estudio realizado por Boston Consulting Group –basado en los datos de emprendimientos femeninos del Global Entrepreneurship Monitor (GEM)– reveló que si las mujeres y los hombres participan por igual como emprendedores podrían incrementar el PBI mundial entre 3% y 6%, logrando inyectar a la economía mundial entre 2,5 y 5 billones de dólares. Pese a ello, en el 40% de los países en los que se realizó el estudio, sobre todo en Suiza, Uruguay y Sudáfrica, se evidenció que la brecha de género en los negocios de emprendimiento femenino se viene ampliando consistentemente.
Entre los principales signos que manifiestan la brecha de género se observa la diferencia porcentual que existe entre los hombres y las mujeres en edad de trabajar que inician un nuevo negocio y la edad de funcionamiento que tienen sus empresas desde su creación. En el primer caso el estudio muestra que el porcentaje de hombres que inician un nuevo negocio supera al porcentaje de las mujeres entre 4% y 6%. Con respecto al tiempo de funcionamiento de las empresas lideradas por mujeres, el estudio reveló que en Medio Oriente y en el norte de Africa las compañías creadas por mujeres poseen en promedio 3,5 años de labor, lo que es la mitad de los años que posee un negocio dirigido por hombres desde su creación; mientras que en América Latina se quedan atrás a esa medida en 11 puntos porcentuales.
Uno de los factores que contribuiría a ampliar la brecha de género sería la falta de apoyo financiero hacia las mujeres. Esto se refleja en las inversiones de las empresas fundadas o cofundadas por mujeres, las cuales promediaron 935 mil dólares, lo que es menos de la mitad del promedio de $2,1 millones invertidos en empresas fundadas por hombres, según los datos de MassChallenge 2018, una red global de aceleradores con sede en Estados Unidos. Esto pese a que las startups fundadas y cofundadas por mujeres generan 10% más de ingresos acumulados durante un período de cinco años. A esto se sumaría el déficit de sostenibilidad y de crecimiento de las empresas lideradas por mujeres cuya tendencia es de estancarse en el tiempo.
Este panorama nos obliga a potenciar las redes entre todos los grupos de acción, incluyendo capitalistas de riesgo, organizaciones sin fines de lucro y corporaciones, para que apoyen y capaciten eficazmente a las mujeres empresarias, las impulsen a cumplir sus aspiraciones, a planificar el crecimiento de sus negocios y a adoptar la innovación. Se destaca que, en los países de ingresos bajos y medianos, por ejemplo, una mayor disponibilidad y uso de redes empresariales está vinculado a menores brechas de género en la sostenibilidad empresarial.
Por otro lado, las mejores redes se basan en los principios de intención, inclusión e interacción, los cuales permiten hacer reflexionar a las mujeres sobre los beneficios de pertenecer a una red. Entre ellos se destacan: el acceso al capital humano y financiero, asesoría para alcanzar los objetivos comerciales, una nueva cartera de empresarios y propietarios de negocios de diversos orígenes culturales y la interacción formal e informal a través de plataformas en línea, las cuales pueden ser fundamentales para el éxito del emprendimiento.
Impulsar las redes en los emprendimientos de las mujeres va mucho más allá de impulsar el PBI mundial, significa acortar la brecha de género, dar rienda suelta a nuevas ideas, servicios y productos en nuestros mercados. Y en última instancia, esas fuerzas pueden redefinir el futuro.
*Managing Director & Partner BCG.