Ayer, la contratapa “La matrix I. La hora de los jueces” (http://e.perfil.com/horadelosjueces) apeló a la definición de poder como un tipo particular de relación entre individuos que parte de una asimetría circunstancial, y al Sistema como algo que no sólo se desenvuelve circulando sino que hasta es posible pensar al Sistema mismo como circulación. Es probable que Macri, al tener posibilidades reales de ser el próximo presidente, comience a sentirlo.
Al crecimiento que su candidatura venía experimentando en los últimos meses se sumó el vertiginoso salto que dio a partir de la muerte de Nisman (7 puntos sólo en un mes). Y Macri no entiende por qué sectores del “círculo rojo” lo están presionando para que formalice un acuerdo con Massa y vaya toda la oposición unida contra el kirchnerismo. “Si crecimos diciendo que somos cambio frente al kirchnerismo y frente al peronismo, Massa nos restaría en lugar de sumarnos”, argumentan en el PRO.
Es probable que electoralmente a Macri pudiera no convenirle sumar al massismo si pudiera surgir de las PASO como el candidato de oposición más votado y absorber así a los votantes de Massa que, siguiendo el método del voto útil, reorientaran su preferencia hacia el candidato que tuviera más posibilidades de derrotar al kirchnerismo. Y sin necesidad de compartir el poder con nadie, llegara a ser el próximo presidente.
Pero los mejor intencionados con la idea de una alianza con Massa dentro de una gran interna con la UCR sostienen que el problema no será ganar las elecciones, sino luego gobernar un país que enfrentará una soja a la mitad del precio que tenía hace tres años, subsidios imposibles de sostener, una inflación estacionada en el 30%, dos años acumulados de recesión, sindicatos liberados de las ataduras del PJ, sumado a una oposición kirchnerista que estaría con poder de fuego (no en todas las provincias se elige senador y sólo un tercio del Senado se renueva en 2015).
Parte del “círculo rojo” le insiste a Macri con un acuerdo amplio de toda la oposición y desea ver al kirchnerismo aplastado por un triunfo opositor en primera vuelta, porque no quiere correr ningún riesgo con Scioli, ya que no da por descontado que Cristina Kirchner intente volver como jefa de Gabinete siguiendo el ejemplo de Putin, que fue primer ministro de su discípulo durante un período para volver luego a la presidencia.
Pero también puede ser que tenga sus motivos para desconfiar de un Macri dueño de todo el poder y prefiera que gane pero compartiendo cuotas de poder. Ese podría ser el caso de Magnetto, quien logró vencer al kirchnerismo en su intento de aplicar una Ley de Medios que redujera la posición dominante de Clarín, y lo único que le faltaría es que un libremercadista con argumentos como los de Peña Nieto en México propusiera leyes antimonopolio y de fomento de la competencia, que terminaran completando la tarea que la Afsca K no pudo implementar.
Más que el caso de Peña Nieto podría asustarlos el ejemplo norteamericano, donde un presidente que era un aristócrata, hijo de una de las familias más acaudaladas de Estados Unidos y previamente gobernador de Nueva York, Teddy Roosevelt, fue quien logró imponer la ley antimonopolios que recortó el poder de personas como Rockefeller, Vanderbilt, J.P. Morgan o Carnegie, que hasta su llegada a la presidencia tenían el control del petróleo, del ferrocarril, de la electricidad y del acero. Paradójicamente, un candidato a presidente progresista y de izquierda en los parámetros norteamericanos había fracasado antes al intentar instrumentar la ley antimonopolios.
Macri, que nació rico y siempre actuó con la autosuficiencia que le brindó su origen, sería menos presionable por los pares de su padre, los grandes empresarios, que Massa o Scioli. Hasta se podría suponer que cuando Macri tiene que escuchar las recomendaciones de integrantes del “círculo rojo” de más edad, como Magnetto, sienta un rechazo edípico al ver en ellos reflejados al padre, de quien terminó “divorciándose”.
El riesgo inverso de Macri es que, en su búsqueda de construir una base de sustentación autónoma, pacte con personas como Cristóbal López o Hugo Moyano, expertos en combinar negocios y política: se le atribuye a Cristóbal López fogonear las denuncias de pago de coimas por la ampliación de la concesión de Cerro Dragón en Chubut, porque aspiraría a reemplazar con su empresa petrolera a Pan American Energy en esa zona, una de las más productivas del país. En otra dimensión, algo similar sucede con Hugo Moyano en negocios como el de la recolección de basura.
Es el modelo ruso por el cual se cambia influencias –en medios, poder de daño y otros– por negocios con el Estado: Putin les pidió a los proveedores del Estado que compraran los medios para convertirlos en oficialistas si querían continuar teniendo concesiones.
Desde la UCR la preocupación con Macri es otra: temen que un triunfo aplastante del PRO y sin el contrapeso de Massa termine permitiéndole a Macri cooptar a todo el radicalismo y vaciar al partido de futuro, mientras que si lograran ser el amortiguador entre Massa y Macri, podrían convertir a la UCR en algo similar al PMDB en Brasil, que nunca preside el país pero coloca al vicepresidente, tiene la mayor cantidad de gobernadores y preside las cámaras del Legislativo. O sea, pasar de ser un partido casi en extinción en 2003 al más poderoso sólo en doce años.
Hay mucho en juego. El Sistema tiene sus leyes propias. Cada cual aprovecha su asimetría circunstancial para posicionarse aun mejor en el tablero del poder.