Taxol es un relato de César Aira en el que un hombre sube a un taxi para comprar un medicamento y el conductor empieza a hablar sin parar, y ése es el relato: lo que dice el conductor.
El sábado pasado, a las tres de la mañana, el taxista que me llevaba me preguntó: “¿Sabés dónde estaba el 31 de diciembre de este año? Con mi mujer, en un telo, festejando que me había podido comprar una casa. ¿Y sabés dónde estaba tres días después? En la calle, porque mi mujer me dijo que estaba saliendo con su jefe y me pidió que me fuera de la casa. De mi casa, ¿entendés? Y perdí todo: la casa, mis cuatro hijos, mi mujer. Y después el amante de mi mujer le quiere levantar la mano a mi hijo del medio y el mayor me llama por teléfono y me lo cuenta. ¿Ah, sí? Ya salgo para allá.
El tipo justo se iba y le puse el auto de culata para no dejarlo salir de la casa. Bajé y le dije: ‘Flaco, desde ahora vas a permanecer a 200 metros de esta casa. Conmigo zona, ¿entendés?’. El tipo se me retobó y lo molí a palos. ¿O te pensás que la casa la compré trabajando con el taxi? No, papá, la compré laburando en el sindicato, rompiendo huesos, ¿entendés?”.
Ahí me di cuenta de por qué Roberto Arlt dejó de escribir novelas para escribir teatro, porque yo en ese momento no era un lector, era un espectador del rey de los humillados, esos seres que viven en el fin de la noche y que vivieron en el cerebro de ese genio que cada día escribe mejor.