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El todo y las partes

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Mi madre y Cristina F. coinciden en que todo tiene que ver con todo, lo que configura una especie de teoría actualizada de los multiversos, que establecerían entonces relaciones de inquietante familiaridad. Parecida creencia supo concebir, ya en el siglo XVI, Guillaume Postel. Solo que él tendía a pensar que buena parte del todo provenía de un asunto único: el hebreo.

Lingüista, astrónomo, erudito, catedrático, cabalista, matemático, cartógrafo y diplomático, el francés Postel estaba convencido, como buena parte de los padres de la iglesia –a excepción de Gregorio de Nisa– que Dios se comunicaba con sus criaturas en hebreo. Que esa era su lengua divina. (Tal vez la misma creencia la sostendrían siglos más tarde los fundadores del Estado de Israel, que la resucitaron para su uso como lengua nacional, a cambio del diaspórico y aun vivo yiddish, dialecto que se presenta como una forma bien hablada y flexible del tosco alemán del que deriva). Y no solo eso. Basándose en el respetable criterio de la Economía Divina, creía también que de esa lengua surgieron el árabe, el caldeo, el indio, y de alguna manera también el griego. Si hay un solo género humano –decía, o más bien escribía Postel–, un único mundo y un solo Dios, también debe de haber habido una lengua única, brotada de la voz del Altísimo, que la empleó para educar a Adán infundiéndole la capacidad de dar nombre apropiado a todas las cosas. 

Lo que no nos consta, al momento de escribir esta columna, es cómo explicó Postel la súbita o lenta desagregación de ese momento inicial a la subsecuente Babel que permitió la proliferación y florecimiento y eventual muerte de cientos y miles de lenguas de cuyo nombre apenas queda registro escrito en libros polvorientos que nadie revisa y en el testimonio de últimos descendientes cuyos cantos parecen anticipados lamentos por la pérdida inminente. Detalles a explorar en la siguiente emisión...

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