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El trío dinámico

En algún momento entre el final de la década del 70 y comienzos de la del 80, los escritores Richard Ford, Tobias Wolff y Raymond Carver se leyeron y se hicieron amigos.

Tomas150
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En algún momento entre el final de la década del 70 y comienzos de la del 80, los escritores Richard Ford, Tobias Wolff y Raymond Carver se leyeron y se hicieron amigos. Wolff había publicado su primer libro en 1975, y Ford y Carver en 1976. De esa amistad quedan los recuerdos comunes, una foto en la que posan sonriendo como los tres nuevos mosqueteros de la literatura estadounidense (novelas y memorias, pero sobre todo cuentos y relatos que la prensa etiquetó de diversas maneras, aunque la que más prendió fue la de “realismo sucio”) y un ensayo de Carver, Amistad, recogido en un libro póstumo editado en España como Sin heroísmos, por favor. Ahí, Carver escribe, y no se sabe si es una broma de mal gusto o una lúcida anticipación: “El azar hará que dos de los tres amigos de la foto se queden mirando fijamente los restos mortales del otro cuando llegue el momento”. Así fue: en la cima de su fama, en 1988 y a los 50 años, Carver murió de cáncer y su muerte y la influencia de su estilo seco y despojado que hizo escuela (volveremos a esto más adelante) lo convirtió en el más famoso de los tres.

Pero si uno se toma el trabajo de leer la obra de ellos por separado, rápidamente salta a la vista que Carver era, tal vez, el menos talentoso. Ford tiene tres libros de relatos magistrales: Rock Springs, Pecados sin cuento y De mujeres con hombres. Wolff tantos otros: De regreso al mundo, La noche en cuestión y, sobre todo, Cazadores en la nieve. Donde Carver narra instantáneas, escenas apenas delineadas o interrumpidas, o construye su dramatismo a través del arte de la elipsis, Ford y Wolff completan las escenas, las expanden, les dan un cuerpo que las historias carverianas nunca tienen (o al menos eso parece, hasta ahora), a medio camino entre el relato y la nouvelle. Wolff es el menos conocido del trío. Alfaguara, que no distribuye sus libros en la Argentina, acaba de publicar en España un tomo con sus relatos escogidos, Aquí empieza nuestra historia: un volumen de 450 páginas que trae diez cuentos nuevos y fue declarado como uno de los mejores libros de 2008 por The New York Times. Si bien en el realismo que cultivaban los tres amigos aparece, en los relatos menos logrados, la sombra del conformismo o la banalidad apenas maquillada, dentro de los inéditos destacan al menos tres: Una Biblia blanca, Reducida a huesos y El beneficio de la duda. Como siempre, la mirada de Wolff toma algunos de los aspectos más característicos de la cultura americana y los pone bajo una inmensa lupa: “¡Dirección de hoteles! ¿Y eso se estudia? Extraordinario. Qué país. A una la consideran delincuente por fumar, pero puede hacerse especialista en alojamiento y desayuno”, escribe en Una estudiante madura.

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Y ahora sí, volvemos al principio: como se sabe desde 1998, el estilo de Carver del que hablábamos antes es, en verdad, el de Gordon Lish, editor del sello Knopf. Un caso extraño en el que una forma de escribir que se hace célebre y se exporta a los talleres literarios de todo el mundo no es en verdad de quien se cree, sino de un tipo en las sombras. Las largas polémicas sobre ese minimalismo de laboratorio revivirán muy pronto, y al fin podremos ver cómo escribía el verdadero Carver: sus primeros cuentos en versión original aparecerán en castellano por Anagrama en 2010.