Algunos periodistas dijeron que estas elecciones fueron vacías, que la gente se movió por imágenes y no por la discusión de ideas trascendentes. Empantanados en viejas formas del análisis político, supusieron que una buena campaña es un escenario para intercambiar insultos, calumnias y repetir las mismas ofertas que se han hecho en el continente desde hace un siglo. Creen también que el mejor candidato es el más ególatra, el que no estudia, que no planifica, el que dice y hace lo que quiere porque cree que su olfato es más fino que el de los cerdos que buscan trufas.
Confianza. La verdad es otra. Estas elecciones fueron trascendentes, consolidaron un proceso de transformación que está llevando a la Argentina a una nueva etapa de su historia. La mayoría de los ciudadanos expresó su apoyo a Mauricio Macri, a su concepción de la política que rompe todos los esquemas tradicionales tanto en el fondo como en la forma. La gente confió en que se puede construir una Argentina moderna, un país abierto al mundo, que dice la verdad, en el que deben respetarse la separación de poderes, los derechos humanos, la alternabilidad, una nación que inicia el mismo camino al desarrollo que han recorrido los países exitosos. Rechazó al mismo tiempo permanecer empantanada en un país gobernado por mafias, con intereses y militantes encapuchados que invocan una épica desorbitada para conseguir pequeñas metas.
El triunfo de Mauricio fue contundente en el país. Encabezó una campaña moderna, que expresa los valores que defiende desde hace más de una década: una política horizontal, democrática, movida por la intención de producir una profunda transformación acorde con los valores del siglo XXI, que valora la grandeza de lo sencillo, y es ajena a los traumas y temores propios de quienes vivimos la Guerra Fría. En definitiva fue el enfrentamiento entre quienes tienen los ojos puestos en el futuro y fomentan la esperanza, con otros que se convirtieron en estatuas de sal fijados en el pasado y la resignación.
La sociedad occidental contemporánea vive una transformación radical. Los avances tecnológicos nos conducen de manera inevitable a una civilización globalizada, en la que las relaciones de producción cambiarán definitivamente, al igual que las relaciones personales, la familia, los valores y obviamente también la política. Es poco probable que en la próxima década algunos países adopten para sus elecciones el papel obsoleto con el que se vota en Argentina, y que resuciten las utopías reaccionarias que están instaladas en un pensamiento nacido de la problemática de hace doscientos años. Nos dirigimos hacia una sociedad más transparente, en la que la gente cultivará valores que hacen impensables los delirios de las sectas anacrónicas de cualquier signo que todavía atacan a los demás en nuestro país. Quien dirigió la campaña de Cambiemos fue Marcos Peña, político preparado que antes dirigió la de las elecciones de Macri en el 2005.
Buenos Aires. En la provincia de Buenos Aires se enfrentaron las dos formas de hacer política. Por un lado estuvo la campaña de Cambiemos encabezada por María Eugenia Vidal, que pidió a los electores el apoyo para un equipo de candidatos comprometidos con la realidad de una provincia que ha sido usada como trampolín de dirigentes que se dedicaban a la política nacional. Los candidatos de Cambiemos trabajaron juntos, fueron en grupo a muchos medios, recorrieron individualmente los sitios de la provincia en que cada uno de ellos tenía más implantación. El equipo técnico y político de la campaña, dirigido por Federico Salvai, actuó de manera profesional y su trabajo fue tan interesante que será estudiado como modelo en el seminario que tendrá lugar en la Graduate Shool of Political Management de la George Washington University los primeros días de diciembre.
Los candidatos de Cambiemos enfrentaron a Cristina, una candidata experimentada, ícono de la vieja política, ex presidenta dos veces, que cuenta con el apoyo incondicional de millones de argentinos que creen en su liderazgo. Heredera de la tradición del peronismo, tuvo la equivocación inicial de proyectarse como una dirigente parecida a María Eugenia Vidal. Eso era imposible, cada líder tiene su propio espacio y no debe tratar de copiar a otros por exitosos que sean. A las pocas semanas se dio cuenta de su equivocación, cambió de tono, volvió a ser la dirigente autoritaria de siempre, para terminar cantando la Marcha Peronista. De todas maneras fue la dirigente de oposición más votada el país, pero su fuerza se circunscribió a unos pocos municipios.
Otro adversario relevante fue Sergio Massa, que formó una alianza poco coherente con Margarita Stolbizer. La idea de que las elecciones se ganan haciendo acuerdos con otros dirigentes que “tienen” votos es arcaica. Los votantes no son de nadie y las sumas con frecuencia restan. Tampoco son útiles las convenciones que copian el formato de las campañas republicanas que en nuestro país no mueven ni un voto. La falta de estrategia llevó a Massa a una derrota estrepitosa, incluso en su tradicional bastión de Tigre. Randazzo desperdició la oportunidad que se le presentó inicialmente, cuando Kirchner y Massa trataron de ocultar su pasado peronista. En vez de ocupar ese espacio vacío, hizo otra campaña como las otras, que pretendía ser moderna, pero que no contaba con la investigación y la estrategia necesarias. Los grupos kirchneristas y de izquierda trataron de manipular el caso Maldonado para obtener votos a última, pero no tuvieron éxito. A pesar de que hicieron manifestaciones hasta el sábado anterior al día de las elecciones, el track no registró ningún movimiento. Los puntos de ventaja que mantenía Cambiemos al comienzo de la semana se conservaron inalterables.
En CABA. En la Ciudad de Buenos Aires más del 70% de los electores considera que la Ciudad está bien gobernada y apoya a los gobiernos. Ha visto en la práctica cómo Mauricio gobernó y logró cambiar la Ciudad. La campaña contó con un equipo técnico profesional de primera línea dirigida por Diego Santilli y con el apoyo permanente de Horacio Rodríguez Larreta que ha sido un jefe de campaña excepcional que incluso ha dado conferencias en altos foros académicos acerca de cómo organizar una elección. Es obvio que en una campaña los candidatos cometen errores, pero este año, los de los candidatos de Cambiemos fueron puntuales y no opacaron una realidad: fueron los candidatos adecuados para cada lugar y actuaron razonablemente bien.
El problema de la campañas de la oposición fue estratégico: carecían de un plan profesional, como el que se usa normalmente en las campañas de partidos más modernos. Pocos adversarios del Gobierno quedaron con fuerza. Cristina es la única que obtuvo un caudal de votos importante. Los triunfos de líderes locales de provincias como San Luis y La Pampa no son un modelo para el futuro. Faltarían electrodomésticos y presupuesto para usarlos en sitios más poblados.
En la política el triunfo contundente puede ser peligroso. El Síndrome de Hybris es una amenaza permanente y casi inevitable para los mandatarios. El término se acuñó en las Guerras Púnicas cuando Jerjes, después de derrotar a los espartanos en las Termópilas, cayó en la desmesura, supuso que podía conquistar toda Grecia y terminó destruido. En la concepción griega de la vida se creía que cuando un humano se cree Dios, los verdaderos dioses mandaron a Némesis para destruirlo. Cuando los líderes tienen mucho éxito, y sobre todo cuando permanecen mucho tiempo en el poder, suelen caer en delirios omnipotentes, supone que el poder es suyo, que nunca acabará y frecuentemente terminan con mirada de desconcierto en el sanatorio o en la cárcel. La mayoría de los mandatarios con los que he tratado o a los que pude estudiar fueron víctimas de la desmesura. Mauricio es alguien que, después de ocho años como jefe de Gobierno y dos como presidente de la Nación, es más sencillo de lo que era cuando lo conocí. Acostumbrado a gobernar en minoría sabrá dialogar con todas las fuerzas y llegar a los acuerdos necesarios para tener éxito con su proyecto.
*Profesor de la GWU y miembro del Club Político Argentino.