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El valor de la granola

Parecerá increíble que estas reflexiones inicien el comentario a esa columna de Martín Kohan del sábado pasado que hubiera preferido escribir yo. La granola viene a cuento del tema de los falsos combatientes y de la historia de Graham. A mediados del siglo XIX, Sylvester Graham innovó en las técnicas del leudado y horneado e inventó las populares galletitas “crackers”.

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Parecerá increíble que estas reflexiones inicien el comentario a esa columna de Martín Kohan del sábado pasado que hubiera preferido escribir yo. La granola viene a cuento del tema de los falsos combatientes y de la historia de Graham. A mediados del siglo XIX, Sylvester Graham innovó en las técnicas del leudado y horneado e inventó las populares galletitas “crackers”. Ministro presbiteriano, vivió convencido de que la buena alimentación nos libra de los mayores pecados: el alcoholismo y la masturbación.
Pensando por analogía imputaba al consumo de carne la propensión a los placeres de la carne. Salsas y especias acentuarían los vicios tal como realzan los sabores, y los ingredientes artificiales impulsarían a la embriaguez, que es una emoción artificial tal como dedos y palmas son, en nuestras famosas pajas, sustitutos artificiales de los órganos del esposo y la esposa cuya fusión ha consagrado el señor.
Estas ideas siguen circulando por el discurso de la dietética natural y sus corolarios invaden las góndolas de nuestros supermercados. Hacia 1850, un tal Kellogg, militante grahamita, inició un negocio que no ha parado de prosperar. La Quaker Oats comenzó en el Medio Oeste para surtir a los hogares piadosos que devoraban cereal en estado puro.
La Kellogg’s pronto abandonó su ortodoxia alimentaria y prefirió ser líder en comida chatarra, y lleva a los niños cereales procesados con ingredientes artificiales y un contenido de sal y azúcar que horroriza a pediatras y nutricionistas.
Aunque ya forma parte del grupo Pepsico, sublíder del mercado de gaseosas y líder del de grasientos símiles de papas con sus Chizitos, Lays y 3D, Quaker sigue proveyendo su tradicional avena pero aplica cada vez más las enseñanzas de Kellogg’s.
Lo que estas corporaciones presentan con los engañosos nombres de Granola y Müslix contiene ingredientes que, a los valores FOB que informa nuestro Ministerio de Economía, valen cuarenta centavos de dólar por kilo, pero se expenden en el súper a no menos de diez dólares ese peso.
El Müslix ya no es lo que era. Diría un chef español: coge una caja del Kellogg’s, despliega cuatro cucharadas sobre un plato blanco y compáralo con la imagen apetecible que luce en la caja. En el plato veréis la mitad de grano entero y la cuarta parte de frutas que en la fotografía de la caja. Los faltantes fueron  reemplazados por el “scrub” de la industria: pedacitos de no se sabe qué, resultado de la recuperación de todo lo que sobró en las líneas de producción sin perder mayormente asepsia y valor alimentario. El próximo sábado veréis qué tiene que ver esto con el asistencialismo y las pensiones militares.