Cuando le propone a su hijo enseñarle a andar en bicicleta, el hijo le dice: mejor cuando sea adolescente, pa. Como padre le parece que ése es uno de sus deberes. Tenés que aprender a andar en bici, es como aprender a nadar; al principio te costó pero después pudiste y no te olvidaste más. Pero al hijo no lo convence el argumento. Para un chico de departamento, la bicicleta no presenta demasiados atractivos. No puede salir solo, no puede dar la vuelta a la manzana, no hay bandas de amigos que andan juntos pedaleando, jugando carreras. Igual el padre compra la bicicleta y ahí queda un tiempo como una máquina rara que estorba en el lavadero. El hijo la mira como si fuera un invento de otra época, un aparato un poco absurdo, ideado por Leonardo da Vinci. El juega en la PlayStation al BMX (Bicycle Moto Cross), unos especies de saltos ornamentales pero en bicicleta. Su avatar sube montañas en bici, salta, hace giros de 360 grados hacia atrás y encima lo aplaude un estadio entero. Convencerlo de pasar de eso a la iniciación con rueditas se hace duro. No quiere que lo vea nadie. Entonces van al KDT, donde hay unos caminitos desiertos. El chico pedalea humillado por la realidad no virtual, enojadísimo con la torpeza de ese aparato casi ortopédico que oscila de una ruedita a otra. Prueban sacando las rueditas. No hay forma. Se cae hacia un costado; el padre lo sostiene y el hijo pedalea en un plano inclinado, diciéndole que no puede, y llora. Se van. A la noche el padre no se puede enderezar por el dolor de espalda. Un desastre. Se siente mal padre. Se cuestiona si realmente saber andar en bici será hoy día algo tan necesario. Vuelven varias veces y todo sigue igual: cuando lo suelta el hijo se cae. Tenés que encontrar el equilibrio, le dice. ¿Pero cómo se enseña eso? ¿Qué quiere decir encontrar el equilibrio? Pasa un tiempo y una tarde lo lleva a la Costanera Sur y le dice: ya no te agarro más. Después de unos intentos de arranque, el hijo pedalea con bronca, zigzaguea dudoso y dibuja una línea con las ruedas, encuentra algo, sigue. Después frena y se da vuelta. ¿Me viste, pa?