COLUMNISTAS
polarizados

En esta ficticia calma

Tras el vértigo por las listas electorales, sobrevino una meseta, interrumpida por debates y sobreactuaciones.

Rekargado, Daniel Scioli.
| Dibujo: Pablo Temes

La semana pasada vivimos un infierno. Era imposible mover la atención del armado y cierre de listas, nadie quería nada más que saber qué hacía Zannini ahí metido con Scioli, quién era el vice de Macri y hasta imaginar si De la Sota le diría que sí a Massa. Ritondo candidato por un día, quejas de la Coalición Cívica contra el PRO y listados de candidatos a diputados en fila en posiciones a definir. El reloj descontaba el tiempo para quienes existirían o no a partir de esa medianoche, en la carrera de elecciones. Luego de eso, pareciera que casi nada pasara; hasta que despega el avión de Austral a Rosario con Victoria Xipolitakis al “comando” y volvemos a darnos cuenta de que el presente es una serie infinita de chances de que todo cambie con asombrosa velocidad.

Luego del cierre de listas, comenzaron a correr los minutos del día que daba otro nuevo episodio electoral, ahora en la provincia de Mendoza. La zona comprendida por Santa Fe, Córdoba y Mendoza representa los sectores del país con peor evaluación de la economía. Toda vez que ésta sea la situación, deberá esperarse una derrota del oficialismo de turno o una señal contra el gobierno nacional. En Mendoza coincidían ambos, por lo que justamente se concretó una victoria radical junto con sus aliados del PRO. Aire refrescante del desierto mendocino para la derrota reciente en Santa Fe. Las victorias opositoras son leídas como una tendencia nacional al cambio, las derrotas como Santa Fe para el PRO causan confusión y ponen en duda el concepto de demanda de modificación de tono de gobierno. Lo interesante es que pueden ser ambas al mismo tiempo.

Cuando la elección nacional ocurra, en estas tres provincias se producirán, probablemente, victorias macristas, socialistas o radicales, y no querrá decir otra cosa más que una queja de fondo a las muy dañadas economías regionales. Es injusto que se quiera leer el ánimo del país por lo que pasa en esas tres provincias y en la Ciudad de Buenos Aires; no es representativo más que de ellos mismos. La evaluación de la economía define la suerte o desgracia de los oficialismos. Ese fondo es el que da forma a todo, no es un tema de enfrentamiento de modelos.

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Al análisis político se lo tiñe con gusto del concepto de polarización. Esa idea es compleja ya que supone la ilusión de verdaderas oposiciones, de enfrentamientos furiosos, de sociedades divididas y en pleno conflicto. Algunos mensajes del sistema político de estos días han dado señales de lo que probablemente sea una incomprensión real de esta dinámica. Daniel Scioli va a 6,7,8, al carnaval kirchnerista con su correspondiente disfraz, y Ernesto Sanz y Lucas Llach lanzan una publicidad en la que se representan los enfrentamientos entre los argentinos. Si bien en el caso de Scioli la polarización se asume como el camino al éxito y en Sanz como el problema argentino, en ambos casos se la considera como realidad.
Encarar una elección en Argentina bajo las oposiciones extremas es un riesgo muy grande. Scioli, entre una mezcla de efusividad por el apoyo oficial, más su propia excitación por la posibilidad real de ser presidente, le han hecho jugar un juego descontrolado de kirchnerista extremo.

El polarizar hacia el extremo es peligroso. Cristina Kirchner ganó en 2011 con un caudal importante de votos de la gente que no se consideraba ni ultrakirchnerista, ni megaodiador de Cristina Kirchner. Al día de hoy, Scioli gana porque también tiene la mayoría de apoyo en esos sujetos del centro que hoy son más del 60% de los votantes. Si no regula su emoción, comenzará a perder su perfil de hombre mediador y algo tranquilo, y dejará libre ese medio tan deseado. Mientras tanto, la publicidad de Sanz es muy entretenida, pero sólo dialoga con los que piensan exactamente igual que él. Las encuestas sirven, entre otras cosas, para enterarse de qué piensa el resto que uno no conoce y por eso es bueno, cada tanto, revisar alguna. Que haya una carrera final donde aparentemente se despegan dos candidatos no significa que eso sea un reflejo de una sociedad en colisión.

Desigualdad.Cuando la semana llegaba a su punto medio pudimos observar el debate entre algunos candidatos a jefe de Gobierno. No participaron ni Myriam Bregman ni Luis Zamora, excluidos probablemente por ser extremistas y verdaderos polarizadores. Hasta donde tengo conocimiento, los participantes del debate no exigieron igualdad para todos reclamando la participación de estos dos excluidos, mostrando que la política se basa en la eliminación sistemática del camino a los enemigos; de los más pequeños a lo más grandes. La paradoja es que estos excluidos, en el caso de llegar al poder, formarían un gobierno de clase trabajadora, eliminarían la propiedad privada y seguramente dejarían sin efecto los cargos legislativos entre una batería incesante de cambios sin acuerdo previo. Esto de la política es así, hay de todo para la exclusión y variadas formas de ejercerla.

El debate fue algo complejo de seguir, hasta incluso la tribuna y la distribución de su gente por partes fue poco clara. Carrió estaba para apoyar a Lousteau, y Macri, para hacer lo mismo con Larreta. Traté de detectar la zona de asiento de Sanz y creo que estaba mezclado entre ella y él, con todos los kirchneristas claramente a un costado. ¿Dónde meterse en un día como ése?

Las trayectorias de los candidatos se conectan, incluso en forma de acusaciones en ese debate, no por inconsistencias de las personas, sino más bien como una muestra de que la política es un sistema cerrado en el que trabajan especialistas en recorrer ese sistema y llegar a cargos. Como Larreta estuvo en el PAMI, Lousteau fue funcionario de Felipe Solá y ministro de Economía de Cristina, y Recalde con menor edad, sólo la chance de hacer esto en Aerolíneas y Austral. Pero en el debate eran todos contra todos en el momento libre, sin parar. Larreta dice que todo el tiempo habla con los vecinos, que uno por acá y otro por allá; Lousteau le pide a Larreta que no mienta y que le diga cuántos partos hay por año en la Ciudad, mientras Recalde les habla a los porteños del proyecto nacional.

El debate deja, probablemente, las cosas bastante parecidas a como estaban antes y le regala a la semana lo más parecido a la convulsión de los días de la anterior. Caos, que tanto te extrañamos, te esperamos en ésta que está por venir.

*Sociólogo. Director de Ipsos Mora y Araujo.