COLUMNISTAS

En offside

Al final, el técnico químico pasado a la clandestinidad por estar metido en la producción de efedrina, el padre golpeador, el abusador de niños, el asesino prófugo que había matado a toda su familia, no era nada de eso, era solo una persona que había chocado en la noche inmensa de la provincia de Buenos Aires.

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Al final, el técnico químico pasado a la clandestinidad por estar metido en la producción de efedrina, el padre golpeador, el abusador de niños, el asesino prófugo que había matado a toda su familia, no era nada de eso, era solo una persona que había chocado en la noche inmensa de la provincia de Buenos Aires. El peor final, titulaban los noticieros, como si hablaran, no tanto de la tragedia, sino de la desilusión porque el desenlace de la historia fuera la hipótesis más evidente, la menos intrincada, la menos policial. Un fiasco narrativo, un final malo, un accidente de tránsito que de haber sido descubierto al día siguiente apenas habría tocado las páginas de la tragedia diaria en la ruta. Fue puro suspenso. Pero de eso se trata, del suspenso. Necesitamos quedar suspendidos en la intriga, necesitamos la miniserie en capítulos que nos dejen con curiosidad, necesitamos no saber por un rato para después saber y entender.

Todos queremos jugar a CSI, al detective; tanto los redactores como los lectores de noticias nos beneficiamos si las resoluciones de los casos se demoran, así tenemos tiempo para lanzar hipótesis, suposiciones, competir por la alternativa más disparatada o siniestra. Somos animales narrativos, constantemente nos estamos contando historias los unos a los otros. Historias del trabajo, del trayecto al trabajo, historias de amor y desamor, chismes de los vecinos, micro-relatos de lo que pasó en el supermercado, largos culebrones familiares y noticias. Nos contamos mucho las noticias. Las comentamos, las desglosamos, las pasamos en limpio. Si una familia desaparece por un mes, durante todos esos días tenemos la posibilidad de armar varias tramas de película de distintos géneros: policial, narco, ciencia ficción, terror, drama familiar...

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Existe una inclinación natural hacia la elaboración de variables, quizá porque nuestro cerebro está constantemente haciendo eso, pensando en las distintas posibilidades, tratando de prever, de anticiparse; necesitamos prejuzgar, pensar de antemano un trayecto, premeditar un trabajo. Es la forma que tenemos de sentirnos seguros, como estar ahí ya habiendo estado ahí, como tocar ya habiendo tocado. Para uno, la vida de los otros es un ejercicio de especulación sin riesgo, sin consecuencias por equivocarse, un cuento que explicamos de manera propia, llenando los espacios faltantes con nuestras suposiciones. En ese sentido, la historia “una familia desaparece durante un mes” es perfecta, cada uno la resuelve como le parece. Hasta que se devela la incógnita.
Finalmente, como a la realidad no le preocupa ser creíble, sucede lo increíble: era la primera hipótesis, la descartada, el accidente. Estaban el auto y los cuerpos a quince metros de la ruta. En 24 días no los vio nadie. Supuestamente habían rastrillado la zona. Entonces el final no es el final. La historia sigue y se convierte en cómo puede ser que no los hayan visto, quién no hizo su trabajo y cómo se hace ese trabajo. Se cruzan acusaciones, se aprovecha el caso para hacer saltar la térmica para que vuele la cúpula policial, se rasgan vestiduras y uniformes, y se entrevista a la abuela arrasada por la tragedia. Eso es todo lo que queda: una mujer llorando por haber perdido a su familia que había sido hecha picadillo por la prensa, las investigaciones y la inoperancia policial.

Siempre es sorprendente que encuentren a alguien perdido en la dimensión gigante de este país. Sólo la provincia de Buenos Aires tiene el tamaño de Alemania. Pero en este caso no había más que bordear las rutas de acceso a Pergamino. Incluso es extraño que no los haya visto ninguno de los lugareños que pasan a caballo. No los encontraban y, mientras, se hablaba de “ajuste de cuentas” (esa expresión mafiosa con que se mancha tan rápido a cualquier víctima) y se hablaba de secuestro, y se pensaba que algo habría hecho ese hombre para tener que fugarse así con su mujer y sus hijas. La Policía confiscaba la computadora familiar, realizaban pericias sicológicas a los dibujos de las hijas, se hablaba de un conflicto en el hogar. Se agregaban imágenes y pistas, algunas falsas, otras verdaderas: una foto de los Pomar en el peaje, un video de ellos en un cumpleaños, la supuesta mascota muerta a balazos en una banquina, otra supuesta mascota en una guardería de perros, un video de una familia similar en un supermercado del sur. Pero ellos estaban al costado de la ruta, muertos. Y nosotros, los vivos, quedamos todos en offside.