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Entre Darth Vader y Santiago Caputo

Derechas Temes
La democracia está siendo amenazada por líderes de extrema derecha. | Pablo Temes

Fueron tan solo 20 caracteres de los 280 que permite X. Pero fueron suficientes. “Ejecuten la orden 66”. El posteo de la cuenta que se le atribuye a Santiago Caputo remitía hace algunos días a la saga de Star Wars, cuando el senador Darth Sidious puso en marcha un mecanismo constitucional que le permitió autoproclamarse Emperador de la Galaxia, luego de acusar a los Jedis de haber iniciado un golpe de Estado, algo que era falso. También conocido como Palpatine, verdadero cerebro del Lado Oscuro, con esa maniobra Sidius terminó de transformar a la República en un Imperio totalitario gracias al terror impartido por Darth Vader.

La cuenta de X, que hacía un paralelismo con el fin a la democracia en el universo creado por George Lucas, siempre postea temas vinculados a la agenda del oficialismo y su autoría nunca fue desmentida por Caputo. Pero, por si quedan dudas, está inscripta como @MileiEmperador. El Mago del Kremlin no escatima en metáforas.

No es la primera vez que el joven Caputo demuestra su propulsión hacia los límites democráticos. El monostributista que no es empleado público ni tiene designación formal en el Estado, pero es el asesor más influyente de Javier Milei, ya había atentado contra la democracia anteriormente en @EnfantTerrible, otra cuenta de la red social del funcionario/empresario Elon Musk que se le atribuye a Caputo: “La democracia argentina es una cáscara vacía de contenido, cuya función es evitar los cambios que el país requiere para salir adelante. Es el verdadero problema”.

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Y, más recientemente, se le asigna a “Santi”, como lo llama Milei, la elaboración de una encuesta digital en es.research.net, en la que se consultaba a los argentinos la opinión sobre el régimen democrático, tal como informó La Política Online. “¿En qué país prefiere vivir?”, consultaba el sondeo. Y las únicas dos respuestas habrían sido rechazadas por cualquier consultor serio que elabore una muestra profesional, por ser opciones que ocultaban un claro sesgo. La opción 1: “En un país con un gobierno democrático que respete los derechos individuales de las personas”. La opción 2: “En un país con un gobierno autoritario que logre buenos resultados económicos”.

Caputo no difundió los resultados de su encuesta pero dejó en claro su postura: un gobierno autoritario es aceptable si, a cambio, puede cumplir los objetivos económicos. Democracia y Caputo, son dos términos que, por lo visto, no riman.

¿Por qué concentrarse en Santiago Caputo y en su opinión sobre la calidad democrática? Porque nunca antes, desde el regreso de la democracia en 1983, una sola persona había acumulado tanto poder. Es que Caputo comanda por estas horas las estructuras impositivas y de lavado de activos (ARCA y UIF) y también la de los servicios de inteligencia (SIDE). “Sabe quién tiene deudas, quién tiene créditos y quién tiene dinero no declarado. También sabe cuáles son las propiedades de cada uno. Y sabe, además, lo que cada uno hace y no hace en forma presencial y también en forma online. Los tiene a todos de rehenes”, sostuvo en el Congreso esta semana Germán Martínez, diputado de Unión por la Patria, cuando se sancionó Ficha Limpia en Diputados, y alertó sobre la verdadera autoridad que Santi detenta en las sombras.

Democracia y Caputo, son dos términos que, por lo visto, no riman.

Otra vez: ¿por qué es necesario reparar en la tendencia “imperial” de Santiago Caputo? Porque su postura se conecta directamente con las ideas de la alt-righ de Estados Unidos, que volvieron al centro del debate desde la asunción de Donald Trump y el consecuente ascenso de lo que se conoce como tecnomonarquismo. La máxima expresión de este nuevo, e inquietante, escenario es Curtis Yarvin un influyente influencer de cincuenta años que desarrolló una serie de teorías conspirativas a través de las cuales se denuncia “el experimento fallido de la democracia de Estados Unidos” y “la necesidad de establecer un gobierno de CEOs de empresas tecnológicas”. Sucede que Yarvin, que sería un muy buen interlocutor de Caputo, es impulsor de un ecosistema filosófico y político, conocido como la “Ilustración Oscura”, que lucha contra lo que define como “La Catedral”. Como en Star War, pero en la vida real.

La Ilustración Oscura representa un paradigma desarrollado por Nick Land, el controvertido filósofo británico que promueve la resurrección del movimiento neorreaccionario: un fenómeno de extrema derecha, antidemocrático, reaccionario y conservador, que se considera a sí mismo como la antítesis de la Ilustración. Se trata de una escuela teórica que rechaza el igualitarismo y la idea de que la sociedad occidental muestra un progreso inevitable hacia una mayor libertad, algo que es defendido por la literatura liberal y progresista. En cambio, la Ilustración Oscura propone posturas ultrareaccionarias en términos de género, raza, medio ambiente y migración. A la vez que alimenta el regreso a arquitecturas sociales y de gobierno ya superadas, como las que se establecieron durante el Antiguo Régimen o la Edad Media, especialmente el feudalismo y el monarquismo.

En ese marco, Yarvin articuló una sus principales tesis, que define como La Catedral: una postura cuasireligiosa que advierte que el wokismo nació para establecer un status quo progresista a través de la hegemonía de lo políticamente correcto, que se promueve gracias al monopolio de los medios de comunicación mainstream, las universidades progresistas, la cultura de Hollywood y los políticos tradicionales. Para Yarvin, que es amigo personal de James Vance, flamante vicepresidente de Estados Unidos y compañero de Trump en la fórmula presidencial que asumió hace pocas semanas, hay que reemplazar a la fracasada democracia estadounidense por un gobierno de jóvenes empresarios formados en Silicon Valley

El tecnomonarquismo de Yarvin lleva a justificar el poder ilimitado que los más afamados ejecutivos tecnológicos ejercieron en la primera fila de la asunción de Trump, con Elon Musk (CEO de X y Tesla) a la cabeza, junto a Mark Zuckerberg (CEO de Meta), Jeff Bezos (CEO de Apple) y Sundar Pichai (CEO de Google), entre otros. El desafío de los “oligarcas digitales” y su vínculo con el poder político es algo que está preocupando a la opinión pública norteamericana. De hecho, la historiadora Michelle Goldberg, especialista en los efectos sociales de la tecnología estadounidenses, acaba de calificar este proceso como “la Gran Capitulación”: poderosos ejecutivos, que alguna vez criticaron la conducta autoritaria de Trump, ahora se apresuran a reunirse con el presidente para elogiarlo y entregarle dinero. Amazon, Google, Meta y Microsoft donaron cada una un millón de dólares para financiar la investidura de Trump, más del doble de sus donaciones anteriores. Y hasta el propio Trump ha reconocido la metamorfosis kafkiana: “Antes luchaban en mi contra. Y ahora todos quieren ser mis amigos”.

El desafío de los “oligarcas digitales” y su vínculo con el poder político.

En una muy interesante entrevista con el New York Times, realizada pocos días antes del ingreso de Trump a la Casa Blanca, a Yarbis le preguntaron por qué creía que la democracia era un mal sistema. “No es que la democracia sea mala. Es sólo que es muy débil –respondió el ideólogo de la derecha que llegó al poder en Estados Unidos–. El hecho de que sea muy débil puede confirmarse porque persisten políticas muy impopulares, como la inmigración masiva, a pesar de que se oponen a ellas fuertes mayorías. Cuando les dicen a los lectores del New York Times que la democracia es mala, se escandalizan un poco. Pero cuando les dicen que el populismo es malo, están de acuerdo. Si quieren decir que la democracia no es un buen sistema de gobierno, simplemente establezcan el vínculo con el populismo. Digan que las políticas y las leyes deben ser definidas por sabios expertos, jueces, abogados y profesores. Entonces se darán cuenta de que lo que realmente están apoyando es la aristocracia en lugar de la democracia”.

La tensión extrema que evidencia la democracia en la actualidad es algo que puso en alerta a varios intelectuales. Steven Levistsky, autor del clásico Por qué mueren las democracias, escribió este mes en Foreing Affairs un muy interesante ensayo junto a Lucan Way, titulado “El camino hacia el autoritarismo estadounidense. Lo que viene después del colapso democrático”. Los cientistas sociales sostienen que la democracia estadounidense probablemente se desmoronará durante el segundo gobierno de Trump, en el sentido de que dejará de cumplir los criterios habituales que siempre se esperó de la democracia liberal: sufragio universal, elecciones libres y justas y amplia protección de las libertades civiles.

“El colapso de la democracia en Estados Unidos no dará lugar a una dictadura clásica en la que las elecciones sean una farsa y la oposición sea encarcelada, exiliada o asesinada –advierten Levistky y Way–. Incluso en el peor de los casos, Trump no podrá reescribir la Constitución ni derrocar el orden constitucional. Se verá limitado por jueces independientes, el federalismo, el ejército profesionalizado del país y las altas barreras a la reforma constitucional. Habrá elecciones en 2028 y los republicanos podrían perderlas. Pero el autoritarismo no exige la destrucción del orden constitucional. Lo que nos espera no es una dictadura fascista o de partido único, sino un autoritarismo competitivo: un sistema en el que los partidos compiten en las elecciones pero el abuso de poder del gobernante inclina el campo de juego en contra de la oposición”.

Levistky y Way sostienen que la única esperanza de establecer un verdadero límite a Trump se concretará si se reactivan voces críticas en la oposición. “Pero la oposición sólo puede ganar si se mantiene en el juego. Y la oposición frente a un autoritarismo competitivo puede ser agotadora –explican Levistky y Way–. Agotados por el acoso y las amenazas, muchos de los críticos de Trump se verán tentados a retirarse a un segundo plano. Tal retirada sería peligrosa. Cuando el miedo, el agotamiento o la resignación desplazan el compromiso de los ciudadanos con la democracia, el autoritarismo emergente comienza a echar raíces”.

Es inevitable comparar la compleja situación que atraviesan las democracias de Estados Unidos y de Argentina, en medio de mandatos de presidentes que se asumen todopoderosos y con poderes ilimitados, a la vez que mantienen amenazada a la oposición. La semejanza, no obstante, no termina ahí: Yarvin también se llama a sí mismo “el Lord Sith del pensamiento neorreaccionario”. El título de Lord Sith constituía un honor que se les otorgaba a los miembros de la Orden Sith en la saga de Star Wars. Los Sith eran guerreros que sabían cómo usar la Fuerza, pero la utilizaban en defensa del Lado Oscuro para luchar junto a Darth Vader.

La curiosa (y peligrosa) reminiscencia a un Imperio que pone fin a la República, sobrevuela en los centros del poder político en Washington y en Buenos Aires. Que la Fuerza nos acompañe.