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ortodoxia con cara progre

Entre el ajuste y el relato

La calma de estas semanas sólo puede prolongarse por un tiempo si se completa el ajuste desprolijo y desordenado que estamos viviendo

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Hasta ahora, el Gobierno ha logrado frenar la búsqueda de refugio en el dólar de los tenedores de pesos, con una mezcla de devaluación, obligación a las entidades financieras de vender parte de sus tenencias de activos dolarizados, negociación con las exportadoras de cereales, y colocación de deuda del Banco Central en pesos a una tasa de interés más cercana a la verdadera tasa de inflación.

Sin embargo, las expectativas respecto del valor a fin de año del dólar oficial indican que falta un aumento adicional del 30%, lo que también equivale, si se supone que el dólar oficial seguirá de aquí en más a los precios, a una inflación esperada para 2014 entre 35% y 40%.
Por supuesto que éste no es un pronóstico, y que aquellos que operan en los mercados de futuros pueden ganar o perder con sus operaciones. Simplemente, lo que indican estos números es que nadie considera “superada” la crisis de estos meses, si definimos el éxito, en términos de un tipo de cambio que se queda quieto en los “valores de convergencia” después de su “corrimiento” de enero, y una tasa de inflación inferior al 2,5/3% mensual.

Por lo tanto, mientras éste sea el escenario, lo que no ajuste por precio ajustará por cantidad, es decir, el nivel de actividad se contrae y el empleo cae.
Como la dinámica de este esquema es claramente inestable, lo más probable es que el Gobierno “complete” el programa del 23 de enero con otra mezcla de lo que sirve para el ajuste y lo que sólo sirve para el relato.

En efecto, el Gobierno está haciendo cosas que sirven para calmar la situación actual. Pero esas cosas que sirven van claramente en contra del relato. Por lo tanto, también hace cosas que no sirven para nada, simultáneamente (Precios Cuidados, por ejemplo), de manera que, si sale bien, dirá que es por lo que le sirve al relato y si sale mal, dirá que es por un complot de los especuladores.
Esta será, entonces, la política. En el mejor de los casos iremos de mejora transitoria a crisis transitoria, hasta el final del mandato de la Presidenta. Y en el peor… para que arruinarle el domingo.

Ahora bien, retomando, qué es lo que “completa” esta parte del programa. Básicamente, una reducción de los subsidios a la energía, que el relato intenta vender como la “igualación federal de las tarifas”, con la firma de los gobernadores.
Me explico. Hoy, efectivamente, rigen tarifas más caras en gran parte de la Argentina, y mucho más baratas en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Sin embargo, esos precios más caros no implican que no haya subsidios también en el interior del país. Pero esos subsidios son menores y de una parte de ellos se apropian los gobiernos provinciales o las empresas provinciales de energía. Ya sea para financiar gasto corriente, ya sea para financiar mantenimiento o inversiones. En ese contexto, el Gobierno quiere aumentar las tarifas de su área pero que no aumenten las del interior, de manera que el relato hable de “equidad” y no de “aumento”.

Pero en el fondo, de lo que se trata es de reducir los subsidios al consumo que caracterizaron al modelo populista de estos años, para tener menos déficits y emitir menos pesos, pero, volviendo al relato, “que parezca un accidente”. Además, un consumo más prudente de energía también permite algo menos de importaciones de gas y electricidad.
El punto es que la magnitud de los subsidios respecto de los costos del servicio es tan grande que sólo se puede aspirar, en el corto plazo, a una reducción moderada, de dichos subsidios.

Por lo tanto, la emisión seguirá siendo alta, lo que obligará a colocar más deuda del Banco Central, es decir, más emisión futura. De allí vendrá la próxima crisis.
Retomo. La otra pata del programa se vincula con los aumentos salariales en el sector público. Hace falta licuarlos, aunque el relato inventará otra cosa. Y en el sector privado hace falta moderarlos para que los Precios Cuidados aguanten unos meses más.

En otras palabras, se requiere que los asalariados acepten, pacíficamente, una caída del salario real, aumentado artificialmente por encima de la productividad en estos años, bajo el relato de que ello era un aumento permanente y no un engaño transitorio. En síntesis, la calma de estas semanas sólo puede prolongarse por un tiempo, si el ajuste desprolijo y desordenado que estamos viviendo se completa.
Mientras tanto, el relato tratará de vender otra cosa.