COLUMNISTAS
DIFICIL ARRANQUE

Es la política...

Cuando se gobierna en una coalición, resolver entre algunos es una torpeza que se paga caro.

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Políticos. | Pablo Temes

El gobierno de Alberto Fernández no se inició precisamente como una tromba de realizaciones políticas. Se podía esperar que, habiendo prácticamente asegurado el resultado de la elección en las PASO de agosto, arribaríamos al 10 de diciembre con un gabinete armado y con el rápido despliegue de equipos en todas las áreas, con algunas ideas principales de pronta ejecución.

Sin embargo, nada de eso sucedió. Posiblemente las terribles condiciones macroeconómicas y sobre todo las expectativas de “los mercados” obligaban a andar con pies de plomo tanto en las designaciones como en los anuncios y la implementación de políticas públicas. O también, puede que la inexperiencia en algunos destacados miembros del gabinete, o las complicaciones –imaginarias o reales– que permanentemente agitan los medios en un supuesto doble comando, sean causas posibles para esa morosidad en el arranque.

Indudablemente, la necesidad de conformar a todas las líneas de una coalición difícil de homogeneizar explica también las dificultades del armado y, en consecuencia, del inicio de la gestión.

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Cuadros. El peronismo tiene miles de cuadros técnicos que han acumulado estudios y experiencia para desplegar políticas desde distintos ámbitos del Estado; sin embargo, el dato objetivo es que, salvo por algunas medidas puntuales (anoto entre ellas la tarjeta alimentaria), no hubo un avance arrollador.

Una recorrida por reparticiones gubernamentales da cuenta de nombramientos sin designaciones, falta de línea política y matriz de decisión para gestionar y, sobre todo, inexistencia concreta de recursos.  De la disputa feroz por las diferentes sillas al inmovilismo propio de no tener qué, con qué ni cómo.

Un apunte especial para señalar que parece imposible que una política pública tenga en la cadena de autoridades diferentes líneas de la coalición, que no solo reportan a distintos jefes políticos sino que tienen ideas diferentes de lo que hay que hacer en el área que ocupan.   

Gira. En ese panorama de espera, en el que pareciera que no son los mercados los únicos que se comen las uñas mientras aguardan la definición de la nueva saga de suspenso sobre lo que hará el Estado argentino (nuevamente) con la deuda monumental acumulada, aparece sin embargo una novedad. La política vive y juega y ha estado corporizada en estos días en la gira externa del presidente Fernández.

Hasta hace muy poco llovían los malos augurios sobre un gobierno que supuestamente nacía aislado y del que ningún líder mundial tendría la menor consideración. Vistos los antecedentes, la histórica animadversión de muchos actores del poder internacional hacia el peronismo y sus dirigentes, muchos analistas llenaron páginas en los medios advirtiendo sobre el aislamiento al que nos llevaría el nuevo gobierno.

Y así como fue la política la que le dio la oportunidad al peronismo de volver a presentarse unido y ganar la elección, es la política en sus mejores dimensiones la que evidencia la gira externa que realizó el Presidente. No solo Israel, con todo lo que significa simbólicamente esa elección dentro de su coalición gobernante, sino que fue a ver al argentino más querido en el mundo pero que muchos argentinos prefieren discutir y/o denigrar. El Presidente fue a comulgar con el discurso y el compromiso del papa argentino con los pobres del mundo y con la lucha contra la desigualdad. Y en esa comunión, tender su mano e intercesión para la primera e indispensable batalla que tiene, ordenar la deuda para poder tener gobierno. Y sin pausa se animó a hablar de todo con los líderes mundiales que pueden ayudar a establecer las condiciones necesarias para empezar a ordenar una economía desquiciada.

Mientras tanto, en el Congreso se aprobaba la reestructuración de la deuda, dando una señal de que, a pesar de la grieta que nos divide en cada tema y de la disputa de sillas que se da en la coalición gobernante, al final del camino podemos decir que, al borde del precipicio, damos el paso de ir juntos, sabiendo que no hay otro camino.

Esperanza y escepticismo. Porque mientras el Presidente se dedicaba a esta tarea, además del inmovilismo mencionado, parecía que el traspié del gobernador de Buenos Aires daba cuenta de que la falta de línea común puede ser una piedra en el camino de todos. En todo caso, tempranos yerros iluminan correcciones a futuro y se convierten en oportunidades, pero dejan dudas que pueden lastimar los objetivos prioritarios. Hoy, que nos crean y podamos reestructurar la deuda.   

La política, y solo ella, en su más pura esencia, articulando, asumiendo costos en favor de beneficios para todos, hace posible encontrar el camino. Si algo evidencian algunos errores primarios, es que gobernar en coalición exige más política que nunca. Resolver encerrados entre algunos es una torpeza que se paga caro.

Otra señal de esperanza es que parecería que a la encarnizada grieta de Macri-Cristina parece sucederle una dicotomía que asoma con mayor responsabilidad común, aun cuando quedan muchas señales por confirmar esta afirmación. Fernández y Larreta parecen dispuestos a dar su propio camino sin matar al otro y sabiendo que ambos son argentinos. ¿Será así? En la renegociación por los porcentajes de coparticipación federal veremos si se confirma esta insinuación, que cambiaría algo más que el tono a la política argentina.

Si no logramos arreglar la deuda, nadie sabe qué sigue... porque no hay camino. El Presidente lo sabe, por eso la prioridad política evidencia ponerla en este tema. Y solo se habla del 1º de abril… y el suspenso se prolonga para iniciar la gestión.

Entre la esperanza y el escepticismo, uno se pregunta, ¿hace falta llegar a este punto? ¿Podremos los argentinos darnos una manera de acordar ante grandes líneas que no nos lleven cada tanto al abismo? ¿Podemos dejar que la grieta sea un debate sin excluirnos?

Restan aún muchas cosas por hacer y, seguramente, materias difíciles por rendir, pero es la política entendida en su verdadera dimensión la que puede generar soluciones allí donde los economistas, los técnicos, los analistas muchas veces no las ven. Es la política...

 

*Politóloga. Directora de la Escuela de Política y Gobierno de la UCA.