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MAS QUE EMERGENCIA

La grieta del hambre

El Congreso votó dar mayor discrecionalidad al uso de fondos. Errores viejos y error de hoy.

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Los hijos del hambre. | Pablo Temes

El tema de la semana ha sido la contundente votación en ambas Cámaras legislativas de la ley que prorroga la emergencia alimentaria, es decir, la autorización al Gobierno para ser discrecional en el incremento del uso de la partida que previó para atender el tema. El Ejecutivo una vez más explicita un modo de gestión que se repite: “diagnóstico equivocado (supuestos que no se dan), política errada, disculpas y corrijo”. El presupuesto designado a este rubro es insuficiente y ahora necesita discrecionalidad para atender con mayor flexibilidad algo que no fue previsto (incluso en términos de consecuencias de las decisiones que se previeron tomar).

Datos. Lo que parece una buena noticia, no lo es. Duele e interpela. Otra vez, la Argentina tiene una extraordinaria demanda extra de hambre que requiere medidas de urgencia. La verdadera noticia es que el hambre nunca cesó.

Según el registro del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, pero también de muchos otros institutos, universidades e incluso del Indec, hay hambre desde hace mucho en nuestra tierra. Volver a la emergencia habla del fracaso del Estado, en su versión local, provincial y nacional. Del fracaso de nuestra dirigencia en su versión política, empresarial, sindical y de todas las que se organizan para defender intereses. Ser parte de una comunidad que tiene miembros con hambre nos interpela a todos, en lo individual pero también y sobre todo en lo colectivo. Esta prórroga es el sello del fracaso de todos.

Quizás la parte positiva y de oportunidad de este hecho político es que pone a nuestros argentinos con hambre en la agenda política. Porque, aunque lo explicamos con grieta (y estar en período electoral lo azuza en ese sentido), firmamos la medida. Y todos apoyamos que vale incrementar la discrecionalidad a favor de la emergencia.

Los riesgos de incrementar la discrecionalidad no hace  falta mencionarlos, pero nadie duda de que, si es lo que necesitamos para atender el tema urgente de un crecimiento preocupante en la demanda de alimentos, estamos dispuestos a autorizarlo. Aun cuando en las urnas recientes el pueblo dio muestras de que la confianza en este gobierno ha disminuido significativamente. Los mecanismos de control que la norma aprobada tiene, sumados a la escandalosa necesidad, auguran suficiencia para asegurar que lo que lo que dispone esa norma se efectúe con premura y eficiencia. Al menos eso se espera.

Mientras tanto el Estado, (los estados) evidencia su fracaso una vez más.

Su retroceso en este tema desde hace largo tiempo ya  ha dado lugar a una reacción de la sociedad multiplicada en centros barriales, clubes, parroquias, grupos religiosos, ONG que ante los hechos tomaron la posta, lo cual no lo exime de responsabilidad. El crecimiento de organizaciones intermedias haciéndose cargo de la emergencia solo explica un cada vez mayor retroceso del Estado atendiendo esta urgencia. Y duele porque esta realidad que fue creciendo, sin institucionalidad ni burocracia creíble que se haga cargo, es presa también de las consecuencias del manejo discrecional que esto conlleva. Recorrer este universo da sorpresas que ya no escandalizan y tendemos a normalizar partidas para este asunto utilizadas para otros. Y ya no alcanza. Y hay que volver a la emergencia.

Descubrir. Quien se introduzca en el tema puede encontrar cantidad de centros barriales, organizaciones intermedias, sociales y religiosas que se hacen cargo de esta urgencia, con o sin ayuda de los gobiernos de turno en sus localidades. Todos conocemos relatos escandalosos del uso que el poder (en cualquiera de sus variantes) hace cuando tiene fondos discrecionales para repartir incluso para este fin. Pero entusiasma ver cómo mujeres sin nada y con vidas rotas se hacen cargo de esta urgencia organizando lo que van a organizar para que esos chicos coman algo. Por otra parte, esta decisión legislativa se explica no solo por la presión política y social evidenciada incluso en las calles, sino porque ningún dirigente se anima en tiempo electoral a decir que no la apoya.

Una rápida lectura de los discursos en el debate legislativo evidencia que la grieta se usa hasta para explicar la urgencia (reparto de culpas, pasado o presente). Y que triunfa el consenso porque se acuerda por unanimidad dar salida a la urgencia a pesar de las lecturas dicotómicas.

Sin embargo, todos sabemos que la emergencia alimentaria da cuenta de que la solución al problema del hambre no pasa por esta partida. Hace rato que hay hambre en la Argentina, y decir que tenemos capacidad de producir alimentos para el mundo y no logramos satisfacer el hambre de nuestra gente no puede seguir siendo escrito y hablado sin que genere soluciones contundentes. El desarrollo es la llave, y no le estamos encontrado la vuelta. El fracaso de nuestra dirigencia está sobrediagnosticado y con dos bibliotecas opuestas explicando las razones. Pero la dirigencia no se puede poner solo de acuerdo para atender la emergencia. Se debe un acuerdo urgente para dar solución al empleo, y con eso al salario y con eso a una vida digna, alimentada, con techo y con futuro.

Está pendiente discutir acciones concretas. Acordar soluciones reales. Dar un debate proactivo que, al lado de la emergencia, ponga cimientos de esperanza a quienes sueñan que alguna vez van a poder no ir al comedor para dar de comer a sus hijos. En tiempo electoral puede dar rédito en las votaciones jugar con las culpas y responsabilidades, e incluso dar el voto para poder atender el dolor. Pero cuánto más esperanzador sería ver a nuestra dirigencia de todos y cada uno de los sectores discutiendo ideas concretas sobre cómo cambiar el comedor de olla grande por hogares de olla caliente.

Argentina es un país cuya complejidad se explica por la gran capacidad de organizarse en defensa de sus intereses. Tenemos esas organizaciones fuertes y conscientes de sus derechos. Necesitamos que los que tienen y pueden vengan a la mesa del acuerdo para decir qué están poniendo para solucionar la emergencia alimentaria, cuál es su esfuerzo para darle al país una respuesta. Mientras tanto, en la emergencia, necesitamos que todos los sectores se movilicen generando propuestas para ayudar, proveyendo soluciones para el hambre más urgente, para asistir a las iglesias y a todas las organizaciones sociales que están día a día en la “trinchera” de la guerra más importante que se libra hoy. Estamos esperando de los políticos, pero también de los empresarios, los gremios, los académicos, la sociedad civil, soluciones creativas, para acompañar y hacerles saber a esos argentinos que hoy están sufriendo que esto es momentáneo, que no pierdan su fe ni en la patria ni en sus compatriotas.

*Politóloga. Directora de la Escuela de Política y Gobierno de la UCA.