Desde hace un tiempo nuestra sociedad viene soportando una multiplicidad de ruidosos hechos superficiales que oscurecen la real y alarmante inmovilidad que sufrimos. Porque aunque no lo parezca, nuestro mundo está peligrosamente quieto. Los brillos y los ruidos son atractivos pero paralizantes. Por eso es altamente esperanzador que un hombre aparezca predicando verdaderos cambios desde la casi silenciosa humildad de su sacerdocio. También es esperanzador que sus primeros actos y palabras hayan sorprendido a muchos de los promotores de ruidos y brillos esterilizantes. Espero que el sacerdote Jorge Bergoglio, desde el flamante púlpito que la Historia acaba de ofrecerle, pueda responder a este compromiso.
*Dramaturgo.