¿Qué enseñanzas puede dejarles a centro y suramericanos un nuevo golpe de Estado? Muy pocas que sean verdaderamente nuevas. Apenas la constatación de que cuando no rige el Estado de Derecho, la vida de los ciudadanos transcurre entre la tragedia y la farsa. No habiéndole parecido suficientemente trágico el tramo histórico que vive Honduras, el canciller de facto Enrique Ortez Colindres se despachó ante las cámaras de televisión de su país: “Obama es un negrito que no sabe nada de nada”. Tomó aire y completó su obra: respecto del presidente español, le recomendó: “Zapatero a tus zapatos”, y en cuanto a su vecino El Salvador, dijo: “No quiero hablar de un país tan pequeño que ni se puede jugar al fútbol porque se sale la pelota”. Entre la aflicción y el regocijo, Ortez renunció el viernes a la Cancillería, aunque fue nombrado ministro de Gobernación.
Pero un golpe de Estado no acaece como un rayo que de improviso calcina un árbol. Es el resultado de acciones y de omisiones. En este sentido puede servir como un bestiario, para observar cómo se comporta un parsimonioso cangrejo o un cúmulo de zánganos enfurecidos. Un golpe de Estado no tiene ninguna lección para dar, pero corre el velo de los que a su alrededor danzan solos o acompañados.
Oscar Arias, el presidente de Costa Rica, dio comienzo a su mediación el jueves 9 de julio con la premisa de no dejar salir de Costa Rica a Manuel Zelaya, el presidente constitucional de Honduras, y a Roberto Micheletti, quien lo desplazara, hasta que no hubiera un acuerdo. En tierra “tica”, Zelaya declaró: “Nuestra presencia aquí no obedece a ninguna negociación (...); simplemente se está escuchando a través del mediador cuál es el planteamiento del régimen de facto para planificar su salida”. Micheletti no se quedó atrás en el arte ancestral de jugar a quién ruge más fuerte: “El retorno de Zelaya como presidente es innegociable”. Ya el martes 7 el canciller Ortez había exteriorizado el bando: “Estamos abiertos a todo menos al regreso de Mel Zelaya”.
El politólogo Mark Weisbrot afirma que “lo único que puede sacarlos del poder (a los golpistas) es una conjunción de protestas masivas y sanciones económicas reales”. En cambio, el ex presidente hondureño Ricardo Maduro confía en el diálogo. Micheletti dejó Costa Rica sin reunirse con Zelaya. Escépticos 1, Voluntaristas 0, aunque Arias haya dicho que el diálogo hace milagros, pero no inmediatos.
En el entretanto, en la sufrida Honduras suceden cosas. Rige el toque de queda, que limita los derechos constitucionales de los ciudadanos de poder circular a cualquier hora (por infringirlo se detuvo a casi un millar de personas en Tegucigalpa, Sabanagrande y Talanga); se mantiene una estricta censura a los medios de comunicación, las marchas de apoyo a Zelaya son infiltradas por personal de seguridad, los teléfonos están intervenidos, el suministro de electricidad es cortado periódicamente y el ejército recluta forzosamente a jóvenes para contener las protestas populares. A Enrique Ortez Colindres debe de constarle, porque Olancho es una de las regiones reportadas y de allí era su abuelo. De joven peregrinó por esa localidad, guitarra en mano y de puerta en puerta, cantándoles a mujeres, de cuyos desaires se consolaba con un octavo de yuscarán, trago alcohólico extraído de la caña de azúcar que el canciller efímero considera más embriagador que el champán, según El Heraldo.
El presidente de Guatemala, Alvaro Colom, explicó que al haber carecido Honduras de una guerra interna, sus fuerzas armadas no pasaron por un proceso de paz que les permitiera una modernización democrática, y que en ello debe verse una de las causas del golpe. Lo objetivo es que entre los Estados Unidos y Honduras existe desde los años 80 una estrecha colaboración militar, que comprende la participación de oficiales hondureños en cursos de instrucción estadounidenses, en mayor proporción que la de cualquier otro país de América. De hecho, tanto el jefe del Estado Mayor Conjunto, Romeo Vásquez Velásquez, cuanto el comandante de la Fuerza Aérea, Luis Javier Prince Suazo, quienes lideraron el golpe según la organización SOA Watch (Observatorio de la Escuela de las Américas) y otras fuentes, son egresados de dicho centro de instrucción militar norteamericano.
Este diario publicó antes de la asunción de Obama que uno de sus principales desafíos iba a ser armonizar sus políticas con las estructuras de poder consolidadas antes de su toma de posesión. La reciente irrupción del ex vicepresidente Dick Cheney justificando las torturas prodigadas en la base naval de Guantánamo, con el argumento de haber actuado según “razones de Estado”, es un testimonio. También podría serlo el golpe en Honduras.
Mientras que la OEA suspendió la membresía del país, la Unión Europea y muchos otros países retiraron a sus embajadores de Tegucigalpa, y el Banco Mundial y otros gobiernos suspendieron o congelaron sus préstamos, Estados Unidos se comportó más lánguidamente. Si bien apenas acontecido el golpe afirmó reconocer sólo al mandatario Manuel Zelaya, tres días después suspendió las actividades militares conjuntas, y recién el 8 de julio anunció la interrupción de los programas de ayuda militar –por 16,5 millones de dólares– y de asistencia al desarrollo. Inclusive, se atribuye a su embajador Hugo Llorens –quien no fue retirado– haber estado al tanto de los preparativos de la asonada, sobre la base de una reunión que se llevó a cabo la noche del 21 de junio, de la que participó junto a los principales líderes políticos del país y jerarcas militares, para “buscar una salida a la crisis”. Es el tipo de obstáculos que deberá sortear Barack Obama para no estacionarse en un “militarismo con sonrisas” y avanzar rumbo al “cambio fundamental” que prometió en su intervención durante el mes de abril en la Cumbre de las Américas.
Mientras Honduras sufre bajo el golpe de Estado, la vida ciudadana trascurre entre la intranquilidad y la hilaridad. Consultado el ahora ex canciller Ortez Colindres acerca de por qué había estudiado en Francia, relató que su padre había salido exiliado a Guatemala durante la dictadura de Tiburcio Carías Andino, y que cuando regresó estudió en su país y luego se marchó. “Soy abogado en Francia y en Honduras –añadió–, por lo que puedo ejercer en los dos países. Lo que pasa es lo siguiente: yo me crié en Francia, creo en la libertad e independencia y eso es (definitivo) para mí, tener independencia mental y darles la razón a los que tienen la razón”.