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cultura argentina de luto

Falleció Manuel Pampín, fundador de la editorial Corregidor, gran difusor de los mejores autores

A los 86 años falleció el editor de Alejandra Pizarnik, Juan Carlos Onetti, Clarice Lispector, Macedonio Fernández, Juan Gelman, Haroldo Conti, Alberto Girri, Alberto Laiseca y Osvaldo Soriano, entre muchos otros. Había llegado desde España a la Argentina en 1951, a los 16 años, y en 1970 fundó la editorial que hoy llevan adelante tres de sus hijos. Tres virtudes lo caracterizaron: el trabajo estratégico, el conocimiento profundo del ámbito cultural y la valentía.

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Pampín. El gran editor en su recién fundada librería Premier, de Corrientes y Montevideo. | cedoc

Existe un velo de invisibilidad respecto a cómo circulan los libros, quién los distribuye, la cantidad de personas que intervienen para que un libro llegue a la librería. Es el aspecto en las sombras que configura lo que hoy se denomina ecosistema del libro. Un esfuerzo que contó con generaciones, oficios, procesos tecnológicos, disputas culturales y hasta políticas de Estado. Lo que hoy se llaman editoriales independientes es una síntesis de tal evolución.

Si alguien intervino en la formación de esa cadena, de manera práctica, más allá de todo análisis teórico, fue Manuel Pampín, quien falleció el pasado miércoles a los 86 años. Oriundo de Galicia, llegó al país a los 16 años, con todo por descubrir y con la potencia para formar parte en la creación de un sistema cultural de prestigio. Porque el libro es esa materialidad física que se lee. Y si fuera en un volumen industrial, tal significado lo sigue definiendo, es su esencia. Hay tres aspectos que podemos destacar en este editor: trabajo estratégico, conocimiento del ámbito cultural y valentía. Veamos los ejemplos inherentes.

Pampín constituye Ediciones Corregidor en 1970, pero también establece el modelo de editorial de libro argentino. Hace unos años tuvo la amabilidad de ser anfitrión en una charla con el hijo de un editor español al que serví de guía en Buenos Aires. El joven sabía quién era y su padre avalaba tal encuentro: Pampín es importante. La pregunta del español al gallego argentinizado: ¿cómo conocía las preferencias de los lectores argentinos? 

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Su respuesta: distribuir libros, fundar una librería (Premier), que tuviera varias sucursales, para finalmente lanzar una editorial, es decir, primero la cadena comercial o clientes y luego la producción de libros, fue consecuencia de una práctica comercial inicial, la venta de libros a crédito, puerta a puerta. 

Enciclopedias, manuales, ediciones tapa dura de libros de  arte, todo tipo de material por los barrios, casa por casa, generando un vínculo de intercambio de preferencias con cada hogar y sus integrantes. En general, mujeres preocupadas por la educación de los hijos. Esto, entre fines de los 50 y mediados de los 60, lo llevó a conformar una troupe de ventas a comisión, cobradores, líneas de crédito pactadas con la palabra, algo que hoy suena tan imposible como remoto. Y con ello disponía del conocimiento sociológico de los lectores, una masa anónima y numerosa de la periferia de la ciudad que no tenía librerías cerca.

El comienzo de la editorial contó con un equipo profesional. Pampín supo elegir con quiénes lograr esos libros en calidad y cantidad, su misión era competir con empresas editoriales que tenían buena parte del mercado. Irrumpir en la discusión intelectual con libros publicados, defendiendo propuestas estéticas, también requería de una sólida argumentación. 

Allí están Juan Martini Real y Alberto Vanasco, que “en 1972 forman parte central de Editorial Corregidor, desde la que editan Latinoamericana, una revista ‘cara’ desde su armado, con más de 150 páginas y una tirada de entre dos mil y tres mil ejemplares, que logró circular por Latinoamérica y Centroamérica a través del convenio de Manuel Pampín, dueño de la editorial, con la red de distribución de dos grandes grupos españoles, Grijalbo y Barral. En Latinoamericana se publicaron muchos nuevos autores y autoras de narrativa y poesía de Argentina y Latinoamérica, a través del contacto de sus directores y de Jorge Lafforgue –quien figura a cargo de tres de los cuatro números–: la primera publicación de Sergio Ramírez en la Argentina, numerosos inéditos de Haroldo Conti, Reina Roffé, Edgar Bayley (y los poetas rosarinos nucleados en la revista El lagrimal trifulca), poetas cubanos, peruanos, bolivianos, etc.” (“Defensa de la novela” de Juan Carlos Martini Real y sus contextos de publicación (1969 y 1972), ensayo de Víctor Gonnet, UNLP). 

Coronación de esta etapa es la primera novela de Alberto Laiseca, en 1976, Su turno para morir, como para reafirmar que el realismo mágico no era la forma emblemática narrativa que debía aceptarse como canónica. De hecho, Pampín publicó toda la obra de Macedonio Fernández, como a Juan Carlos Onetti, Clarice Lispector, Osvaldo Soriano, Jorge Asís, Luis Gusmán y Enrique Medina. En poesía: Alejandra Pizarnik, Alberto Girri, Olga Orozco, Juan Gelman, entre muchos otros.

Respecto a la valentía del editor, existe un libro y su escritor: Sólo ángeles, de Enrique Medina. En enero de 1974, explicaba el diario Crónica: “Diversos procedimientos realizados el viernes último en las librerías Fausto, Atlántida, Rivero y Santa Fe, policías de civil procedieron al secuestro de cuatro novelas de autores argentinos y a la detención de seis empleados, que sin otra responsabilidad que la de estar atendiendo al público, fueron obligados a trasladarse a la Jefatura Central de la Policía. Las obras incautadas son Territorios, de Marcelo Pichon-Riviére; Sólo ángeles, de Enrique Medina; La boca de la ballena, de Héctor Lastra (estos tres libros de Editorial Corregidor) y The Buenos Aires Affair, de Manuel Puig (Editorial Su-damericana)”.

Sólo ángeles llegó a vender 50 mil ejemplares, y ante el avance de la censura de la patota de López Rega –la triple A y sus satélites–, a Pampín no le tembló la mano para presentarse en la Casa Rosada y protestar por el hostigamiento. Incluso recurrió a la Justicia, obteniendo fallo a su favor. Es que en esos libros estaban en juego una profesión y el futuro de su familia, de ahí el ejemplo. Por eso, y mucho más, Corregidor sigue vigente de la mano de tres de sus hijos.