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Defensor de los Lectores

Fallo que replanteó la grieta y abrió nueva Caja de Pandora

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Peligro. A uno y otro lado, peronistas y antiperonistas debieran cuidarse de liberar los demonios. | cedoc

La ratificación de la condena a prisión de Cristina Fernández de Kirchner y su inhabilitación de por vida para ejercer cargos públicos resultó, como era previsible, un disparador dramático de la reedición de la grieta, al parecer insalvable, entre peronismo y antiperonismo. En tiempos recientes, ese quiebre en buen parte de la sociedad argentina planteaba como antagonistas a defensores del llamado neoliberalismo y del progresismo, una confrontación ideológica, pero limitada a argumentaciones a uno y otro lado con cierto respeto por las normas de convivencia democrática.

Esto es otra cosa. Inteligente, políticamente sólida, la expresidenta abrió nuevamente el cofre en el que convivían, sin tanta exposición, esas posturas abiertas desde el nacimiento mismo del peronismo como fuerza política. Fue hábil Cristina en su exposición (inéditamente breve) ante la militancia tras el fallo condenatorio de la Corte Suprema de Justicia: se instaló como el nuevo eslabón en la cadena de sucesos que marcaron la vida del peronismo, en particular desde el derrocamiento de su fundador en 1955 y la represión letal que lo sucedió. Le valió para traer a la memoria y establecer un paralelo entre ella y personajes de la historia. Una perseguida por sus ideas y prácticas.

Fue muy interesante –lo sigue siendo– observar de qué manera abordaron esta cuestión los medios de comunicación tradicionales y las redes mayoritariamente dominadas por los trolls libertarios. Comunicadores que hasta ahora encaraban sus comentarios de manera crítica, pero no al extremo, optaron por subirse al carro del más crudo antiperonismo. Ya no se trataba de calificar a la condenada: le adjudicaron numerosos sustantivos y adjetivos (rea, chorra, ladrona, entre tantos otros de mayor o menor virulencia) y se prendieron a la cosa juzgada sin entrar en el análisis del proceso con un mínimo de objetividad. En verdad, esperaban que todo terminara como terminó (o como empezó, pero esa es otra parte de la historia y el futuro) para justificar una postura contra el principal sector político de la oposición que excede con holgura las calificaciones para con su principal referente.

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En eso se plantó buena parte del periodismo, en particular los habituales interlocutores del Presidente y sus adláteres, a quienes ya he calificado desde estas líneas con adjetivos, prefiero no repetir porque los lectores de este diario ya conocen mi postura frente a ellos. Ya no se trata, en esos medios y entre esos comunicadores, de aplaudir lo que Javier Milei hace o deshace, sino de atacar al peronismo en su conjunto. Estamos viendo, entonces, un reacomodamiento de posiciones, un nuevo agrupamiento, una nueva forma de identificar los extremos de la grieta. De esto se trata y esto es lo que viviremos los argentinos de ahora en más.

Los centenares o miles de peronistas (con k o sin ella) que acompañaron esa noche del martes y días siguientes a su líder condenada, tuvieron conductas disímiles, en todos los casos cargadas de dolor y también bronca. Hubo, mayoritariamente, manifestantes enojados y sufrientes que sólo fueron a acompañar a la expresidenta. Hubo, también, quienes prefirieron el camino de la violencia. Por cierto, no fue gratuita la mención que hizo Cristina a Clarín como uno de los poderes entre las sombras: el ataque contra la planta baja de Canal 13 y TN Noticias así lo demuestra. Tal vez, la expresidenta debería evitar que se abra una Caja de Pandora de contenido explosivo.

Para quienes ejercemos este oficio comprometidos con el mayor acercamiento a la verdad y la buena información, la confrontación peronismo-antiperonismo es un mal camino.