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opositores hipocritas

Fantasías y realidades en medio de la campaña

Los críticos no hablan crudamente de problemas de la economía que deberán enfrentar y sobre los cuales serían responsables en caso de llegar al poder.

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La distancia entre la fantasía y la realidad, que ha caracterizado el relato oficial de estos tiempos, más con verdades a medias que con mentiras “puras”, se ha colado en la campaña electoral, de una manera curiosa.

Los principales representantes opositores, con honrosas excepciones, “fantasean” con que estamos frente a  una elección presidencial  y prometen cosas que, en un régimen presidencialista como el nuestro, sólo podrían cumplir en caso  de controlar el Ejecutivo. Los principales representantes oficialistas, por su parte, y también con algunas excepciones, “fantasean” con ser los potenciales sucesores de la Presidenta, mientras declaman lealtades y sugieren, implícitamente, su vocación de “Cristina eterna”.

En este contexto, el oficialismo ha logrado ya un triunfo temático, porque lo que se perfilaba como un plebiscito implícito respecto de la reforma constitucional de facto que está llevando a cabo este gobierno, se ha convertido en una campaña más “tradicional” en torno a políticas y resultados, en dónde, otra vez, en el marco de verdades a medias o mentiras encubiertas, con publicidad oficial explícita o disfrazada, o con obras varias veces anunciadas, o muy parcialmente ejecutadas, el Gobierno se mueve más en su salsa, que en la incómoda situación de tener que desmentir, o esconder, todos los días, su intento de “ir por todo”.

Pero como, humildemente, advertí en esta columna la semana pasada, los representantes de la oposición, si no clarifican rápidamente que hoy lo que está en juego es el fin de la República tal como la conocemos, que no es poco, y que salvo frenar ese objetivo oficialista e impedir más avances en ese sentido poco podrán hacer, en el corto plazo, por los temas de todos los días que le preocupan a la gente, se corre el riesgo de repetir el desencanto post 2009.

Les doy, de todas maneras, el beneficio de la duda, puesto que después de las PASO, vendrá la campaña en serio.

A propósito, vale la pena recordar que el escenario económico actual dominado por la disfrazada crisis externa (disfrazada, porque el stock de reservas inicial permite su reducción paulatina con “sólo” una brecha cambiaria en torno al 50%), y por una también disfrazada crisis fiscal (dado que la magnitud del déficit que financia el BCRA permite un impuesto inflacionario de “sólo” un 25% anual), está aquí para quedarse, y es parte central de la realidad que enfrentaremos en los próximos dos años.

En ese sentido, si bien, insisto, la responsabilidad primaria y cuasi exclusiva de estos temas es del Ejecutivo, el futuro Congreso tendrá algo que decir, aunque sea testimonialmente, sobre el Presupuesto 2014, y la crisis fiscal que genera.

Y allí sí, me parece, se podrían sentar las bases de un debate en serio en torno a qué, cómo, cuánto y para qué  gasta el sector público en la Argentina, y qué, cómo, cuánto y para qué se financia con impuestos genuinos, cuanto a través del sistema de precios, cuánto con endeudamiento, cuánto con inflación.

A título de un pequeño ejemplo, el gasto en Fútbol para Todos más el gasto público en Aerolíneas Argentinas equivale, aproximadamente, a lo que se recaudaría con la extensión del Impuesto a las Ganancias a la renta financiera de las personas. O, lo que es lo mismo, el Impuesto a las Ganancias de los trabajadores paga hoy los déficit de los vuelos internacionales de Aerolíneas Argentinas, y financia los desaguisados de los clubes de fútbol de la Argentina, más la costosa producción de su televisación sin cargo a todo el país. Dicho sea de paso, en lugar de amenazar, desde la AFIP, a los clubes por el no cumplimiento de sus obligaciones fiscales y previsionales, ¿no sería más razonable, como se le hace al resto de los contribuyentes, determinarles de oficio la deuda, hacerles una “retención en la fuente” en cuotas y pagarles sólo el neto?

En síntesis, por ahora, los candidatos de la oposición hablan de los grandes temas, para evitar los “pequeños”, en dónde podrían tener alguna responsabilidad futura y no destacan suficientemente que el principal objetivo de esta elección es frenar el inconstitucional cambio constitucional al que estamos asistiendo. Mientras que los oficialistas  disimulan el “vamos por todo”.

Quizás, después de las PASO, alguna fracción del discurso se “sincere” y prepare la discusión para los temas de fondo que siempre postergamos.