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Ficción pulposa

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Cuando era joven, de eso hace muchos años, pasaba el verano leyendo policiales. Me quedó un recuerdo grato de la experiencia porque era la promesa de un ocio infinito. Ignoraba entonces que lo mío era una adicción a la pulp fiction, expresión en la que reparé más tarde, tal vez gracias a la película de Tarantino. Hoy es de uso corriente, tanto que la editorial Interzona lanzó en estos meses una colección que se llama Pulp, que ya lleva cuatro títulos y cuyo aspecto imita a las novelas baratas de mi adolescencia. Es muy atractivo el diseño de Candelaria Espeche, muy cuidado en su descuido que incluye tachaduras, manchas y pasajes en letra manuscrita.
Hasta ahora, Pulp ha editado una policial, una de zombies, un relato cyberpunk y un noir fantástico con hombres lobos, zombies y científicos locos. Este libro se llama Trasnoche vudú y su autor es Mariano Buscaglia (Buenos Aires, 1976). Es uno de los dos que leí junto con El paraíso de los condenados de Chingiz Akifovich Abdullayev (Bakú, 1959). Ambos incluyen una fina presentación de Alejandro Soifer, el director de la colección. Al parecer (no me queda claro si hubo una edición previa o se trata de una idea abortada) Trasnoche vudú se presentó como una obra del americano Joe Rough traducida al castellano por un español llamado Pepe Sánchez, que se florea en pasajes como “se cruza de piernas y le enseña lo justo y necesario de sus bragas para que el detective se empalme”, aunque la mezcla de chavalas y capullos con bifes y guanteras hace que la simulación sea evidente. Buscaglia imita el estilo de una novela con detective privado gringo de los 50 o 60 llena de detalles de películas e historietas de diversos géneros.
Más curioso aún es el libro de Abdullayev, el primero que se traduce al castellano de este autor azerí al que se presenta como un ex agente de la KGB que, tras la caída del Muro, se dedicó a escribir novelas de espías y hoy vende millones de ejemplares. El paraíso de los condenados no es de espías sino policial; parte de un cadáver en un leprosario y termina de un modo espantoso durante los últimos días de la Unión Soviética. Hay algo que une a Abdullayev con Buscaglia. El primero ocupó diversos cargos en las asociaciones de escritores y hoy es el presidente de la de Azerbaiján. Buscaglia es un investigador sobre el género fantástico en la Argentina. Ambos representan cierto profesionalismo, cierta habilidad artesanal, aunque uno sea un cronista de crueldades rusas y el otro un cultor paródico y erudito de su oficio. Hace poco, Caja Negra editó La sangre se esparce rápidamente, una colección de relatos pulp de Ed Wood, el cineasta psicótico que dirigió Plan 9 del espacio exterior. Wood vivía de publicar en las revistas del género y su escritura es tan desprolija y tan intensa como sus películas. La frescura y la espontaneidad de una obra tan personal contrastan con una pesadez anónima a la que Trasnoche vudú y El paraíso de los condenados no pueden sustraerse aunque estén escritos con destreza. La literatura del pulp era una maquinaria industrial que esclavizaba a los autores pero no aplastaba su escritura. En su controlado revival, por el contrario, la tecnología literaria integra al empresario con el artista en una misma papilla autoconsciente.