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afganistan, en foco

Filtraciones y libertad de prensa

La divulgación de 92 mil documentos reservados abrió un debate en Estados Unidos. El caso WikiLeaks, la seguridad interior y el periodismo en medio de la guerra.

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El domingo 25 de julio de 2010, los diarios The Guardian y The New York Times y la revista Der Spiegel hicieron público un conjunto de 92 mil documentos sobre la guerra de Afganistán, que comprende el período 2004/2009. El mismo día los colgó el portal WikiLeaks, sitio independiente que difunde documentación anónima y filtraciones con contenido sensible, cuidando el anonimato de origen. Un tiempo antes WikiLeaks había compartido dicho material con los diarios para asegurarse de que gozaría de una considerable exposición.

Los escritos contienen inteligencia táctica sobre cruces de fuego entremezclada con reyertas de oficiales superiores norteamericanos y paquistaníes; detalles sobre el uso de misiles tierra-aire por parte de combatientes afganos junto con seguimientos de las actividades del ex director del ISI (Inter-Services Intelligence, servicio de inteligencia de Pakistán), teniente general Hamid Gul, acusado de mantener lazos con los talibanes. También, los informes revelan operaciones encubiertas y muertes de civiles de las que nunca se informó al público.

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El episodio suscita alguna reflexión sobre la revelación en sí, y otra vinculada con el rumbo que toma el concepto de libertad de prensa. En cuanto a lo primero, hay quienes –como el analista en inteligencia George Friedman– relativizan el valor de lo publicado. Que los talibanes son una fuerza de combate más sofisticada de lo que se había supuesto, porque disponen de sistemas portátiles de defensa aérea (Manpads) contra los aviones norteamericanos, ni era desconocido por los expertos civiles ni cambia el carácter fundamental de la guerra. Que los paquistaníes combaten insuficientemente los santuarios talibanes en Afganistán y no los erradican suficientemente en el propio suelo, que Hamid Gul opera en Afganistán y que hay algunos de sus compatriotas que proveen de suministros a los rebeldes, no revela una nueva realidad sino que brinda enormes detalles acerca de la ya conocida. Estados Unidos, culmina Friedman, nunca ha derrotado a los talibanes porque ello requeriría volcar recursos masivos que el país no tiene. Y añade que Afganistán es un tema secundario en la agenda norteamericana, menos importante que la estabilidad en Pakistán, especialmente desde que Al Qaeda estableció bases en muchos otros países.

Estos razonamientos, aunque fueran ciertos, no son compartidos y dejan de pie el enorme interrogante acerca de quién o quiénes pudieron tener acceso a la compilación documental y el tiempo y las facilidades para transmitirla al mundo.

A fines de mayo, luego de que un pirata informático de nombre Adrian Lamo denunciara que el soldado de inteligencia Bradley Manning había presumido de haber descargado 260 mil documentos y habérselos enviado a WikiLeaks, las autoridades detuvieron a este último y lo enviaron a una prisión militar en Kuwait, donde todavía permanece.

El último jueves, el Pentágono confirmó que el principal sospechoso de la filtración de los documentos clasificados es el joven de 22 años Bradley Manning. El departamento dirigido por Robert Gates cree que Manning se conectó a la red altamente protegida Secret Internet Protocol Router Network (Siprnet, Red de Internet con Protocolo de Ruteo Secreto), que permite tener acceso a correos electrónicos y al sistema de Internet clasificado del Pentágono a quienes cuenten con la autorización adecuada.

Lejos de Friedman, fuentes del Pentágono han hecho saber que podría llevar semanas determinar cuánto daño le ha hecho a la seguridad nacional estadounidense la revelación acerca de la guerra de Afganistán. El diario austríaco Der Standard, directamente da la guerra por irrecuperable: “Da lo mismo lo que se les ocurra ahora a los estrategas de Estados Unidos, Bruselas y Kabul, la credibilidad está perdida”. El sensacionalista The Sun, británico, se mesa los cabellos: “La publicación de informes del servicio de inteligencia por parte de los periódicos de izquierda de Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos sólo puede tener un efecto: minar la moral de los hombres y mujeres que están en el frente dispuestos a dar su vida por la libertad”. El suizo Neue Zürcher Zeitung enfoca la libertad de prensa: “Los trabajadores en busca de venganza (…) han filtrado desde siempre a los periódicos documentos secretos de sus empleadores. Sin estos ‘whistleblowers’ (denunciantes internos)” no habría periodismo de investigación. El portal de noticias Delfi, de Estonia, hunde el bisturí en la coalición occidental: “Si la OTAN ofrece el derecho a la defensa y prescribe la participación obligatoria en misiones comunes, ¿existe también una responsabilidad colectiva en la matanza de civiles? En los documentos publicados no se nombra directamente a soldados estonios, pero somos aliados de los estadounidenses, de los británicos y de otros socios de la OTAN a los que se acusa de haber matado a civiles, entre ellos también a niños”.

La libertad de prensa debe ser una libertad “en conflicto”. La pregunta que aparece es si WikiLeaks es periodismo o no lo es. “No sé cómo deberíamos llamar a lo que WikiLeaks está haciendo, y no lo digo con menosprecio”, responde Paul Stieger, antiguo director editorial de The Wall Street Journal. El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, ha declarado al periódico alemán Der Spiegel: “Me gusta ayudar a la gente que es vulnerable. Y me gusta aplastar a los bastardos”. Assange, que no tiene casa y vive con sus amigos alrededor del mundo, se expresa más como un combatiente por la verdad que usa la prensa de arma, que como un periodista.

Pero acaso hacia esa forma de comunicación esté yendo el mundo. En junio de este año, y sobre una idea de Assange, Islandia promulgó la Iniciativa Islandesa de Medios de Comunicación Modernos (IMMI, por sus siglas en inglés), el mayor paso en defensa de la expresión en libertad que jamás se haya producido. La ley transforma al país en un nirvana de la libertad de expresión y de información, donde los que publican tienen garantizado que su información no será censurada.

Así, el episodio “WikiLeaks” deja al descubierto tanto la importancia que ha alcanzado una plataforma que no existía hace un puñado de años, como que los medios habituales todavía tienen un papel decisivo en la propalación de las noticias. Aunque lo último parecería entrar en vía de estrechamiento mientras que lo primero marcharía hacia una dimensión todavía desconocida, sobre la que habrá que insistir.