Si es cierta la versión de Sergio Massa sobre la solidaridad de gobernadores peronistas tras la dura derrota en las PASO, suena injusta la acusación de Juan Manzur a Florencio Randazzo: martillar el último clavo al féretro del PJ. No sólo porque omite citar a quienes iniciaron la tarea. Disiente con la consigna de sus colegas para revertir una elección donde el desempeño no deja margen de optimismo.
Es extraño. A su modo, el ex ministro coincide con el gobernador de Tucumán. Explicó en campaña que la presidencia de Mauricio Macri es fruto de errores en las dos anteriores. Lo mismo que Massa y la ex presidenta, eluden interpretar señales de agotamiento en las dificultades expresadas por sus agendas para proponerse como alternativa de futuro.
Massa irá por lo que cree seguro. Competir con Randazzo por el voto peronista en los seis puntos que Cambiemos precisa que retenga para que no migren a Cristina. Es una estrategia defensiva. Cambiemos apuntará a los 14 que obtuvo. La peronización de Massa implica admitir el fracaso de la alianza electoral con Margarita Stolbizer.
Podría ser un cambio de rumbo: una candidatura a gobernador en 2019. Si fuese así, debería preocuparse por controlar el PJ. Con eso especula en el orden nacional José Manuel de la Sota luego del traspié de Juan Schiaretti. Manzur se acercó a él para recuperar, por su intermedio, el diálogo perdido con Macri.
A Randazzo se le reprocha no entenderse con Massa y profundizar la crisis del peronismo, que los gobernadores creían encapsulada en territorio bonaerense. Una situación festejada hasta que las PASO los hizo percatarse de la silenciosa extensión de ese fenómeno corrosivo en otras provincias. Córdoba, Entre Ríos, La Pampa y San Luis trabajan en un restañado de urgencia. La alarma está encendida en el resto.
No es extraño que perciban a la ex presidenta como un problema exclusivo del GBA. Lo mismo que las facciones peronistas de esa región que aspiran a un proceso de unidad ordenado por los resultados del próximo 22 de octubre: casi una selección natural de eventuales postulantes a la gobernación.
Método. El método para superar divisiones los pone en disyuntiva. Si gana las PASO, CFK lo haría por mucho menos de 5 puntos. Le costaría alinear a intendentes del Conurbano, librados de su liderazgo pero en riesgo de ser arrastrados en una eventual caída si no consigue ampliar esa brecha sobre Esteban Bullrich en las legislativas. Lo que actualiza el debate por el impacto de la disputa de cargos nacionales en los municipales.
De allí el malestar en la Tercera Sección: a Juan José Mussi le molesta que su hijo e intendente de Berazategui, Juan Patricio, no esté en la lista de diputados provinciales. Y a Martín Insaurralde, que se hayan achicado a la mitad los 15 puntos sobre Cambiemos en las PASO 2015. Inquieta a Fernando Gray, que mira con otra simpatía a La Matanza.
El de Esteban Echeverría perdió 5% de la primaria anterior. Las cosas no son fáciles para Verónica Magario. De los 50 puntos de hace dos años pasó a 45. Cambiemos evolucionó del 20% al 25%. El enigma es saber cómo definir en términos estadísticos el comportamiento electoral de Hilario Cayuqueo y Rubén “el Negro” Ledesma.
Los sindicalistas de la Uocra y de Comercio obtuvieron 21,36% y 18,82% en la otra primaria, con boletas del Frente para la Victoria y UNA. En la de este año, 5,72% y 12% con las de Cumplir y 1PAIS. Los dos mantienen estrecha relación con Magario, necesitada de ratificar el resultado del 13/8 para posicionarse sobre sus pares.
Gustavo Menéndez se esmera en velar por el conjunto, que es ocuparse de lo propio: liderar la primera sección. Aunque se impuso por 20 puntos, el intendente de Merlo pretende evitar sorpresas como la de Ituzaingó, donde ganó Cambiemos.
Una de las zonas más pobres del oeste del Conurbano, donde ya gobiernan Diego Valenzuela (Tres de Febrero), Ramiro Tagliaferro (Morón) y Joaquín de la Torre (San Miguel). El trío aportó 50 mil votos a Bullrich en la región.
Al igual que Magario e Insaurralde, Menéndez desea el control del PJ. La parálisis de la campaña hasta la resolución de las PASO intranquiliza.
También el ansia de Cristina por ver en primera plana de los diarios su victoria. Curiosa empatía con Alberto Fernández. El más perdurable de sus jefes de Gabinete despierta perplejidad por la atención a esos contenidos en la era de las redes. Tal vez sea que allí sus aflicciones se conviertan en noticia.
La prioridad en Cumplir es el ingreso de dos diputados nacionales: Eduardo “Balli” Bucca y Juan Manuel Abal Medina. En Bolívar, Cambiemos superó por 30% al intendente. El senador mantendría activo al diezmado Movimiento Evita, que no reunió los 155 mil votos que Fernando “Chino” Navarro precisa para renovar banca de diputado en la Legislatura bonaerense.
Extraño. Massa observa extrañado el triunfo de Randazzo en Chivilcoy, su pueblo, gobernado por Guillermo Brito (1PAIS), que quedó tercero. Con Junín y Trenque Lauquen, Chivilcoy es de los padrones más importantes en la cuarta sección. Britos no vio satisfecha la expectativa de colocar un candidato a senador provincial.
También San Fernando: Luis Andreotti venció por casi 7% a Cambiemos en el tramo local de las PASO pero perdió el nacional. Es el único aliado que conserva Massa en la primera sección. Por inesperada, la dificultad mayor provendría de Tigre si Malena Galmarini se postula a intendenta para suceder a Julio Zamora. Es lo que sostiene un trascendido ligado a otro: las conversaciones adelantadas de Zamora con Cambiemos.
Los intendentes redoblarán su política vecinalista: es un modo de adelantar que limitarán la asociación con Cristina. Cambiemos especula con que una boleta prohijada por María Eugenia Vidal será apreciada como una solución universal en condiciones de adecuarse a la necesidad de cada uno de los distritos desinteresados en la suerte de la pelea por los senadores nacionales.
No parece que ese momento haya llegado.
Aunque sí tal vez el del final para un PJ convencido de la sociedad perpetua con el poder. Un placer que adormece primero los sentidos y después el juicio.