Como si no fueran suficientes los datos disponibles, el Gobierno se involucró, por las suyas, en nuevas dificultades. Podrían computarse como hechos de la realidad el cambio de condiciones más anunciado de la historia reciente de la economía y el alza de las tasas de interés en los EE.UU., que podría preanunciar una retirada de capitales de los países emergentes. El medio punto que la Fed actualizó en su tasa de referencia se sintió aquí como una puntada, que no hirió pero sí dolió: no fue tanto por el traslado a la cotización del dólar, que trepó hasta casi $ 17, sino como confirmación del cambio de condiciones financieras para el país. Como se explicó ayer en PERFIL, corren riesgo las posibilidades de endeudarse nuevamente a las tasas que se esperaban hace un año –y no tanto–, cuando Trump presidente era sólo un chiste de mal gusto y las gráficas del bajo costo del capital disponible para las empresas eran la gran oportunidad de encarar un “ajuste gradualista” en la Argentina.
Pues bien, las condiciones internacionales cambiaron en el momento en que la garantía de gobernabilidad que ofrecía el Gobierno, y que era uno de los argumentos para la “venta” del país en el exterior, también trastabilló en el Congreso con el patinazo de la reforma del impuesto a las ganancias.
Aunque pueda evitarse el aumento desmesurado del costo fiscal en la raya y sobre la hora de este partido con la oposición reagrupada, el esfuerzo para dotar de seguridad a largo plazo el plan de Cambiemos necesita nuevos interlocutores. O mejores datos duros de la realidad.
Se da también en coincidencia con el debate del futuro de Cambiemos y la evaluación de su política de alianzas, en un contexto no precisamente pacífico entre los socios de la coalición gobernante desde hace un año y una semana.
Percepción de riesgo. Sorprende que, mientras crece una percepción de riesgo de la supervivencia política con la mirada clavada en las elecciones del año próximo, los quiebres en Cambiemos rocen áreas sensibles, como es ahora la del financiamiento. Bien lo sabe el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, quien sufrió una desautorización frente al ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay. Durante la semana pasada, se mencionó que la asistencia de Prat-Gay, en Colombia, a la asamblea de elección del nuevo presidente de la Corporación Andina de Fomento (CAF) fue un laudo de Mauricio Macri para alejarlo del debate del proyecto de Ganancias. En realidad, viajó como presidente del directorio de la entidad, y quedó en el foco de la interna de Cambiemos por el papel decisivo que jugó en la designación del peruano Luis Carranza Ugarte, por cinco años, al frente de un organismo que maneja presupuesto y financiamiento en toda la región, en reemplazo de Enrique García. El economista peruano se impuso a otro candidato con ambiciones, el actual representante de la CAF en Buenos Aires. Se trata de Rubén Ramírez, ex canciller de Paraguay, que contaba con el apoyo del presidente de su país, Horacio Cartes, amigo a la vez de Mauricio Macri, con quien se conocen del mercado de la compraventa de jugadores de fútbol.
Ramírez tiene una hoja de ruta personal que lo conduce a la presidencia de Paraguay, para lo cual la CAF podría ser una buena vidriera. Así las cosas, los lobbistas hicieron llegar al Gobierno el interés paraguayo por la bendición argentina para ungir a Ramírez. La CAF, una de las billeteras disponibles más importantes para proyectos de infraestructura en la región, había conquistado ya el corazón de Roríguez Larreta. A él y su proyecto de dar vuelta a la Ciudad en ocho años le había entregado una línea de crédito de US$ 619 millones para financiar la Autopista del Bajo.
La inquietud paraguaya llegó al jefe de Gabinete, Marcos Peña, quien originalmente fue reticente al pedido por un primer compromiso que se había asumido durante el gobierno de Ollanta Humala con otro candidato peruano, antes del recambio por Pedro Pablo Kuczynski. Finalmente, Peña dio señales en favor de Ramírez. Parece que allí estalló el concepto de trabajo en equipo de Cambiemos, porque Prat-Gay, con incumbencia operativa sobre los organismos internacionales de crédito, no sólo citó hace cuatro semanas a Ramírez al Palacio de Hacienda para pedirle explicaciones de las gestiones preelectorales, sino que llevó el voto cantante de Carranza Ugarte. Así pagan los amigos.
Sin arranque. La anécdota ilustra un estado de rupturas internas que presionan sobre la gestión de Macri. Si se quiere, la rebelión de Emilio Monzó, el titular de Diputados, que demandó mayor espacio para aliados no radicales, habrá resultado un emergente para la emergencia. Pero no es soslayable cuando las rencillas de poder pueden afectar la disponibilidad de fondos (en este caso de la CAF) en momentos de necesidad.
Que el Banco Central haya mantenido su tasa nuevamente en 24,75% busca atajar también la lluvia de pesos que habrá en la calle en los próximos veintedías, y consolidar el dato de 1,6% de inflación de noviembre. Y sin mejoras de la actividad, sólo el campo puede seguir ayudando, también con aumentos de los precios de los granos.
Pero nada hace prever una mejora social consistente, y mucho menos que llegue pronto. La Iglesia bajó la semana pasada a la tierra de la economía y la política para certificarlo. Lo hizo con el aval que le otorgó al exhaustivo estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) el rector de la UCA y virtual portavoz de Francisco, monseñor Víctor Fernández. Los datos certificaron un derrotero de precariedad laboral que lleva por lo menos seis años, que tuvo altibajos y que, según el director del ODSA, Agustín Salvia, las reformas del último año no lograron corregir, como tampoco convocar inversiones.
Fernández planteó una agenda clara. “Todavía no arrancamos”, dijo. “Tenemos que poner el acento en el empleo, es lo que ya expresó Francisco; va creciendo la precaricación, y esto nos preocupa porque todavía no arrancamos”, insistió. Un día antes se había aprobado la Ley de Emergencia Social, arrancada al Gobierno por las organizaciones sociales y de trabajadores informales. “No queremos favorecer los subsidios, sino premiar el trabajo permanente y estable. Ahora, la situación de los trabajadores precarios es dramática, por lo cual acompañaremos todo aquello que sea a favor de la dignidad de la persona”, subrayó. Un mensaje contundente, que pareció reforzar la existencia de un referente (el Papa) en materia social, por encima de lo que se decida en la mesa chica.