COLUMNISTAS

Francia asume tareas globales

“Irán trata de dotarse de un arma nuclear. Es inaceptable, y ante todo se lo digo a los franceses: es inaceptable”, señaló esta semana en París el presidente Nicolas Sarkozy.

|

“Irán trata de dotarse de un arma nuclear. Es inaceptable, y ante todo se lo digo a los franceses: es inaceptable”, señaló esta semana en París el presidente Nicolas Sarkozy.
Mientras se encontraba en Washington, en septiembre de 2006, el entonces candidato presidencial Sarkozy describió al régimen de Teherán como una “nación fuera de la ley”, y dijo que la posibilidad de que obtuviera armas nucleares sería un acontecimiento “aterrador, que abriría la vía para una letal carrera armamentista en la región”. Agregó que “la diplomacia debe ser nuestro principal instrumento, pero debemos dejar abiertas todas las opciones”.
Por eso, en su discurso en París del 27 de agosto ante los embajadores franceses y el gabinete conducido por el premier François Fillon, Sarkozy afirmó que “la cuestión iraní es hoy el más grave problema del escenario internacional”.
El mandatario francés despliega en sus primeros 100 días de gobierno una nueva política exterior extraordinariamente ambiciosa, sustentada en un trípode vinculado internamente; es una política exterior activista, revisionista y global.
“Yo he sido elegido para encontrar solución a los problemas de Francia y a los desafíos del mundo, no para comentarlos”, señaló Sarkozy esta semana ante las cámaras de TF1 y France2.
Su premisa es que la política es un hacer eficaz, forjado en el riesgo y a través de las decisiones, que en todos los casos, inexorablemente, se conjuga en primera persona y en tiempo presente. En su estimación, y en la de su maestro intelectual, Charles de Gaulle, en la política sólo hay un eterno presente, sin pasado ni futuro.
También es una política exterior revisionista: desecha los lugares comunes, ante todo los provenientes del mundo “bien pensante”. En su reciente viaje a Senegal, declaró: “La colonización no es responsable de las actuales dificultades en Africa ni de las sangrientas guerras que los africanos hacen entre sí ni de los genocidios, las dictaduras y el fanatismo que plagan el continente”.
Denunció asimismo el “uso brutal” que hace Rusia de su poderío energético, y en su condición de “amigo”, les recordó a las nuevas potencias emergentes (China, India, Brasil, Sudáfrica, México) que su creciente relevancia internacional tiene como contrapartida la asunción de responsabilidades globales.
Por último, la nueva política exterior de Francia muestra un carácter global. Frente al desafío nuclear iraní, asume en forma autónoma, soberana, la defensa del sistema de seguridad internacional. Actúa sobre la premisa de que ésta no es sólo responsabilidad de Estados Unidos. Por eso, no se subordina a Washington, sino que converge con él.
Es así como en agosto envió a su canciller, Bernard Kouchner, a una visita de tres días a Bagdad; lo hizo después de señalar el fracaso de la política estadounidense en Irak, consecuencia de la incapacidad de Washington de “resistir la tentación al recurso unilateral a la fuerza”.
Lo decisivo en la nueva política exterior de Sarkozy es el vínculo con Washington.
La presunción del líder galo es que Estados Unidos no se reduce al gobierno de George W. Bush en el último año de su mandato, tras ser derrotado por la opinión pública en las elecciones de medio término de 2006. Para él, Estados Unidos es el eje y centro del sistema mundial. Por eso, la relación con Washington es el paso primero y decisivo para un nuevo despliegue internacional de Francia.
En su visión, Estados Unidos no es una gran potencia entre otras, un poco mayor que las demás, sino el eje del sistema de poder mundial.
En un sentido estricto, no es un vínculo diplomático, sino más bien la relación que establecen los habitantes del planeta con la ley de gravedad.
“La política exterior y la interna son un continuo de afuera hacia adentro y de adentro hacia fuera, sustentado en la voluntad de poder”, señaló De Gaulle en sus “Carnets”, transcribiendo a Nietzsche.
Sarkozy lanzó esta semana su programa de reformas del sistema de seguridad social. Como respuesta, las centrales sindicales convocaron a un paro nacional en octubre, y los ferroviarios proclamaron que, como lo hicieron en 1995, paralizarán Francia con una huelga general.
La decadencia francesa no es una metáfora. En los últimos cinco años el PBI ha crecido 1,5% anual y 2,1% en 2006. Francia es el país de menor crecimiento, junto con Italia, de la zona euro. Si creció 2,1% en 2006, la previsión para 2011 sería un crecimiento de 2,2%.
La desocupación es 8,7% de la población económicamente activa (PEA), pero lo más significativo es que en los últimos 20 años nunca estuvo por debajo del 8%.
“Francia necesita una cura urgente e intensa de modernidad”, dice Sarkozy. Y hoy la modernidad es la “mundialización” (globalización).
 “Se trata de saber si vamos a estar del lado de los ganadores o de los perdedores de la mundialización.
No acepto que éste sea el nuevo nombre de la fatalidad. Por eso, rechazo para Francia el papel de víctima en el teatro del mundo”, concluyó el jefe del Elíseo.
Hay una nueva política de Francia en marcha, interna y externa: una voluntad de poder.