Lo más grave que ocurre en este país es que Néstor Kirchner resignificó peligrosamente la sigla FPV y la convirtió en el Frente para la Venganza. La palabra “victoria” fue a parar al baúl de la nostalgia. Kirchner aisló y debilitó al gobierno de su esposa con una ceguera autodestructiva inédita. Convirtió su rencor en una política de Estado que se expresa brutalmente en la yihad patagónica que desató contra Clarín en particular y la libertad de prensa en general y contra el campo. Se produjeron un par de casos de ridiculez explícita porque Néstor tuvo que dar marcha atrás en algunos operativos punitivos que había ordenado producto de la queja vehemente y a los gritos de Cristina. Los papelones estuvieron a cargo de Ricardo Echegaray, titular de la AFIP. Primero fue cuando anunció que aviones no tripulados iban a “espiar” los campos sembrados para detectar evasión impositiva. Aníbal Fernández tuvo que salir a desmentirlo públicamente. “Es falso. No hay nada previsto con eso de los aviones.” Lo dijo por radio y por teléfono se lo anticipó a Eduardo Buzzi. El segundo paso de tragicomedia que Kirchner le obligó a dar a Echegaray fue mucho más espectacular y bananero. El desembarco de un ejército de inspectores en la sede central de Clarín y en el domicilio particular de algunos de sus directivos quedará en la historia porque superó todos los límites de la cordura y el sentido común.
En pleno conflicto con el agro, pasó algo semejante. La televisión mostró en vivo y en directo cómo alzaban en upa a Alfredo de Angeli para llevarlo detenido y eso generó el efecto contrario al buscado por Kirchner. Casi toda la opinión pública se le volvió en contra y ubicó claramente como víctima al dirigente de la Federación Agraria. El jueves pasó lo mismo. Aun los que cuestionan al Grupo Clarín por la magnitud de la concentración de sus medios se alinearon de inmediato en contra del Gobierno. Las imágenes transmitían una clara intimidación de republiqueta. El patoterismo de Estado. Dicen que Cristina puso el grito en el cielo, que comprendió rápidamente que eso la perjudicaba y que, quebrada emocionalmente, mandó a parar, como el comandante. Por eso Echegaray tuvo que dar tantas piruetas dialécticas para explicar lo inexplicable. Si no es capaz de controlar una tropa de 200 sabuesos menos va a poder conducir un organismo estratégico que mueve fortunas y que tiene un monto de información sensible de todos los argentinos. Si no se maneja con profesionalismo y autonomía, ese poder le da una gran capacidad de daño y extorsión. Otra vez Aníbal Fernández tuvo que poner la cara por él: “Echegaray no envió la inspección pero el monopolio no tiene coronita. El Gobierno no actúa como las tapas de Clarín. Tenemos una confrontación con ellos. Por lo tanto sería poco inteligente hacer una operación en este momento. Alguien se movilizó y financió esta pantomima”. Pregunta de sentido común: ¿quién financia entonces las pintadas, carteles, afiches, folletos y pasquines impresos a todo lujo y el vandalismo insurgente anti Clarín? Podríamos preguntar con la austeridad republicana de don Arturo Illia en la obra de teatro que protagoniza Arturo Bonín: “¿Quién va a pagar todo esto?”. Hay una sola respuesta: todos los argentinos con nuestros impuestos. Otra pregunta nada inocente: ¿es poco inteligente atacar a Clarín ahora porque Néstor Kirchner, el mariscal de la derrota, dijo lo que dijo cuando Leonardo Míndez, el redactor de Clarín, le preguntó lo que cualquier periodista no comprado ni asustado le tenía que preguntar? Hay que celebrar un tiro para el lado de la Justicia, porque Cristina envió al Congreso un proyecto de ley para suprimir la figura del delito de calumnias e injurias. Pero hay que condenar que siga viviendo en otro planeta cuando dice que nunca hubo mayor libertad para hablar de las autoridades que ahora. La realidad es todo lo contrario: desde el retorno de la democracia en 1983 éste es el gobierno que más hizo para controlar a los medios y a los periodistas críticos. Cristina sobreactuó con un desafío a que le prueben lo contrario. Dijo que prefiere “mil millones de mentiras antes que cerrar la boca o ser responsable de haber cerrado la boca de alguien”. Se podría recoger el guante si ella ofrece una conferencia de prensa en vivo y en directo por Canal 7 con repreguntas durante dos horas a un par de periodistas por cada medio gráfico. Sería sanador para tantas heridas abiertas.
Convertir al Estado nacional en el instrumento de sus revanchas personales es la máxima degradación institucional que comete Néstor Kirchner. Porque erosiona la investidura presidencial y vacía de credibilidad a entes que sin esa credibilidad se mueren. El INDEC antes y la AFIP ahora son dos ejemplos claros. Esto indigna y rebela a gran parte de la población. Tal vez por eso, Luis Juez, que no es de derecha ni destituyente y que fue aliado de Néstor en un comienzo, salió con los tapones de punta y cierta exageración: “Están haciendo terrorismo de Estado”. Después aclaró que no quería comparar el horror de la dictadura con las bravuconadas del autoritarismo K. Pero reconoció que es difícil encontrar sinónimos para definir a una persona que trata de meter pánico en la sociedad apelando a organismos estatales: “Antes lo hacían con ametralladoras y ahora lo hacen con traje y lentes oscuros”.
Juez no estuvo en la cumbre opositora que se atricheró en el despacho del vicepresidente Julio Cobos. Pero saludó el encuentro y compartió sus objetivos porque “este tipo –por Kirchner– es un boxeador que se pega a sí mismo pero que nos lastima a todos”.
Alberto Ballestrini acusó a Cobos de desestabilizador y el jefe de Gabinete le pidió la renuncia. El Gobierno acusó el dolor por el cachetazo de lo que fue uno de los principales hechos políticos que produjo la oposición. Hasta ahora no habían reaccionado frente a la contraofensiva kirchnerista posterior a la paliza electoral. Sería un lugar común decir que los unió el espanto, pero se puede arriesgar que se trató del germen de un frente contra la irracionalidad. Varios de sus participantes advirtieron que es el momento de tener la mayor claridad conceptual posible para separar lo principal de lo accesorio. El gran aporte que quieren hacer en estas horas los opositores es convertirse en un dique de contención de la locura. Empiezan a ser conscientes de que la fractura social cada vez más profunda los obliga a postergar un tiempo sus ambiciones personales y ponerle límites legales, parlamentarios y políticos al vale todo kirchnerista.
El valor simbólico fue la presencia de muchas figuras con alto nivel de imagen positiva en todas las encuestas, varios de ellos presidenciables, y en la potencialidad numérica que van a tener en diciembre cuando el Parlamento se renueve. Cobos, Macri, De Narváez, Sanz, Aguad, Michetti, entre otros, más la adhesión de Reutemann y Solá, seguirán buscando acuerdos para oponerse a los atropellos del Gobierno y para presentar proyectos propios. El anuncio de que van a revisar y modificar la Ley de Medios, si sale entre gallos y medianoche y sin un fuerte consenso, fue golpear en el talón de Aquiles del oficialismo. Muchos legisladores les han planteado a Agustín Rossi y Miguel Angel Pichetto que están dispuestos a jugársela y enfrentarse con Clarín. Pero se cuestionan si ese gesto no caerá en saco roto en un par de meses, cuando la correlación de fuerzas parlamentarias no les sea favorable.
Simultáneamente empezó a fraguar un acuerdo entre Carlos Reutemann y Felipe Solá. Dialogaron largamente y a solas en la casa del ex gobernador santafesino, a quien le pareció sensata la tesis de Felipe. Si no hay unidad en el peronismo anti K va a ser imposible pregonar la unidad nacional. Sospechan que si no van todos juntos en 2011 existe la posibilidad de que haya un ballottage entre dos candidatos no peronistas. ¿Cobos y Macri? Se comprometieron a no apurar definiciones sobre candidaturas, a trabajar para cohesionar el espacio en un bloque de diputados poderoso y a incorporar, entre otros caudillos provinciales, a Jorge Busti y Juan Schiaretti, que hace rato vienen coordinando tácticas con el Lole.
Vale la pena detenerse también en los que no estuvieron y en los motivos. Tal como anticipó, Elisa Carrió no está dispuesta a compartir ni una foto con Julio Cobos. “No lo votaría ni en segunda vuelta”, aclaró en su momento. Esa actitud ya es una estrategia de la Coalición Cívica, que a fin de mes fundará un nuevo partido, que dejará afuera y más cerca del radicalismo oficial a Enrique Olivera y a Margarita Stolbizer, ratificando su agrupación y mirando con más simpatía a Cobos. Los que aman a Carrió, que recién está saliendo de su problema de cervicales, creen que es correcta la idea de fustigar duro al Gobierno y diferenciarse también de la oposición. Los que ya no la bancan creen que es un síntoma de personalismo más que obliga a buenos cuadros políticos, como el senador Samuel Cabanchik, por ejemplo, a emigrar hacia otros horizontes.
Lo del socialismo hay que tomarlo con pinzas. Hay cierta rebelión en la granja porque muchos dicen que Hermes Binner quiere que sus legisladores voten acompañando al kirchnerismo en la Ley de Medios. Cuando Kirchner dijo que le gustaría tener a Binner como compañero de fórmula en 2011, fue más una señal que un piropo político. Cuentan que eso aumentó las diferencias entre el intendente de Rosario, Miguel Lifschitz, y el gobernador, y que el senador Rubén Giustiniani hizo malabarismo con las palabras ayer para decir que “así como está, el proyecto” será rechazado, pero que el socialismo quiere una nueva ley de la democracia. Hay todavía mucha negociación por delante en ese bloque.
A pesar de todo, el agujero negro más terrible que el gobierno de los Kirchner tiene por delante son las múltiples sospechas de corrupción. A las dudas que surgen de la declaración del patrimonio del matrimonio o de la valija de Antonini o las tierras compradas a precio vil y vendidas por millones, se agrega la bomba de fragmentación que tiró Graciela Ocaña hace mucho en su implacable búsqueda de la transparencia.
¿Se podrá probar lavado de dinero en los aportes para la campaña de Cristina? La investigación judicial cargada de reveladoras escuchas telefónicas es un escándalo en cualquier parte del mundo. Se trata de contabilidades demasiado burdas, donde aparecen las huellas digitales de dirigentes sindicales y políticos demasiado cercanos al matrimonio presidencial. ¿Néstor Kirchner no sabía que cerca de la mitad (no el 36% como se dijo en principio) de las donaciones de campaña figuran en la rendición formal como provenientes de la mafia de los medicamentos? ¿A Alberto Fernández, encargado de recaudar los fondos junto a su mano derecha Héctor Capaccioli, no les llamó la atención tantas irregularidades? Seguramente el juez lo va a indagar al respecto. ¿Citarán también a Alberto, que mantiene un perfil bajísimo en estos momentos?
Hay chanchullos para todos los gustos entre los generosos aportantes. Un ex colaborador de la DEA y la SIDE, como Julio César Pose, que ahora va a juicio oral acusado de narcotráfico. Tres recibos de cheques en la casa de Néstor Lorenzo, bautizado por Graciela Ocaña como el “Yabrán de los medicamentos”. La relación entre Juan José Zanola, capo de La Bancaria, y uno de los tres asesinados por el tema de la efedrina como Damián Ferrón.
La amistad y el compañerismo que tuvieron en la militancia Eduardo Berrozpe, jefe de prensa de la Asociación Bancaria, y el diputado Carlos Kunkel. O la de Néstor Lorenzo con otro acribillado: Sebastián Forza. O el vínculo desde la época de los negociados menemistas entre Néstor Vázquez y Jose Luis Lingieri, que además como sindicalista coparticipa de la dirección de la empresa de agua estatizada. ¿Es verdad que Carlos Torres, otro de los que pusieron dinero en la campaña, fue empleado del Ministerio de Salud? ¿Tiene algo que ver la droguería que abastece al sindicato de camioneros? ¿Cuántos gremios hacían la misma operatoria? ¿Sabía Cristina de todo esto? Ella tuvo un buen desempeño como legisladora en la Comisión sobre Lavado, en la que trabajó codo a codo con Elisa Carrió y Graciela Ocaña. Conoce del tema.
¿Querrá saber la verdad o sentirá que la mancha la salpica demasiado cerca? Varios de estos jerarcas sindicales no estan acostumbrados a que les allanen oficinas, policlínicos y a tener que declarar en tribunales. Los que siguen de cerca la causa creen que alguien se puede quebrar y convertirse en el primer arrepentido cuando sepa que va a ir preso.
Los investigadores creen que ese dinero negro de la campaña ni siquiera fue aportado por las droguerías. Que es plata de los fondos de la SIDE que el Estado les dio a estos muchachos, que la devolvieron blanqueada como aportes. Hay juristas que dicen que la carátula de asociación ilícita pronto encajaría perfectamente.
¿La AFIP no conocía estos movimientos bancarios extraños de personajes tan oscuros? El Banco de Santander cumplió con su protocolo y mandó sus dudas a la unidad de investigación correspondiente. ¿A nadie más le llamó la atención el tema?
Néstor Kirchner sigue en operaciones. Juega fuerte como siempre. Pero no puede controlar sus actitudes vengativas.
Es más fuerte que él. Por eso las encuestas de imagen muestran que el matrimonio sigue en dificultades. Néstor no se queda quieto. A toda hora hace un gran esfuerzo por salir del pantano. Pero parece afectado por el síndrome de las arenas movedizas: mientras más se mueve, más se entierra.