Hoy a la noche, lo más probable, será escuchar que todos ganaron: Cambiemos en el país, Cristina en la Provincia. Que con sólo repetirse estos resultados en octubre (y podrían mejorarlos) Cambiemos aumentará la cantidad de legisladores y será el partido con más votos a nivel nacional. Y el kirchnerismo, que con su líder convertida en senadora desde diciembre comenzará a bombardear a Macri proponiendo medidas como retrotraer el aumento de tarifas y transformarse en la candidata natural de la oposición para 2019.
Pero en realidad, es muy probable que todos hayan perdido. Porque en estas elecciones se plebiscitan esencialmente las primeras consecuencias del cambio de modelo económico y la actitud frente a la corrupción. Y habrá votado contra la corrupción que encarna el kirchnerismo más del 80% de la población del país y descontento con los resultados económicos de los primeros dos años de Macri el 65% de los argentinos.
También pierde Massa, que ya sin De la Sota no tendrá la misma cantidad de votos nacionales que en 2015 (dicen que De la Sota piensa regresar con todo en 2018 para ser el conductor nacional del panperonismo).
La derrota suele enseñar más que el triunfo. Vale tanto para Cristina como para Macri
Lo mismo Randazzo, que se había imaginado otro resultado sin Cristina candidata o compitiendo con ella en las PASO dentro del mismo partido. Y los gobernadores del PJ, a quienes con Cristina en el Senado se les dificultarán las negociaciones con Macri.
Las encuestas con las que se llega a la elección reflejan un contexto de interregno político donde Cambiemos aún no terminó de consolidarse pero tampoco ninguna otra fuerza emerge con claridad. Pero otro sería el escenario si Cambiemos sorprendiera ganando en la provincia de Buenos Aires por dos puntos, como indicaría la última encuesta de una importantísima empresa que trabaja para el Gobierno y no quiere jugarse a hacer públicos sus pronósticos para las PASO, aunque sí los hará para las de octubre. Después de los errores en los pronósticos del Brexit, el triunfo de Trump y la derrota de la “paz” en Colombia, las encuestas son instrumentos cada vez más frágiles. La decena de encuestadoras que dieron ganadora a Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires mantenían un porcentaje de indecisos mayor que la diferencia a favor de la ex presidenta sobre Cambiemos.
Pero empatando o aun si le ganara a Cristina, en cualquier caso Macri deberá replantear sus próximos dos años si no quiere vivir con el corazón en la boca todo el tiempo. En la columna de ayer se mostraba el grado de relación entre consenso político y bonanza económica, reflejado en los dos picos de mayor crecimiento económico de nuestra historia contemporánea durante los cuatro años entre 1991 y 1994, cuando crecimos el 36%, y en los cinco años entre 2003 y 2008, cuando crecimos el 44%. Antes y después de esos dos períodos, nunca se había logrado crecer más de dos años seguidos, repitiendo el stop and go de nuestro clásico frenar y andar.
Lo mismo el panperonismo: aun ganando la provincia a Cristina Kirchner, no le alcanzará para aspirar a ganar un ballottage en 2019; si Massa no llegara al 20% en las PASO, correría el riesgo de quedar jibarizado en octubre por efecto de la polarización, y por lo mismo Randazzo, de caer en la insignificancia.
Transversalidad 2018. La alianza natural que se podría producir es la de Cambiemos con los gobernadores del PJ, quienes no tienen una visión de la economía incompatible con la de Macri.
Si en los próximos meses se confirmaran los pronósticos de crecimiento económico que tiene el Gobierno en un hipotético plebiscito, ya no votaría en contra de la economía el 65% de la población y a la natural coincidencia de intereses entre los poderes ejecutivos provinciales y el nacional por la necesidad de ambos de gobernabilidad se sumaría la conveniencia política de acompañar un modelo económico que rinda frutos y sea, progresivamente, más apoyado por la mayoría de la población.
La transversalidad peronista-radical que llevó adelante Néstor Kirchner en 2007 podría ser recreada una década después desde Cambiemos, invirtiendo la ecuación con el peronismo como acompañante. Pero para que sea posible, tendría que haber un éxito económico palpable por una gran mayoría que recreara una de las condiciones de posibilidad de un pacto político.
"Cambiemos gana en Argentina y Cristina en Buenos Aires", triunfo compartido, derrota compartida
Que pierdan todos no necesariamente tendría que ser malo para todos. El triunfo no pocas veces estanca a las personas y el fracaso, al interpelarlas, las empuja a mejorar. Macri, comprendiendo que “riqueza es diversidad en armonía”, precisa sumar más espesura política en su gobierno. Por su parte, Cristina Kirchner, comprobando qué lejos quedó su 54% a nivel nacional y necesita orientarse a buscar una negociación con el peronismo para pasar su vejez más tranquila, viéndose en el espejo que le devuelve la situación actual de Menem.
Probablemente estas elecciones sean también el comienzo del paso a retiro de figuras, partidos o aspiraciones. Por ejemplo, Stolbizer podría quedar sin una banca.
Lousteau, con su aspiración a suceder a Rodríguez Larreta en 2019 muy herida. Otros comienzos de retiro serían los de Rodríguez Saá y Pino Solanas mientras que el caso opuesto será su ex aliada Elisa Carrió, quien podrá obtener en la Ciudad de Buenos Aires la mayor victoria porcentual de toda su carrera política. Quizá sea ella la única ganadora que todos descuentan antes de abrir las urnas a las 18.
Quedarán diez semanas hasta las elecciones de octubre, y allí sí comenzará otro ciclo de la política argentina. Por entonces, a Macri le será más útil contar con los consejos de Emilio Monzó que con los de Duran Barba.