De casualidad, buscando otro video en YouTube, escucho: “Usted preguntará por qué cantamos”, de un tema muy popular a comienzos de los años 80. Letra de Mario Benedetti, música de Alberto Favero. Es una versión reciente. Potente, conmovedora interpretación de Juan Carlos Baglietto. “Si cada hora vino con su muerte/si el tiempo es una cueva de ladrones/los aires ya no eran buenos aires/la vida nada más que un blanco móvil/usted preguntará por qué cantamos…”.
El video
Campaña electoral 2015. Pregunta Felipe Solá: “Si vos amás la Provincia y ves a algunos candidatos a gobernador, te preocupás, ¿no es cierto?”. Contesta Daniel Arroyo: “La verdad es que sí. La mamá o el papá que está preocupado por la inseguridad, porque se vende droga en los barrios, debería pensar en serio si Aníbal Fernández es la persona para manejar la Policía Bonaerense”. Dice Solá: “Cuando apagamos la luz y nos quedamos a solas, pensamos en serio. Bueno, imaginen a Aníbal Fernández conduciendo la Provincia”. Placa de cierre: “Drogas sí, o drogas no, vos elegís”.
Ellos sabían bien quién era, y a quién servía. Aníbal Fernández nunca ganó una elección. Perdió frente a María Eugenia Vidal en 2015. Volvió a perder en 2019, cuando encabezó una lista de concejales en Pinamar. Desde que se profugó de la Justicia, escondido en el baúl del auto de su abogado cuando era intendente de Quilmes, en 1994 –tenía orden de captura por delitos de corrupción y en su local partidario requisaron medio kilo de cocaína–, a la hora de pedir el voto siempre se ocultó bajo una sábana.
A pesar de su prontuario, ocupó todos los cargos posibles. En la Provincia, senador, ministro de Trabajo. En la Nación, diputado, ministro de Producción, Interior, Justicia, jefe de Gabinete, en los gobiernos de Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández. Cuando tuvieron que guardarlo, después de perder en Pinamar, le dieron Yacimientos Carboníferos Fiscales. En 2020 el presidente Alberto Fernández, responsable de la campaña electoral que en 2015 aprobó el video “Drogas sí, o drogas no, vos elegís”, lo nombró ministro de Seguridad.
Desde hace treinta y cinco años vive del presupuesto público. Disfruta de altos salarios abonados puntualmente, más viáticos, pasajes gratis, gastos pagados, chofer, tiene propiedades, bienes, fortuna. Solo se reconoce a Aníbal Fernández por ser un personaje servil, vulgar, grosero, ignorante, prepotente con guardaespaldas. No se recuerda una medida, una decisión suya relevante, destacada, que haya servido para mejorar algo. Usted se preguntará entonces: ¿quién, por qué, para hacer qué, lo banca, lo pone, lo necesita ahí?
Los fiscales que investigaron el triple asesinato de traficantes de efedrina, el de los colombianos muertos en el estacionamiento de Unicenter, encuentran pelos del bigote de La Morsa en el caldo de sangre de los crímenes narco. Aníbal Fernández dice por experiencia, como quien conoce mucho, y sabe, que la cantidad de víctimas en Rosario no es novedad, que sucede desde hace veinte años, que no es su responsabilidad porque, al parecer, se dedicaba a otra cosa. “Los narcos han ganado”, confirma, pero tranquilos que, ahora sí, él se está ocupando.
“Cantamos porque el cruel no tiene nombre/y en cambio tiene nombre su destino”, canta Baglietto. Haga su lista, piense en la cantidad de garrapatas, abrojos, mediocres Aníbales que desde los 90 se reparten el poder, las cajas de guita ajena, en sindicatos, gobernaciones, intendencias. Una vez adentro, tejen relaciones, hacen favores a empresarios cómplices, encubren a los que reparten falopa en ambulancias, regalan zapatillas, heladeras, subsidios, disponen de matones, bandas, barras, policías, abogados, secretarios que la embolsan, financistas que la lavan, jueces que amparan.
Decía/dice la canción que “el grito no es bastante/y no es bastante el llanto ni la bronca”, pero aun así cantamos, “porque creemos en la gente/y porque venceremos la derrota”. Usted se preguntará entonces por qué ahora, ante la evidencia del tendal de miseria y muertos en vida que van dejando, en las calles se impone la desesperación, el llanto, la resignación, la tristeza. Ya lo dijo Aníbal.
Ganaron ellos.
*Periodista.