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Argentina y sus crisis

La sombra del doctor Fausto

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Presidente. “Su desempeño asoma como una ejemplificación patética.” | cedoc

En su más reciente ensayo (La sociedad paliativa) el filósofo coreano Byung-Chul Han, que vive y se formó en Alemania, en las universidades de Friburgo y Munich, realiza un profundo y despiadado análisis de estos tiempos de pandemia en los que, como demuestra de un modo crudo, la vida parece haberse reducido a un mero proceso biológico que debe ser preservado a toda costa. Ya no importa para qué se vive, ni el sentido de la existencia. Incluso los valores, y por momentos incluso los afectos y su historia, pasan a un segundo plano y pueden ser sacrificados o negociados en transacciones fáusticas. Como se recuerda, la clásica leyenda alemana del doctor Fausto (inspirada, según se dice, en Johann Georg Faust, alquimista del siglo XVI que murió en una explosión de elementos químicos) habla de un hombre que realiza un pacto con el Diablo, contrato en el que entrega su alma a cambio de riquezas, poderes y conocimientos. Esa negociación desnuda las oscuridades a las cuales puede llegar el ser humano cegado por la ambición. Esta leyenda inspiró obras clásicas de dos grandes de la literatura humana y universal, como Johann Wolfgang von Goethe (inmortalizado simplemente como Goethe) y Thomas Mann.

La vida en las condiciones actuales, dice Byung-Chul Han, ya no es un fenómeno trascendente, preñado de sentido, sino apenas una función que hay que mantener vigente mediante cualquier recurso, desde los políticos hasta los médicos, económicos, sanitarios o científicos. Y en ese proceso esos mismos recursos se automatizan, se pervierten, se vacían de sentido. La vida pierde toda dimensión metafísica, la supervivencia se convierte en un fin en sí mismo y quien cuestiona ese fin debe ser inmediatamente anatemizado, apartado, denostado. Finalmente, señala el filósofo, cuando solo se vive para sobrevivir la consecuencia es que aumenta de un modo angustioso el miedo a morir. La muerte ya no valoriza el sentido de una vida y la huella que esta ha dejado, sino que simplemente muestra el vacío y la sinrazón de una existencia en la cual, a fuerza de conservar biológica y vegetativamente la vida, las personas envejecen, pero nunca se hacen mayores ni mucho menos maduran. “De buena gana –escribe Han–, sacrificamos a la supervivencia todo lo que hace a la vida digna de ser vivida”. Y emite una sentencia aun más terminante: “La sociedad dominada por la histeria de la supervivencia es una sociedad de muertos vivientes”. Se niegan a morir, pero están demasiado muertos como para sobrevivir. Como sostenía Viktor Frankl, padre de la logoterapia y autor de El hombre en busca de sentido, a toda vida humana que atraviesa situaciones traumáticas y sobrevive le aguarda una pregunta que no cabe, en la misma situación, a otras especies. ¿Para qué se quiere sobrevivir? Para pasarla bien, darse gustos, acumular bienes materiales y dinero, divertirse y solo divertirse, son respuestas inválidas.

La filosofía conmueve, moviliza e ilumina cuando, como debe ser, sus exploraciones resuenan en la experiencia inmediata del tiempo en que se accede a ella, y cuando encarna en seres y situaciones reales. Mucho de lo que expone Byung-Chul Han en su ensayo dispara interrogantes directos hacia quien lo lee. En este momento y en este lugar pueden extrapolar sus reflexiones al gobierno de Alberto Fernández (más allá de la elaboración personal que cada lector haga de ellas). El desempeño de la presidencia de este hombre asoma hoy como una ejemplificación patética y por momentos grotesca de las ideas que el filósofo coreano despliega acerca del empeño en sobrevivir como sea, de negociar valores y principios sin el menor pudor, de hacer de la primera magistratura un bochornoso experimento de supervivencia carente de propósitos trascendentes. Como ocurría con el doctor Fausto, no solo el alma de este se convertía en moneda de la transacción moral, sino que esa componenda disparaba círculos centrífugos de aciagas consecuencias que caían sobre otras personas. En este caso esos círculos se expanden hasta teñir con colores y sombras oscuras y consecuencias dolorosas a toda una sociedad.

*Escritor y periodista.