Durante dos semanas, buena parte de los espacios periodísticos en todo el mundo compartieron con sus destinatarios la angustia de imaginar un final apocalíptico para la guerra de misiles entre Irán e Israel. La amenaza del camino hacia una definición nuclear se hizo cada vez más intensa. Que ambas partes hayan puesto fin, al menos por ahora, a sus ataques y contraataques tranquilizó en parte a los pueblos y permitió al periodismo salir de esa espiral de informaciones controversiales.
Cuando escribo esas líneas hay calma, pero también alerta. Para el periodismo existen aún amenazas concretas en distintas regiones, incluso en los países beligerantes.
Reporteros sin Fronteras (RSF), la organización de periodistas con sede en París, acaba de publicar un artículo en coincidencia con el Día Mundial de las Personas Refugiadas, el pasado 20 de junio. La nota refiere el drama por el que pasan periodistas en diferentes lugares, obligados a exiliarse por el simple hecho de ejercer su oficio.
En los últimos cinco años, RSF ha apoyado a 1.271 profesionales que han debido salir de sus países, perseguidos y amenazados por los respetivos gobiernos. Antoine Bernard, director de asistencia e incidencia de RSF, señaló: “Los periodistas exiliados encarnan una lucha valiente y tenaz por un periodismo libre e independiente. A menudo, son la única fuente de información sobre los países que han tenido que abandonar y sus conocimientos permiten denunciar las prácticas depredadoras de los regímenes que los han obligado a huir”.
La organización pide a los Estados democráticos que establezcan un visado de emergencia y proporcionen permisos de residencia permanentes a los periodistas en peligro; que garanticen el acceso a programas de reasentamiento y protección individual; que faciliten la reanudación de la actividad periodística a los periodistas en el exilio; que protejan a los periodistas exiliados de medidas de expulsión hacia su país de origen; que investiguen de forma transparente los ataques contra periodistas refugiados y que legislen para que los periodistas amenazados puedan ser reconocidos como refugiados.
Son varios los países de origen de los periodistas exiliados o su lugar de residencia obligada. Afganistán, Rusia, Irán y Pakistán son algunos de ellos.
Quiero centrar en Irán la lupa de esta columna, por obvias razones de actualidad pura. Dice el informe que en Irán, “una de las mayores cárceles de periodistas del mundo, RSF ha prestado ayuda a 86 periodistas exiliados. Los medios y los profesionales independientes del país son objeto de una represión constante, mediante detenciones arbitrarias y condenas muy severas dictadas tras juicios injustos por tribunales revolucionarios, lo que empuja a muchos de ellos al exilio. Pero ni siquiera en el extranjero están a salvo los periodistas iraníes exiliados”. Sin embargo, los reporteros iraníes siguen trabajando desde Estados Unidos, Francia, Alemania, Suecia o el Reino Unido.
En otro artículo flamante, Reporteros sin Fronteras se refiere al otro país involucrado en la llamada guerra de los doce días, Israel. Informa que más de doscientas organizaciones y medios de comunicación se unen al reclamo al gobierno israelí “para pedir el acceso a Gaza de la prensa internacional y la protección de los periodistas palestinos”. En los últimos veinte meses, desde el brutal ataque terrorista de Hamas sobre civiles israelíes, casi doscientos periodistas palestinos han muerto por acciones del ejército israelí. Pero esto será tema para una próxima columna de este ombudsman.