Las cosas más simples, cuando se salen de control, son más curiosas que las cosas complicadas. En Rincón de la Victoria, Málaga, una serie de atentados con pintura dorada mantiene a la opinión pública en franco vilo. Pese a la irrelevancia del asunto, vale la pena detenerse a contemplar esta obra de arte que no se anuncia como tal, porque tal vez de ello dependa su potencial de conmoción.
Por las noches, un misterioso individuo que no ha sido visto por nadie pinta de dorado el mobiliario urbano del municipio: tachos de basura, papeleras, bancos de plaza. En la repetición del áureo crimen se advierte un sencillo patrón: sólo ataca material del municipio. No va contra lo privado, sino contra lo público. O a su favor, si consideramos que los deja bellos, impecables, como nuevos y con el color refulgente de oro puro. La opinión pública está obligada a participar (cosa que en general sucedería poco con idéntica obra en un museo de arte contemporáneo). Se debate con ahínco si las papeleras quedan más lindas o no, si el dorado es el mejor color para convivir con la basura, etcétera, en vez de la cuestión clave: hacer el bien no es suficiente, hay que hacerlo dentro del marco de la ley. Si no, no es bien. Es otra cosa sin nombre, es agujero negro.
La ley y el dorado han ido juntos muchas veces; es un color pero también un símbolo. En la obra se avecinan la realeza y la basura. Su valor radica en el misterio de la motivación, en la insensatez de su corcoveo. Incluso hasta allí podríamos extender la comparación con cualquier expresión artística contemporánea.
Pero el perfil de la noticia deriva –según leo– hacia el policial. Se debate considerar crimen esta intervención y cuál debería ser el monto de la multa, que oscila en los papeles entre 1.501 y 3 mil euros. Cuando más cerca de la ley ocurren las intervenciones de este misterioso artista (ahora ha actuado a pocos metros de una comisaría) mayor es el valor formal de la obra. La prolijidad va aunada al riesgo. ¿Riesgo de qué? Nadie ha visto al pintor dorado. Y si alguien lo viera, ¿lo denunciaría? ¿Qué tipo de delación es esa y qué clase de ortiva se atrevería a tanto? Es el fantasma de Fuenteovejuna, pero quitando realidad al crimen ciudadano, jugando apenas con las fichas gastadas del civismo.
Tal vez los pintores dorados sean muchos y esto sea un movimiento y no un indicio aislado. Cuando los pintores dorados y sus cómplices sean todos, entonces retornará la unidad perdida de la polis