El conflicto entre el Grupo Clarín y Telefónica está a un paso de terminar en un enfrentamiento judicial con final impredecible.
La disputa estalló cuando Clarín compró, vía Nextel, cinco compañías con frecuencias de servicios fijos de transmisión de datos y pidió autorización al Gobierno para prestar servicios de telefonía móvil de 4G.
Movistar, la insignia de Telefónica en el mercado de celulares, estalló en quejas: acusó a Clarín de pretender quedarse gratis con un espectro que a las telefónicas les costó 1.500 millones de dólares conquistar a través de licitaciones.
La compañía encabezada por Héctor Magnetto replicó que apenas tienen un 1% del mercado de telefonía móvil y que le espera un largo año de inversiones para emparejar el juego.
Mauricio Macri prometió una solución “salomónica”, pero las alusiones al rey bíblico tienen un significado diferente para los luchadores en pugna. Las consecuencias van mucho más allá de los negocios: impactarán de lleno en la política.
El Gobierno debe ahora responder si acepta o rechaza el pedido de Clarín para acceder al mercado del 4G. Al calibrar la respuesta, la Casa Rosada evalúa, más allá de los números, el poder de daño de los contendientes, sobre todo en los albores de un año electoral.
Salomónico. Frente a dos mujeres que se disputaban un niño, el rey Salomón propuso cortarlo en dos y repartir las mitades. Aquella que prefirió perderlo antes que verlo desmembrado fue premiada por revelarse como la verdadera madre. Frente a la puja por las telecomunicaciones, la solución salomónica que propone el Gobierno es, en cambio, multiplicar los niños. Les sugirió a los contendientes que podía abrirle el camino a Clarín para la telefonía móvil y, al mismo tiempo, levantar la veda que tienen las telefónicas para competir en televisión paga. No todas las madres están conformes.
En la empresa de Magnetto creen que “no hay nada que compensar” a cambio de su ingreso en el mercado de la telefonía móvil. Las telefónicas, en cambio, se muestran más satisfechas con la oferta, que de todas maneras todavía debe formalizarse.
Oscar Aguad, ministro de Comunicaciones, eligió el auditorio empresario del Council of Americas, en Nueva York, para garantizar que los cambios en el mercado de las telecomunicaciones serían inminentes. Antes de fin de año, se animó a vaticinar. Lo hizo en el marco del Argentina TIC Day, nombre festivo para el road show estadounidense que junto a los responsables del Enacom se armó en busca de inversores para ampliar el servicio de banda ancha. Sentados entre el público los escucharon el presidente de Movistar, Federico Rava, y de Telecom, Germán Vidal. La Gran Manzana resultó un ámbito propicio para negociaciones salomónicas. Clarín avanza a través de Nextel mientras, en forma paralela, comparte acciones de Telecom con su socio mexicano, David Martínez. El dueño del fondo Fintech reconoció en charlas reservadas que, antes o después, terminará por confluir con su socio local en una estrategia única. Pero la letra chica está resultando más espinosa de lo pensado, al juzgar por los ecos de los cortocircuitos. De ahí la previsión de avanzar con Nextel sin esperar.
Nerviosismo. Si los niños no se multiplican lo suficiente como para conformar a todas las madres, el destino es Tribunales.
Movistar ya deslizó que “sería inadmisible desde una perspectiva jurídica” entregar las licencias a Cablevisión y Nextel, que estuvieron fuera de la licitación del servicio de 4G. Y sus representantes dejaron por escrito que, si se avanza, se violentarían los principios de igualdad. Palabras que asfaltan el sendero hacia los estrados.
Telefónica acaba de vender Telefe, la última señal de aire que le quedaba y abrió, de esa manera, la puerta a la estadounidense Viacom, quinto conglomerado de medios a nivel mundial. La llegada de nuevos gigantes agrega nerviosismo a los rivales locales.
El Gobierno quiere evitar que la disputa termine en los juzgados, una señal negativa en tiempos de búsqueda de inversores extranjeros. Y menos que el argumento sea precisamente la falta de “igualdad jurídica”.
Las suspicacias están a la cuenta del día en las rondas de negocios en el exterior, cuando los funcionarios les juran y perjuran que la costumbre de cerrar negocios a cambio de favores es una cosa del pasado en Argentina.
Alguien le preguntó esta semana a Andy Freire, ministro de Modernización, Innovación y Tecnología porteño, si en las exposiciones en el exterior sobre las oportunidades de negocios en Argentina recibió alguna consulta sobre las debilidades criollas por la cartelización y el pedido de comisiones. “Siempre”, respondió Freire con resignada honestidad. n