COLUMNISTAS
VIAJES OFICIALES

Gulliver en el país de CFK

Johnathan Swift escribió Los viajes de Gulliver en la primera mitad del siglo XVIII. Concebida originalmente como una sátira feroz hacia las costumbres y comportamiento de las cortes de su época, Los viajes… fueron mucho más allá de la descripción hiperbólica sobre la vanidad y la hipocresía reinantes entre los hombres de estado y los partidos políticos de su tiempo.

|

Johnathan Swift escribió Los viajes de Gulliver en la primera mitad del siglo XVIII.

Concebida originalmente como una sátira feroz hacia las costumbres y comportamiento de las cortes de su época, Los viajes… fueron mucho más allá de la descripción hiperbólica sobre la vanidad y la hipocresía reinantes entre los hombres de estado y los partidos políticos de su tiempo. En verdad, su obra traduce una visión desgarrada y excéptica de la condición humana. A propósito de la relectura de Swift ,publicada por el escritor José María Ridao días atrás en el diario español El País, no resulta difícil asociar el universo fabulado por el gran irlandés a la realidad que ofrece nuestro mediatizado país, donde los hechos cotidianos que digerimos por tevé opacan la ficción de aquellas aventuras surrealistas de Gulliver. Precisamente, según escribe Swift, Gulliver “siente una repulsa generalizada y bastante indignación al comprobar de qué modo descarado se abusa de la credulidad humana”, en referencia a la literatura de viajes, muy en boga en el siglo XVIII.

Los viajes dentro y fuera de nuestro país son ya un sello imborrable de la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. Hace poco, en el corazón del Imperio, desgranaba recomendaciones con dedo admonitor sobre el plan B que debían encontrar rapidito los hombres del Norte. Ahí están las bolsas del mundo en caída vertiginosa, a pesar de las advertencias. Después que nadie diga que nuestra Presidenta, no avisó.

Mientras cae a nuestro alrededor el mercado global, en nuestro país del “No me acuerdo”, parafraseando a María Elena Walsh, no se alzan-en oposición a lo que cae- valores que rocen alguna cuestión que escape a la rutina “tinellizada” de la tele, donde, entre otras actuaciones, pudimos ver a CFK representando su rol de alegre ¿presentadora? en su viaje de cabotaje a la plataforma off shore de Río Grande. Allí junto a la repetición de las palabra “ bueno, nada”, al hispánico modo y del adjetivo “im-pre-sio-nante”, recalcado con énfasis para ponderar el “día divino” que le había tocado, nos fue posible admirar el show de una estética “pum para arriba”-algo kitsch- que no cesa. Rodeada de operarios, ingenieros y del empresario dueño de YPF, la Presidenta lució un gorro forrado en lana cashmere, calzado sobre el pelo recogido a la manera de una cloche, gracioso sombrero de moda en los locos años 20. Con manifiesta euforia dejó luego estampada su firma en las camperas naranja de los acompañantes, previa entrega de una virgencita de Luján, bendecida “por un cura del pueblo”. Y se retiró dando algunos saltos acompañados de mohines (sabía que el gorro le quedaba bien, bella entre tanto varón impresionado), tal como llegó, diciéndole a Mario (Das Neves)¿ “viste que no hace tanto frío”?

En rigor de verdad, si Gulliver visitara el país de CFK, vería- más allá de los imponentes tacos aguja donde se alza Cristina para recibir al apuesto príncipe belga o a la apacible Michelle Bachelet -y de todo lo que sabemos realza la cara y la figura de nuestra Gobernanta- la misma cultura del disparate pintada por Swift y habitada por unos cuantos iconos de su sátira fantástica. Por caso, las lolas siliconadas de Sabrina Sabrok (con siete kilos de peso, “bailando por un sueño”) son el registro real de aquella enorme teta por la que resbalaba Gulliver en el país de los gigantes, Brobdingnag. Vería también, las lolas agrandadas de María Luján” like a virgin” Telpuk, luego de lucirlas en Playboy, viajando a Miami para declarar como ciudadana argentina y contradecir dichos de Antonini Wilson porque: “quiere que Argentina esté limpia”… Para completar el universo que imaginó Swift, observaría cómo en el reino de la tevé está de moda hacer remakes - al estilo de Roberto Galán- con los hermanos Grosso, hombres pequeñitos parecidos a los que Gulliver encontró en Liliput. Y Gulliver se hallaría como en su casa de ficción.

Pero los argentinos sabemos que estamos en nuestra casa, bien lejos de la literatura. Qué pena.


*Periodista y escritora.