En Argentina tenemos un compromiso creciente a 2025 para integrar hasta 20% de energía renovable en nuestra matriz energética (Ley 27.191), si bien se vienen llevando a cabo de forma exitosa distintos concursos abiertos e internacionales de nueva potencia limpia, el objetivo parecería requerir prórroga.
El último año Argentina transitó un camino ascendente sobre el riesgo país, lo que se traduce de forma directa en más altas tasas de interés. La afectación es directa en la promoción de las energías renovables ante esta condición macroeconómica, ya que los proyectos de generación están íntimamente ligados a la tasa de deuda. La modalidad internacional para promoción de activos de infraestructura “limpia” es la estructura de Project Finance –el repago de la deuda es la mera venta de energía–, y al encarecer los costos de capital, muchos de los proyectos que especularon aventurarse con la mínima rentabilidad, hoy están desesperados.
Sin embargo, la promesa de energías renovables es un hecho. Actualmente hay proyectos con contrato a 20 años de venta de energía, que tienen su entrada en operación comercial en 2020 y 2021, por lo que nada debería preocuparnos.
Por su parte, capital español y danés, entre otros chinos, norteamericanos y de distintos países del globo, no solo han invertido en desarrollo de proyectos, investigación de emplazamientos con potencial renovable, sino también en competencias productivas. Hoy la reglamentación de energías renovables establece normativas de incentivo para aquellos proyectos que evidencien un aumento en el componente nacional, por lo que compañías líderes en sector internacional, han también invertido en la industria para poder ofrecer equipamiento fabricado en nuestro país. Esta es la mayor muestra de que la continuidad debe darse, ya que los modelos de inversión de las plantas productivas, requieren economía de escala sostenible en el tiempo.
La real incertidumbre no está en los proyectos que a su ritmo siguen su curso, sino a los que restan para cumplir la meta a 2025. Y los limitantes para este escenario son dos: el primero de ellos, son las líneas de transmisión eléctrica, y cuánto le falta a la Argentina de esta infraestructura para poder aprovechar el grandioso potencial que tiene el noroeste para proyectos solares, y la Patagonia para eólicos. Actualmente la Subsecretaría de Energías Renovables está pensando cómo lanzar en el corto plazo las condiciones contractuales de estos proyectos, ya que además de ser inversiones multimillonarias, requieren varios años de obra.
El segundo limitante, es que los cupos destinados a la Argentina de la banca multilateral y fondo de inversión en infraestructura se están acabando, y pese a que las energías renovables son un compromiso medioambiental que ha asumido nuestro país de mitigación al cambio climático, también hay una fuerte presión en infraestructura de hidrocarburos no convencionales para lograr el tan ansiado autoabastecimiento eléctrico, e inclusive la utopía de la exportación neta de gas. Vaca Muerta tiene también que cumplir expectativas.
Los desarrolladores que han invertido más de 18 meses en la concepción de proyectos susceptibles a ser financiados, los industriales que han optado por abrir sus plantas productivas en el país, los más de 15 mil puestos de empleo que resultan de la promoción de esta industria, y los fondos verdes de financiamiento, están todos ansiosos de que la Argentina siga dando buenas nuevas para las energías renovables.
El próximo año se sumarán otros desafíos en el sector eléctrico, que son la electromovilidad y la energía residencial distribuida. En cualquier caso, la política eléctrica del país requiere un plan de mediano-largo plazo; y desde luego, la conveniencia de las distintas fuentes de generación depende de la política de precios que se adopten para la promoción de hidrocarburos y programa tarifario vs. subsidios que asuma la próxima gestión.
*Diplomatura en Desarrollo y Financiamiento de Proyectos de Energía Renovable, Ucema.