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Escandalos

Hecha la ley

Hace unos días, Pinamar fue sacudida por la escandalosa denuncia de extorsión que involucraba a su intendente, quien habría solicitado a los dueños de una discoteca unos dinerillos para que pudieran tenerla funcionando “sin inspecciones ni molestias”.

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Hace unos días, Pinamar fue sacudida por la escandalosa denuncia de extorsión que involucraba a su intendente, quien habría solicitado a los dueños de una discoteca unos dinerillos para que pudieran tenerla funcionando “sin inspecciones ni molestias”. Quien supuestamente sucedería al caído en el cargo máximo del balneario declaró que “los errores en política se pagan con el fracaso”, como si el caso no escapara por completo a la órbita de la política en su acepción más noble, menos sostenida.

Para que un sistema extorsivo funcione debe haber leyes que lo legitimen y brigadas de inspectores que funcionen como temible avanzadilla de los pedigüeños. En Buenos Aires, también hace unos días, un conocido local especializado en glory holes (orificios practicados en tabiques a través de los cuales los hombres pueden obtener ciertas satisfacciones sexuales) recibió la visita de inspectores alarmados porque algo habilitado como un bar contara con tanto espacio agujereado y, además, careciera de baños específicamente destinados al sexo débil (que jamás pondría sus piececillos en un lugar semejante, no se lo espera ni se lo extraña).

El año pasado, la CasaBrandon (simpático centro cultural regenteado por una pandilla de muchachas en flor) había sido obligada, bajo amenaza de clausura a colocar máquinas expendedoras de preservativos en los baños, y hace unas semanas lo mismo sucedió en el Club de Osos. Ante la airada y justa negativa de autoridades ursas y sus simpatizantes, que no necesitan máquinas expendedoras porque regalan los condones (y en cantidad muy superior a la que eventualmente se requeriría), el inflexible cuerpo de mirones hizo intervenir a la fuerza pública para hacer cumplir una ley que beneficia no a la ciudadanía sino a una casta de amedrentadores.

Los formalistas dirán que las leyes están para ser cumplidas. Lo mismo habrían dicho sobre las leyes de eugenesia del Tercer Reich. Las leyes están hechas para beneficio de la lacra política y sus secuaces, que encuentran en los más raros jardines (los antros queer, los teatrillos del deseo) la fuerza para ejercer su prepotencia de mercado.