Hace unos años fui a ver una exposición retrospectiva de la obra de Andy Warhol en el museo Guggenheim de Bilbao. Con Warhol sucede que uno siente que conoce su obra a priori, ya que su estrategia es la reiteración, la copia y la reproducción que ha sido vista ciento de veces en revistas, posters y anuncios publicitarios o teniendo en la mano los propios objetos escogidos por el artista: una botella de Coca-Cola o una lata de sopa Campbell’s. Aquel día, en el museo, me topé en una de las salas con una pirámide montada con cajas de detergente Brillo. Algunos envases, recuerdo, estaban dispersos por la sala, para alertar, tal vez, de que no estábamos en un supermercado. El apunte era pertinente porque el desorden era lo que impedía construir esa escena. Ya advirtió Baudrillard que los objetos de Warhol no funcionan sin él significándolos en persona, señalándolos: “La gente famosa va a la Factory a merodear a su alrededor, sin poder sacarle nada, pero intentando pasar a través de él como a través de un filtro fotográfico, que es en lo que se había convertido efectivamente”. Sin su mirada sobre el objeto este recupera su soledad; el bodegón adquiere su condición de naturaleza muerta, inanimada, fría.
En los años sesenta se instaló en Piedralaves, una pequeña localidad de Ávila el artista argentino Alberto Greco. Allí, como antes en Madrid y en París, Greco puso en marcha su propuesta Vivo-Dito que consistía, según su propia definición en enseñar “a ver no con el cuadro sino con el dedo”. Tiza en mano, Greco dibujaba un círculo alrededor de una anciana del pueblo para significarla en tanto objeto artístico o hacía sostener a cualquier habitante carteles en los que se leía “Esto es un Alberto Greco”, “Obra de arte señalada por Alberto Greco” o, tan solo “Alberto Greco”. Una foto es el testimonio de cada una de estas intervenciones (en las que aparece el artista), imagen que algún familiar de los retratados guardará y puede que alguna vez desempolve no encontrando más que gracia en ese instante fugaz.
En la movida madrileña operaba el equipo Costus formado por los artistas Enrique Naya Igueravide y Juan Carrero Galofré. Costus, al igual que en el cine de la primera época de Pedro Almodóvar utilizaba en su obra el lenguaje del arte pop y del kitsch. En 1981 pintan la serie Paso Trascendental del Diez Minutos al Hola donde Carmen Polo de Franco representa al semanario Diez Minutos, Cayetana de Alba a la revista Semana, Grace Kelly a Lecturas y el Sha Mohammad Reza Pahlevi y Farah Diba a ¡Hola!. Al señalar a figuras populares, famosos por relación, como la viuda de Francisco Franco o la Duquesa de Alba, Costus también hace una intervención a la manera de Vivo-Dito.
Baudrillard piensa a Warhol como un posible guionista de una figuración perfecta, igual para todos: “Todas las imágenes son buenas, ya que ilusionan de igual manera. Todas las personas son formidables, y las imágenes que de ellas se toman son necesariamente buenas. Es la democracia universal de la figuración”. Pero ese efecto pierde eficacia cuando Warhol se ausenta del lugar de los hechos al igual que Greco al irse de Piedralaves deja solos y aislados a sus campesinos.
Los cuadros de Costus, sus reproducciones, aparecen hoy solo en esporádicas ocasiones, cuando alguna publicación rememora la movida. Si vivieran y asistieran, como es previsible, a los estrenos de las películas de Almodóvar puede que encarnaran ellos a sí mismos señalados por el director manchego.
Esa fugacidad, ese instante efímero, en el que se diluyen las mil reproducciones coloreadas de la figura de Mao que brotan de una fotocopiadora Rank Xerox o la copia solitaria con el rostro de Amalia Fortabat; el trazo de tiza de los círculos de Greco borrados con la primera lluvia.
Hoy esa galería de imágenes fulge unas horas en las fotografías de Instagram. Ya ni siquiera, como con Costus, sirven para señalar distintas categorías o posiciones clasistas en las revistas del corazón. Nadie las señala: las saca el propio usuario y su circulación tienen el recorrido de un parpadeo de Kim Kardashian o del cumpleaños de la mujer de un presidente.
*Escritor y periodista.
Producción: Silvina Márquez.