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LA MIRADA // la obsesion k por la telefonica

Indigestados por Telecom

El frustrado cambio de manos de la empresa cayó mal en Olivos. Eduardo Duhalde arma su gabinete y Daniel Scioli sufre por su futuro.

Robertogarcia150
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Uno supone que, dentro de 200 años, los protagonistas de esta Argentina del Bicentenario serán aceptados como los miembros de la Primera Junta de l8l0. Falsa suposición: con el muestrario actual de mezquindades y ambiciones, vanidades e ignorancias de quienes hoy pueblan el poder, una duda razonable es sospechar que tal vez no haya Argentina dentro de dos siglos en esta parte del continente. Tendencia no atribuible solamente a la manifiesta falta de madurez de su pueblo, a la condenada interpretación tanguera de que 200 años no es nada, sino a la contumacia de persistir en la fragmentación, en postergar ciudadanos, reducirlos, hacerlos emigrar si se pudiera; la felicidad efímera, en suma, de quienes reiniciarían la guerra civil que siguió al Cabildo abierto de entonces porque suponen que el país les pertenece. Una demencial vorágine, deliberada, justo en la fecha de las celebraciones.


Solicito disculpas por la intromisión futurística del anterior párrafo, pero alguna frase propia merece el Bicentenario (finalmente, la vanidad argentina es general). Después, la chamusquina de siempre, como el descalabro paraoficial a la hora de conseguir un determinado negocio (Telecom), quizás por nominar empresarios de cierta índole nacional, no lugareños (como los exitosos Ferrreyra, López, Báez), menos idóneos de lo que la pareja oficial imaginaba. Desliz inaceptable para un Néstor que, en ocasiones, no puede estar en la misa y en la procesión.

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Desde hace dos meses Duhalde organizaba su acto en Córdoba, con asistencia de tres mil almas. Ya es público su armado presidencial (la candidatura, obvio), acompañado por Obeid en Santa Fe, Busti en Entre Ríos, Mondino en Córdoba, el vice de Jaque en Mendoza, tratando de convencer a Macri para que se limite a la Capital y otorgándole preeminencia a Massa en Buenos Aires –dice que mide más que De Narváez, que habría cedido en los sondeos más populares por su origen extranjero–con Graciela Camaño de segunda. Con este paquete, cree, ya puede salir al exterior después del Mundial, predicar su fe y convencer de que el peronismo federal es una alternativa. De Reutemann no habla: le parece que ya lo sometió por haberlo primereado. También muestra colaboradores cercanos, tipo Roberto Lavagna, a quien le garantizan la jefatura de Gabinete. El economista asiente, aunque también dialoga con el radical Cobos, quien le ofreció la vicepresidencia en su fórmula. Otro que subió raudo es Martín Redrado, promesa de Ministerio de Economía si ganan, a pesar de que las mediciones duhaldistas sobre el ex titular del Banco Central superan a las de Macri y las de Gabriela Michetti en la Capital.


Para Scioli, el mundo se ha dislocado: viene aceitada la relación con la Casa Rosada (fondos) pero ha comprobado que su propia aspiración presidencial está sepultada: ese cartel le pertenece a Néstor. Por lo tanto, debería confiar en que podría renovar en la gobernación. Sin embargo, algún terror interno lo sacude: teme que el kirchnerismo haga un arreglo con De Narváez y éste, finalmente, se postule a gobernador en esa franja y lo desplace. Ya trascendió que Néstor disfrutaría con el tucumano José Alperovich como segundo y, por lo tanto, el destino de Scioli –para robustecer el kirchnerismo bonaerense– podría ser el de candidato a senador. Una disminución amenazante. Igual, esa aritmética tropieza con un De Narváez que continúa como crítico moderado del Gobierno en su improbable afán presidencial. Y algo más: la velocidad de una nueva causa judicial contra De Narváez, impulsada desde el exterior y radicada en Mar del Plata, puede acelerarse –según mentas– de acuerdo a la voluntad o no del Gobierno.


Macri se agranda en la gente con las imputaciones judiciales y sus reyertas con el juez Oyarbide y la señora de Kirchner, pero se aterroriza de que alguna lo pueda quebrar. Por estas contingencias se ha desenfocado, pierde el tiempo, aunque gana hasta en terrenos insólitos. La anécdota ética entre Macri y Cristina por el Colón han sido sustanciales; importa, sí, la clase teórica de Economía que brindó la Presidenta en España sobre la continuidad del capitalismo. Sorprende que estas propuestas adelantadas, casi revolucionarias para Ronald Reagan, no logren interesar a los posibles inversores en la Argentina.


Más allá de discursos, de este nuevo capitalismo, a la Presidenta y su marido los indigestó el último fiasco con Telecom: creyeron que habían alcanzado el orgasmo cuando le llevaron la presunta conformidad de la compra de la mitad de Telecom por parte de Matías Garfunkel, por una cifra superior a los 700 millones de dólares, operación celebrada en Italia por el joven empresario quien, antes de viajar, estuvo con la mandataria. Duró poco la vigencia de ese mensaje escrito que acercó José María Olazagasti, influyente secretario de Julio De Vido, entusiasta del grupo de rock del hijo del ministro y hasta colaborador del estadio ad hoc que grupos cercanos planean en San Isidro, con la asistencia del intendente Gustavo Posse y de Bruno Quintana por el Jockey Club. Un negocio trae al otro. Sea por falta de avales u otras efectividades conducentes, Garfunkel –a quien acompañaron su ahora alter ego Jorge “Corcho” Rodríguez y Raúl Moneta– se desvió a Nueva York con una pimpante eslava para salir del stress, no sin antes firmar contratos y pagarles a nuevos abogados y a un gestor, Lucca Simoni, un hombre conocido en la noche romana y yerno de Carlos Sergi, imbatible ganador de licitaciones y otros convenios con el Estado argentino a lo largo de los últimos cuarenta años, sin distinción de militares, radicales, peronistas, menemistas o kirchneristas. Notable la capacidad dispendiosa de este Matías, con escaso estilo por ser también un Madanes, casi un pródigo desde que se divorció, comprando aviones, casas y figurando en los catálogos de las discotecas como número uno como cliente, hábitos que deben revolver en la tumba a su austero abuelo Marcos, que hizo la fortuna y que, con diversas suertes, mantuvieron sus dos hijos, el ya muerto Jorge y Andrés. Nadie sabe si este elegido por el dúo presidencial ya está en condiciones de adquirir el porcentaje libre de Telecom. Lo cierto es que por ahora la operación entró en un impasse y los otros oferentes (del oficialista Román al no menos oficialista Ellsztain, y al siempre oficialista Eurnekian) no parecen disponer del efectivo que reclaman los italianos, que juran que nunca les venderán su parte a los kirchneristas, aunque si aparece la plata tal vez se dignen a conversar. La última conversación fue un desastre.