Habitualmente, cuando en una fuerza política están en el horno y le piden que reconozca algún error, apelan a un lavado “tenemos que comunicar mejor lo que hacemos, no lo estamos sabiendo hacer llegar bien a la gente”. Era, por traer el último gobierno pre Cambiemos, un clásico del kirchnerismo cuando trataba de hacer una autocrítica en pleno cepo y estancamiento y nadie se animaba a decir nada que sacara los pies del plato: “Tenemos que comunicar mejor”. El drama de la situación económica actual se revela en que las expectativas se deterioran y la percepción empeora a pesar de que se trata de una administración de cracks de la comunicación. Ni así.
Basta ver la última semana, mientras fluían datos como la peor inflación en dos años y medio, una catástrofe para un gobierno que llegó canchereando que la iba a bajar de la noche a la mañana, la respuesta fue sorprendente: convocaron a una conferencia de prensa, sortearon a los periodistas que iban a preguntar y les dieron la chance a los medios más críticos del momento. Una jugada Champions League, como de un gobierno que dice: ¿Querés que hable de los despedidos de Télam? Tomá. ¿Querés refregarme que todo es un desastre y la gente no llega a fin de mes? Dale, vení. ¿Querés preguntarme por aportantes truchos que además eran afiliados truchos a mi partido en la campaña donde dije que era la transparencia versus el narcotráfico? Dale, tirá. Total, pecho y abajo de la suela. Una respuesta sciolista, kilométrica, paso mensaje de “veníamos bien, hubo tormenta y soy el piloto” y sigo.
Cuando aún no habían terminado las repercusiones de esa rueda de prensa en Olivos, Macri apareció en su cuenta de Instagram haciendo una transmisión en vivo abierta a preguntas a las que se metieron en un momento unas 4.200 personas que después se multiplicaría por todos lados. Otra vez. ¿Querés decirme “gato”? Vení, dale. ¿Querés decirme “vago”, Sabrina? Comunicar es parte del trabajo del Presidente, Sabrina. ¿Querés que hable de series? ¿Shakira o Britney? ¿Rodhesia o Tita? Todo se ablanda con un chiste, una respuesta vacía. Todo lo que se habla deja de ser peligroso, dicen los psicólogos. Y Macri tiene mucha terapia, parece.
Al rato del live en Instagram, el Presidente fue y se sentó en la Bolsa de Comercio, con Adelmo Gabbi, su titular, que encabeza actos aniversarios desde la época en que le pasaba el discurso a la Casa Rosada antes de que llegara Cristina Kirchner rodeada por La Cámpora al recinto donde ahora solo había operadores y empresarios top. En una entrevista más tipo congreso de tecnología de California, Macri transmitió optimismo nivel Marcos Peña y hasta bromeó con sus #MacriTips para resaltar que la gente ahora ahorra en sus consumos de energía, “el mayor peludo que nos dejaron”, dijo. Se llevó aplausos y un apoyo total de su entrevistador.
Es posible que los mensajes suavizadores del Presidente se multipliquen porque el Gobierno se enfrenta ahora a los meses donde tendrá la peor disyuntiva: darle buenas noticias al mercado que al mismo tiempo son agrias para su electorado. ¿Qué otra cosa es festejar el sobrecumplimiento de la meta fiscal del semestre porque bajaste 20% el gasto en obra pública? En la Casa Rosada son conscientes de ello y por eso han sumado hasta a Christine Lagarde, la titular del Fondo Monetario Internacional que enterró el gradualismo y pide llegar al 1,3% de déficit el año que viene. Ayer, la francesa que festejó en su Instagram el título del mundo, hablaba más parecido a José Ignacio de Mendiguren que a lo que fue en su momento Anne Krueger: dijo que hay un “piso de gasto social”, que la economía “volverá a crecer” y que apoya las “economías regionales” que se beneficiarán como resultado del programa de US$ 50 mil millones de dólares acordado con la Argentina. Perdón Dujovne: no era nada el catering de $ 30 mil pesos de la invitación en marzo a morfar en tu casa, comparado con lo que puede costar la cena del viernes en Olivos.