El 2 de noviembre de 1914 nacía Rogelio Julio Frigerio, quien sería el ideólogo de Arturo Frondizi. Su mutua simbiosis generó las acciones de gobierno 1958-1962, caracterizadas por el refinamiento intelectual, el coraje operativo y la efectividad.
Proponía integrar cuatro dimensiones nacionales: a) la geoeconómica, mediante la infraestructura; b) la tradición y la cultura; c) el campo, la minería y la industria; d) los partidos políticos mayoritarios, en un frente nacional. Ese integracionismo era la base sobre la cual asentar el desarrollismo, una doctrina económica para superar el atraso.
Expresó en La cultura nacional (1965):
“La voluntad de soberanía y desarrollo es una magnitud espiritual, es una actitud deliberada y consciente y nunca será el resultado mecánico del progreso material. Para ser Nación hay que querer ser Nación. (…). El subdesarrollo económico y la gravitación de intereses materiales exógenos suelen soterrar temporariamente aquellas fuerzas espirituales de cohesión autónoma. Pero el alma de una nación, arraigada en su historia, tiende a prevalecer” (pág. 1).
No consideraba a la cultura un ornamento, sino la materia constitutiva esencial de nuestra identidad. No por casualidad durante el gobierno desarrollista Bernardo Houssay presidió el Conicet, Victoria Ocampo el Fondo Nacional de las Artes y Jorge Luis Borges la Biblioteca Nacional.
En 1954 había publicado Pequeña antología de poemas, 150 páginas de poetas básicamente argentinos. En 1973, en medio de las vicisitudes políticas que vivía el país, se procuró tiempo para recoger letras del cancionero popular en Argentina, Canciones tradicionales y contemporáneas: 600 páginas con más de 400 tangos, milongas, folclore, valsecitos, marchas militares y motivos infantiles. Afirmaba en su prólogo:
“El pueblo argentino conserva, a pesar del subdesarrollo económico, toda su vigorosa personalidad cultural, una de las más diferenciadas de la América hispana”.
Es una pérdida incomprensible que de todas las ideas defendidas por Frigerio sólo haya subsistido el desarrollismo, una cierta estrategia económica referida a los problemas circunstanciales de su época. En cambio el integracionismo, con su afán de unión territorial-sectorial-cultural-política de los argentinos y tendiente al desarrollo del espíritu nacional, quedó en el olvido. Si bien la estrategia de sustitución de importaciones a toda costa, que era parte del desarrollismo, mereció revisión, el integracionismo sigue tan vigente como entonces, porque no hay desarrollo posible sin unión nacional.
Mientras economistas y políticos sabelotodo continúan impotentes para encauzar siempre con las mismas recetas a nuestra querida Argentina, Frigerio (un pensador de la talla de Belgrano, Alberdi, Pellegrini, Bunge, Prebisch) sigue esperando ser desempolvado para terminar con las improductivas oscilaciones entre gobiernos salvajemente liberales –que se desentienden del rol inteligente que debe cumplir el Estado y de las urgencias de los indigentes, limitándose a la facilitación de negocios– y gobiernos cínicamente populistas –que sobornan a los pobres con migajas a cambio de hipotecar el futuro de sus hijos–.
El desarrollo sigue esperando a los argentinos. En el integracionismo de Frigerio-Frondizi está la clave.
“Sin Nación, sin la preservación de la particularidad y de la cultura nacional en la cual el hombre puede reconocerse a sí mismo, no hay realización humana plena. En una factoría puede haber una pequeña minoría de apátridas prósperos junto a la masa de explotados, pero ni estos ni aquellos podrán realizarse cabalmente en esas condiciones” (1983, Economía política y política económica nacional)
Para ser Nación, hay que querer ser Nación.
*Autor de Frigerio, el ideólogo de Frondizi, 2013, AZ.