—Ambos estamos podridos.
—Sólo que tú lo estás un poco más. Adiós, nena. (se disparan mutuamente)
Fred MacMurray y Barbara Stanwyck en ‘Pacto de Sangre’ (1944), dirigida por Billy Wilder, con guión de Raymond Chandler.
Una de las promesas de Danyel Angel Easy en su primera campaña se simbolizaba con la imagen del pasaporte. Sus votantes deberían tenerlo en fecha para viajar por el mundo, codearse con la elite de la región y el mismísimo Olimpo europeo, en busca de esas copas de gloria internacional con las que Boca, el futuro Defensores de Macri, adornaría su museo. Para conseguir más poder para el poder, gastaría una fortuna, dos, o tres, lo necesario.
Lo del pasaporte sigue vigente, y no solo para los hinchas que lo votaron no una, sino dos veces. El país empuja, pero no exactamente hacia los emprendimientos productivos. Ay.
Hinchas de otros clubes, hombres y mujeres que creen que la pelota rebota porque tiene un conejito adentro, científicos jóvenes sin futuro; industriales que repiten la historia de sus padres y piensan en liquidar todo y dedicarse a la vida de contemplación antes que a los ataques de pánico, de nervios o de corazón; gente del arte, periodistas (los que aún lo sean), empleados, empleadores, despedidores hartos, gente de campo sin pool de siembra, todos revisan su documento y repiten el viejo chiste, siempre a mano: “La única salida es Ezeiza”.
Los críticos de fútbol, como el Gobierno y su equipo económico a control remoto, corren detrás del resultado, con suerte diversa. El técnico, Willy The Twin, nunca se llevó bien con Tevez. No lo quería y solo toleró su llegada por la insistencia de Angel Easy, que lo necesitaba para asegurarse su reelección. Cuando huyó a China, suspiró aliviado. Su regreso, como si nada, lo enfureció.
Entonces comenzó una lenta tarea de desgaste y ninguneo. Lo mandó al banco, lo hizo jugar un ratito, lo dejó afuera del banco. Instalado como suplente y sin chistar, por ahora, en Paraguay entró y la metió. El grito fue de final del mundo. One Choppe no jugó por una vieja deuda, qué otra cosa. Todavía debe ¡medio partido! de cuando jugaba en Huracán. ¡No quisieron arriesgarse a una conmeboleada!
Willy The Twin y Tevez no tienen diálogo, cosa que suele agravarse cuando las cosas no salen. Solo se han reunido para establecer pautas de coexistencia pacífica, esos acuerdos bienintencionados que suelen terminar a las piñas. No es grave, mientras ganen.
Las cosas están igual de mal entre la banda de Markos Peñabrón & sus dos Sub, también llamados románticamente por the president McCree: “Son mis ojos”, y el ministro Dujoven con su ala de ajustadores ortodoxos, todos edípicos de Christine LaGrand, la madama. Toto Caput, el cuevero chic, insultado en un restaurante paquete, demostró no conocer la regla de oro de técnicos y jugadores que vienen de perder un clásico, mal: “Ese día guardate, no seas gil, no salgas”. En fin, demasiada Champions. Acá es otra cosa.
Boca tiene a dos que hacen lo mismo. Tevez y Zárate juegan de atrás, todo un arte, al que dieron en llamar “Falso 9”. Por ahora, ambos players de ego inflamado, no han causado problemas. Veremos. Delante de ellos, volvió Benedicto, que compite con One Choppe, el amigo de Carlitos, depuesto de su mote de “Jugador del pueblo” por el único con fueros respetables como para hacerlo: Diego Maradona.
Maradona dice que un jugador del pueblo no puede ser macrista. De todos modos, la feroz interna con Willy The Twin se cuece en esa misma salsa pro. El técnico es comensal invitado a la Rosada y es (o era) el preferido de Angel Easy.
Carlitos, además de ser guía de turismo en Fuerte Apache para que Susana Giménez concrete su sueño de hacer turismo aventura en zonas peligrosas, es un socio político del operador judicial nunca asumido del president McCree. Linda ensalada verde, que te quiero verde, verde viento, verde dólar.
El equipo juega mal, la defensa cambia de nombres pero sigue siendo como las metas de inflación, una metáfora absurda. Volvió Gago, el notario, capaz de dar fe con su primer pase y llevar al orgasmo a un amplio sector de la crítica. El medio mejoró, tan acostumbrado al vértigo estilo “¡Dame la mochila!” de Nández, Barrios y Pérez.
Pavón finalmente no se fue a Europa después del Mundial, y juega como para quedarse un tiempito más. Villa es muy rápido: puede triunfar en un pif o irse en un paf. Benedicto hará goles si está bien y recupera su fatal pique corto en el área, y One Choppe competirá por el puesto con su estilo todo corazón y lomo (uy, el lomo… ¿Se acuerdan del bife de lomo? ¡Qué bien estábamos cuando estábamos mal!).
Racing fue humillado por River y quedó afuera de la Libertadores, ese sueño imposible. Pensar que si tuviesen un delegado pillo como los vecinos hubiesen ganado también 3-0 con esos goles virtuales tan de época, y hubiesen definido por penales. No se les dio. Es lo justo. Pasó el mejor en la cancha.
Centurión se mandó otra chiquilinada. Dibujarse la franja de Boca con la mano sobre la de Racing para provocar al gallinero es aún peor que su múltiple debilidad adictiva. Porque se trata de códigos futboleros que conoce, que son parte de su vida en Villa Luján.
A quien se desespere por insultarlo con espuma en la boca, como a Kretina en la placita vintage, lo invito a ver en YouTube el video En la Rivera, filmado en 2005 por Bersuit Bergarabat en su barrio natal, todo miseria y marginalidad. Como para saber de qué hablamos cuando hablamos de Ricardo Centurión.
Por cierto, la entrada popular, la más barata de la Superliga, costará 400 pesos. Unos 10 dólares. ¿Qué son 10 dólares para asegurarnos la pasión in situ? Un tocazo.
A ver si alguna vez ponemos ese sentimiento inexplicable del lado del corazón y los justos, compatriotas, y salimos para “Atacar el espíritu público”, pura pasión por la vida, como bien aconsejaba el loco Antonin Artaud, qué jugador.