Como suele suceder cuando aparece (o está cerca de ser publicada) una nueva obra literaria de autor famoso, cuando se viene un estreno teatral, o un lanzamiento cinematográfico, o un espectáculo de cualquier disciplina, o una novedosa acción política, los medios parecen clonados, gemelos a la hora de difundir estas buenas y malas nuevas con un formato de unanimidad a veces insufrible. De vez en cuando, sin embargo, vale la pena seguir estos avatares calcados porque lo amerita la perspectiva de un acontecimiento gratificante, cual puede ser –éste, el caso de la nueva novela del semiólogo Umberto Eco, aún no publicada en la Argentina. En Número cero (Penguin Random House) el autor de El péndulo de Foucault mete el cuchillo hasta el hueso en lo que llama “el fango” de los medios y ciertas prácticas de los periodistas. Un tema que ya ha sido tratado no pocas veces en esta columna e invita a profundizar en uno de los ítems que mayor atractivo ofrece en la flamante obra de Eco: el papel de internet como fuente de información o deformación, y la poca importancia que se da en los medios gráficos contemporáneos al nuevo fenómeno, sus aciertos y sus graves distorsiones. “Una de las primeras cosas que habría que enseñar a los niños es cómo filtrar noticias en internet, a distinguir las verdaderas de las falsas”, dijo el escritor piamontés en una de las tantas entrevistas que le realizaron últimamente (ésta, de Darío Prieto en El Mundo de Madrid). Y fue más allá: “Un ejercicio podría ser elegir un argumento y buscarlo en diez sitios distintos. Haciendo una comparación se podría crear un sentido crítico”. Hace ya veinte años que Eco viene advirtiendo sobre los riesgos de creer todo o casi todo cuanto entrega internet por vía de portales de información, blogs, redes sociales (Facebook, Twitter, en particular) y aún la inmediatez y costo nulo de Whatsapp.
“Internet no es una fuente confiable” es una frase que he repetido hasta la exageración para discípulos y lectores. Sí puede serlo un espacio de internet que haya demostrado calidad informativa y mínimo error a lo largo del tiempo. El propio creador de Wikipedia, Jimmy Wales, dijo alguna vez que sus usuarios no deberían confiar en lo que la enciclopedia publica. Y señaló: “Tenemos una seria responsabilidad con las biografías, pero todos estamos de acuerdo en que es vergonzoso el vandalismo en Wikipedia”.
La semana pasada, varios hechos (citaré sólo dos) dieron justificación a los dichos de Wales y a las inquietudes de Eco:
◆ La biografía en Wikipedia del precandidato macrista a jefe de gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, fue hackeada y se le incorporó información sesgada sobre algunos procesos judiciales que lo involucran. Esto se viralizó en otros espacios y poco menos que dejó al funcionario (que habrá de dar cuenta de esas acciones en la Justicia) poco menos que en el cadalso.
◆ El trágico ataque de militantes del grupo yihadista Harakat al-Shabaab al-Mujahideen (simplificado como Al-Shabaab) en Kenya –casi 150 muertos en una acción con detalles pavorosos– originó gran confusión informativa entre el origen, conducción y praxis de esa organización somalí y sus vínculos con la célula de Al Qaeda que opera en Kenya, poniendo aquella poco menos que en grado de subordinación a ésta. Si bien tienen vínculos, no han operado de manera conjunta y son autónomas aunque compartan el mismo objetivo de llevar la guerra santa a donde fuere. Ayer, en cierta forma, PERFIL cayó en esa suerte de trampa comunicacional en la bajada de título de la página 40. Este diario calificó a Al-Shabaab (al que llamó “los shebab) como “milicia somalí afiliada a Al Qaeda”, lo que implica un error de apreciación.
¿Qué tuvo que ver la web en esto? Mucho: la agencia que envió la noticia prefirió simplificar (mal típico en internet) que profundizar (tarea cada vez menos ejercitada por el periodismo, aquí y en el resto del mundo.
No extraña que esto esté ocurriendo. Los fundamentalistas –del signo que sea– han cambiado de manera radical las formas de comunicación de sus pretensiones y actos de guerra. Han elegido internet como vehículo comunicacional principal, como bien lo señalaba ayer Rubén Ríos (página 53, Cultura) al comentar el nuevo libro de Slavoj Žižek: “Los yihadistas de Estado Islámico (N. de R.: y por extensión las muchas organizaciones afines) no son ‘medievales’ como se pretende, sino producto de la modernidad (utilizan internet como medio de propaganda, desplazan sus recursos financieros en las redes del capitalismo globalizado, etc.)”.
Y aprovechan, claro, cierta ingenua, acrítica, actitud de periodistas y medios.
Cierro con Eco: “No estoy seguro de que internet haya mejorado el periodismo, porque es más fácil encontrar mentiras en internet que en una agencia como Reuters”.