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PANORAMA INTERNACIONAL

Irak se decide en EE.UU.

En noviembre Bush enfrentará una crucial elección legislativa, cuyo resultado dependerá de su capacidad política para definir la agenda de los estadounidenses.

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El 8 de agosto de 2006 fue vencido en las primarias demócratas de Connecticut el senador Joseph Lieberman.
Lieberman es uno de los senadores más prestigiosos de Estados Unidos, reelegido con mayorías muchas veces superiores al 50% a lo largo de 18 años.

Es también una figura central del sistema político estadounidense, protagonista de medidas fundamentales de reforma, como la drástica revisión del sistema de seguridad social creado por Franklin Delano Roosevelt y Lyndon Johnson.

En la campaña de Connecticut, Lieberman fue apoyado por el ex presidente Bill Clinton, una de las figuras de mayor popularidad de EE.UU., en especial dentro de los demócratas, quien recorrió pueblos y ciudades del Estado en respaldo de quien fuera candidato a vicepresidente en la fórmula encabezaba por Al Gore en las elecciones de 2000.

Lieberman fue vencido por Ned Lamont, un hombre de negocios prácticamente desconocido en la vida pública, tanto estadual como nacional, que se impuso por una diferencia de cuatro puntos (52% vs. 48%).

Lamont triunfó por su nítido rechazo a la Guerra de Irak, mientras que Lieberman fue uno de los principales promotores de la decisión del Congreso que impulsó la invasión de 2003. Luego de la ocupación de Irak (marzo de 2003), y tras recorrer cuatro veces el país, el senador demócrata sostuvo que el nuevo gobierno iraquí se consolidaba y que la insurgencia comenzaba a ser derrotada por una combinación de medidas políticas y militares.

Al igual que el presidente George W. Bush, Lieberman cree que EE.UU. está en guerra desde el 11-S y que, en tal situación, la unidad nacional se impone.

Su derrota está vinculada, notoriamente, al desplome de la popularidad del presidente Bush, y al concomitante crecimiento del rechazo a la guerra en Irak.

El respaldo a Bush llegó a su piso histórico el 10 de junio de 2006, con sólo 33%, con un rechazo de más del 60%. Es el menor nivel de apoyo y el mayor de rechazo que experimenta un presidente norteamericano en tiempos de guerra en toda la historia de EE.UU.

En las semanas posteriores al 11-S, Bush obtuvo el mayor respaldo a un presidente en toda la historia estadounidense: 90%; y luego permaneció en un nivel nunca inferior al 60% durante 16 meses, el período más largo, de más alta popularidad, de un jefe de la Casa Blanca desde la Segunda Guerra Mundial.

La Guerra de Irak tiene harta a la opinión pública estadounidense, que la rechaza en forma mayoritaria: 58% se opone a la guerra y sólo 38% la respalda, con un porcentaje de indecisos inexistente (2%), según una encuesta de CNN del 2 de septiembre de 2006. Ya son más de 2.600 los soldados norteamericanos que han muerto en Irak, luego de la invasión de 2003.

El 54% cree que la Guerra de Irak incrementó el riesgo de un atentado terrorista en los Estados Unidos; y que incluso es “muy probable que haya un atentado en los próximos meses”.

La opinión pública norteamericana, en síntesis, rechaza la Guerra de Irak y al mismo tiempo estima que se intensifica el conflicto y crece la amenaza terrorista global.

Según el New York Times, más de la mitad de los norteamericanos piensan “frecuentemente” en el 11-S y en sus más de 3.000 víctimas, proporción que, en Washington y Nueva York, se eleva a 60%. También el 81% cree que tendrá que vivir siempre con la amenaza terrorista, y que es “muy probable” que se produzca un atentado catastrófico en los próximos meses.

El respaldo al presidente Bush aumentó 10 puntos en los últimos dos meses; pasó del 32% al 42%. En esa etapa, tuvo lugar la guerra entre Israel y Hezbollah (12 al 14 de agosto), y fue frustrada en Gran Bretaña la mayor operación terrorista desde el 11-S, que planeaba destruir en pleno vuelo 10 grandes aviones de línea cuyo destino era Estados Unidos.

La opinión pública estadounidense oscila entre dos percepciones: por un lado, la Guerra de Irak; por otro, la vigencia de las amenazas del conflicto global con el terrorismo. Las elecciones de medio término del primer martes de noviembre de este año amenazan convertirse en un referéndum sobre otra percepción. Si aparece en primer lugar la Guerra de Irak, Bush puede perderlo; si, por el contrario, el conflicto global con el terrorismo es prioritario, el “presidente de la guerra” puede perseverar.

La opinión pública es el último resorte de las decisiones del sistema político norteamericano; es más importante que el Congreso, la Casa Blanca o la Suprema Corte.

Dice Raymond Aron en La República Imperial que no hay división de poderes en Estados Unidos, sino tres poderes que luchan por imponer su decisión a los demás; y en el que todos, aun el más poderoso momentáneamente, cede ante la fuerza de la opinión pública.
“La guerra es una cuestión esencialmente política y sólo accesoriamente militar”, señala Napoleón. Y la política en Estados Unidos la determina la opinión pública. La Guerra de Irak se decide en Estados Unidos, en el mes de noviembre.