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Universo judicial

Jugando a los dados

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No todos. La Corte Suprema decidió crear una Secretaría Penal. | CIJ

Cuando se señalan críticas al trabajo que realiza el Poder Judicial, una parte considerable de sus integrantes suele esgrimir –para hacerle frente a esas reprobaciones– el incombustible precepto de la independencia judicial. Ésta última ha sido definida, ha sido estudiada, ha sido ponderada y ha sido estigmatizada. No obstante, sigue teniendo algún tipo de vigencia. Una acepción posible de independencia judicial se relaciona con la capacidad que poseen los distintos tribunales de hacer efectiva la legislación, sin que interfieran en esto los Poderes Legislativo y Ejecutivo.

Ahora bien, ¿cómo analizar la situación actual de la Corte Suprema de Justicia si las disputas no se dan entre el Poder Judicial y factores externos al mismo, sino entre actores relevantes que forman parte de la propia administración de justicia? Es decir, ¿cómo abordar, en este contexto, un enfrentamiento interno que está más ligado a la soberanía judicial, que a su tradicional independencia?

Hagamos un breve repaso de los últimos sucesos: el viernes 17 de mayo la Corte Suprema decidió crear una Secretaría Penal Especial en la que todos sus miembros estuvieron de acuerdo, excepto Ricardo Lorenzetti. En su voto disidente, este último utilizó muy duros argumentos contra sus colegas del tribunal, afirmando entre otras cuestiones que “no hay ninguna justificación para crear una nueva (Secretaría Penal Especial), excepto la de designar un nuevo secretario, con un altísimo costo y sin concurso alguno”, yendo más lejos incluso cuando alegó que el verdadero propósito de la acordada es el “vaciamiento de la actividad del secretario actual, sin fundamento alguno”, para que de ese modo “los casos penales importantes queden bajo la gestión de un secretario que responda a directivas que no se publican”.  

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Por su parte, Horacio Rosatti, Juan Carlos Maqueda y Carlos Rosenkrantz le respondieron a Lorenzetti en términos también severos: “El presunto vaciamiento (del trabajo del actual secretario penal, denunciado por Lorenzetti) no es tal. Para ello basta con observar que se le ha asignado el tratamiento de las causas sobre delitos de lesa humanidad”.  

Esta acotada enumeración de argumentos y réplicas expresadas por las máximas autoridades del Poder Judicial no sólo abre diferentes interrogantes de cara al futuro, sino que nos invita a pensar cómo dirimen sus conflictos quienes, por excelencia, deberían guardar las formas. Dicho de otro modo, ¿cuáles son las reglas que respetan los ministros de la Corte cuando dan la sensación de no estar respetando ninguna regla? Lograr identificar esto último, es de primera magnitud, puesto que la ruptura de las convenciones sin que otras convenciones las suplanten puede dar lugar a una inestabilidad creciente, a una mayor volatilidad, en una institución que, en palabras del mencionado Lorenzetti, necesita ser austera, concursar los cargos, respetar el mérito y evitar el nepotismo.

Se le atribuye a Albert Einstein la ingeniosa expresión “Dios no juega a los dados con el universo”. Si nos detenemos en las confrontaciones intestinas del máximo tribunal de nuestro país, podríamos invertir el planteo del físico alemán y sostener que Dios parece estar jugando a los dados con el universo judicial sin tener previsto un desenlace pacífico. Por lo tanto, habrá que ver qué terminan haciendo los representantes supremos de este tan convulsionado universo en su disputa actual por la soberanía judicial.  

*Investigador del Conicet.