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Justicia con viejas mañas

El jefe de los espías argentinos, Gustavo Arribas, sorprendió con llamados a los jueces federales.

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afi. El jefe de los espías se vio con jueces. | cedoc

El jefe de los espías argentinos, Gustavo Arribas, sorprendió con llamados a los jueces federales. Los invitó por separado a comer, a dialogar, los interpeló con preguntas específicas sobre investigaciones en trámite. Con “El Tano” Daniel Angelici corrido de la primera línea de la cirugía judicial por acuerdo con su amigo Mauricio Macri, el empresario Arribas se despachó en las veladas con la autoconfianza que lo caracteriza y el aval de la familiaridad presidencial.

Pero los jueces federales ya le perdieron el miedo al Gobierno y descubrieron que, a diferencia de otros tiempos, pueden autogobernarse a su antojo. De todas formas, la autonomía estuvo lejos de alejarlos de sus viejas mañas, como lo demuestran los catastróficos números que dio a conocer la auditoría del Consejo de la Magistratura con dos mil causas de corrupción abiertas y un puñado de condenas.

El macrismo se dio cuenta tarde que la familia judicial había copado los juzgados vacantes a lo largo del último año, en San Martín, en la Ciudad de Buenos Aires, en cada silla judicial que se desocupa. Angelici dio sus guiños, porque favorecen sus propias amistades. Pero el resto del Gobierno se conformó con interpretar que al menos los nuevos jueces eran de una familia diferente, en otras palabras, que eran ajenos a la red que controlaban Javier Fernández y Darío Richarte en el apogeo del poder kirchnerista en Tribunales. Si realmente creen que es una familia nueva, deberían revisar el banco genético donde comparan el ADN. El nuevo juez de Morón, por ejemplo, se llama Martín Ramos. Es el hermano de Sebastián Ramos, titular del juzgado federal Nº 2, todo menos un outsider familiar, y además quien estampó la firma en el sobreseimiento de Néstor Kirchner frente a la denuncia de enriquecimiento ilícito.

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Pedro Tomás Viale, más conocido como “El Lauchón”, informante de operaciones de narcotráfico de Antonio Stiuso, fue acribillado a balazos en su casa en julio de 2013. Fue el capítulo más sangriento de la crisis que terminaría con Stiuso exiliado. Y la expresión del enfrentamiento entre la Bonaerense y un sector de la Secretaría de Inteligencia. El juez a cargo del operativo que sirvió como vehículo para la muerte de “El Lauchón” era Juan Manuel Culotta, principal candidato ahora del macrismo a ocupar el estratégico juzgado federal electoral de La Plata. Frente a los cuestionamientos que recibió Culotta, el candidato muestra entre sus méritos que compartió con el presidente Mauricio Macri las instalaciones del colegio Cardenal Newman. Extraña expresión de la renovación de la Justicia.