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BRUJOS, TRABAJO SUCIO, APORTE DE FALSO 9, MALOS JUECES, ¡LLUEVEN ESCRITORIOS!

Justicia las pelotas

Jorge Battista, jefe del Departamento Médico de Boca (el Defensores de Macri de Angel Easy), parecía más indignado por una superstición folclórica que por la humillante derrota 2-0 con los chicos de Estudiantes de La Plata, que demostraron bastante más frescura física que los suyos.

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Impune. Zuculini no estaba habilitado y jugó, pero a River no lo sancionaron. | cedoc

“Todos se esfuerzan por llegar a la ley –dice el hombre–; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?”. El guardián comprende que el hombre va a morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice al oído con voz atronadora: “Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora cerraré”.

Franz Kafka (1883-1924); de su cuento “Ante la ley” (1915).

 

Jorge Battista, jefe del Departamento Médico de Boca (el Defensores de Macri de Angel Easy), parecía más indignado por una superstición folclórica que por la humillante derrota 2-0 con los chicos de Estudiantes de La Plata, que demostraron bastante más frescura física que los suyos. Una caída que significó el fin de una larga estadía en el Olimpo de la Superliga nativa.

El folk star oficial es El brujo Manuel, un asesor espiritual de virtudes infalibles, cuentan en La Plata. Formado en la ciencia, Battista bramó en Instagram: “Pensar que, a veces, los árbitros expulsan a un médico, un kinesiólogo o un ayudante técnico del banco de suplentes… ¡Y para esta gente sí hay pechera oficial! Tremendo. Eso marca la decadencia del fútbol argentino. No es la primera vez que ocurre. ¡Tristísimo!”.

No lo es. Recuerdo el desopilante episodio policial con la virgencita de Guadalupe, entronizada desde 2002 en el estadio de Colón, que sacudió al ambiente en abril de 2011. Esta columna registró los hechos con el título “La virgen desaparece”.

Harto de la mala suerte, el plantel decidió que la culpa la tenía “ella”, así que la raptaron y la llevaron a un picadero. El escándalo con la Iglesia fue mayúsculo. Garcé, el capitán, y sus compañeros, ponían cara de “yo no fui”. Era muy gracioso. Final forzado y feliz: nueva estatuilla de la virgen, perdón divino.

El brujo Manuel no fue a Rusia y así nos fue. Creer o reventar. ¿Hubiese iluminado a Messi? ¿Le hubiese dado más talento y/o dignidad al electro tatuado Saint Paoli? ¿Debió recurrir el entonces ministro de Finanzas Toto Caputo, a su luz, para evitar que en enero la gente de Wall Street que financiaba nuestro curioso modelo económico basado en la llegada del Godot Investments le cortara el chorro sin piedad después de dos años de fuga y canilla libre? Tal vez.

Si no hay confianza, que haya fe; y un poquito de circo, también. Tener fe en el Altísimo (no en Esteban Bullrich) y en la próxima cosecha. Todo ayuda si se trata de metafísica y libertad de mercado.

River incorporó un arquero que enfrió el área y bajó el consumo de goles en contra. Armani rompió el récord de valla invicta de Amadeo y entró en la historia, cosa que también logrará este equipo económico, aunque no por lo que ellos desearían.

Además, gastó una fortuna por Pratto, goleador módico, hábil pese a su físico rotundo, ideal para el trabajo sucio en el área. ¿Una fortuna por un experto en trabajo sucio? Mmm… Me suena. Es un oficio que retorna desde lo profundo de la historia.

Ojo, también se puede jugar con falso 9. Lo hizo Messi en el Barça y le salió perfecto, porque es Messi. Antes lo había hecho García Cambón, en su debut en un superclásico con 4 goles a River en 1974. Lo repitió Veglio, con Mastrángelo y Felman como alas, en aquel Boca campeón del Toto Lorenzo.

Lo hicieron, también, miles de pobres y candidatos de Cambiemos que figuran como aportantes de campaña, pero no: jugaron de falsos 9, definieron el partido bonaerense, y ni sabían. ¡Qué jugadores! Lo decía el Toto, que también anotaba todo en cuadernos Gloria, o Rivadavia: “El fútbol es para vivos”.

Por eso suena inadmisible que, tratándose de dirigentes que pretendan competir en la elite mundial, sus instituciones sean tan perezosas a la hora de cumplir con la ley.

Salvo la simpática distracción de River, que le moja la orejita a Racing y enfurece al Santos, eso no pasa con ningún club de la patria; tan acostumbrados a la rigurosa Justicia nacional, siempre respetuosa del Estado de derecho, la presunción de inocencia, el trato igualitario ante la ley, el manejo discrecional de la prisión preventiva, el no encarcelar o liberar porque sí: “Te damos la sortija, cantás y te vas, o quedás a la sombra”. Eso no pasa acá. Sería una verdadera catástrofe si sucediera, ¡que Dios no lo permita!

El Temuco chileno, en competencia por Copa Sudamericana, hizo jugar a Jonathan Requena, ya inscripto por Defensa y Justicia en el mismo torneo. Ops. San Lorenzo protestó a la Conmebol y el 1-2 real cambió a un 3-0 reglamentario. Pese a perder 0-1 en la revancha en Chile, el equipo clasificó ¡con dos derrotas! Re snob.

Lo mismo pasó con Santos, que empató 0-0 con Independiente en Avellaneda, pero con Carlos Sánchez como titular. ¡Peccato mortale! El uruguayo debe una fecha de suspensión por una expulsión en 2015, jugando en River contra Huracán. Protesta formal: sale otro 3-0 virtual con papas. ¡Castigo a los infieles!

Zuculini, hoy en River, jugó pese a deber dos fechas por otra expulsión vintage, de 2013, en Racing y contra Lanús. Sin embargo, los Millonarios no tendrán sanción. ¿Oia? ¡Pura lógica de época!

El viscoso ambiente del fútbol lo llama “ganar en el escritorio”, una indignidad que enfurecía a Iulius XXXV, el papa de Viamonte, que sin embargo era experto en otras altas gestiones de escritorio. Como la autopista que creó para que la Selección llegara sin riesgo a las semifinales del Mundial de Brasil. Todo un estilo.

River fragoteó, pero San Lorenzo e Independiente se ajustaron a derecho y ganaron. ¿No suena… increíble, compatriotas?

Un exotismo en estos tiempos de crisis e involuntarios homenajes al Titanes de Karadagián; los buenos, los malos, el juez William Boo Nadío, el peor de todos, gordo hábil para el show que divertía a unos e indignaba a otros, cuando éramos chicos, comíamos flan, tan puros o inocentes, y tomábamos partido, decía Celaya, partido hasta mancharnos.