COLUMNISTAS
la guerra en afganistan

Kabul, Helmand y después

La Operación Moshtarak fue la ofensiva más grande de la OTAN desde 2001. Pero los talibanes no retroceden. El comercio del opio y las muertes de civiles afganos.

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Kabul, capital y ciudad más grande del Estado Islámico de Transición de Afganistán; sede de su gobierno. El pasado 13 de febrero se desató la ofensiva en Marjah contra los talibanes. Se la denominó Operación Moshtarak (“Juntos”, en lengua dari). El progreso fue más lento que lo calculado. Las tropas regulares afganas no ofrecen la suficiente confianza como para cederles los espacios reconquistados. Los soldados locales se retrasan incontables horas mientras que los marines los esperan, impacientes.
¿Kabul ordena lo que no debe ordenar o el material humano no cumple con lo que debería cumplir? Las muertes civiles que minan la confianza en la OTAN son atribuidas por los jefes militares norteamericanos a los errores que según ellos podría evitar el contingente afgano en caso de ser disciplinado. En el trabajo de separar a la población civil de los talibanes para evitar que mueran inocentes, las tropas invasoras invierten un tiempo precioso y reclaman más actitud por parte de la tropa nativa. La campaña se prevé larga y cruenta.
El 25 de febrero funcionarios afganos izaron la bandera nacional en Marjah, como emblema de triunfo sobre la insurgencia. Según la agencia informativa Pajhwork Afghan News (PAN), luego de la ceremonia patriótica y de que de un líder tribal leyera unos versos del Corán, el gobernador de la provincia Gulab Mangal afirmó que “a partir de hoy habrá seguridad, trabajo y gobierno en Marjah”, y nombró como jefe comunal a Abdul Zahir Aryan, quien tras prestar juramento ante el libro sagrado del islam se comprometió a atender las necesidades de la población.
El general David Petraeus, jefe del Mando Central de Estados Unidos (Centcom) y comandante de la fuerza multinacional en suelo iraquí desde febrero de 2007 hasta el 16 de septiembre de 2008, ha prometido mucha faena en Afganistán. Acaba de declarar que la operación insumirá entre 12 y 18 meses de campaña. Acaso ésta sea la última oportunidad para estabilizar relativamente a un gobierno civil en el país y de sofocar cualquier zarpazo de Al Qaeda. A continuación, será imprescindible colaborar con Afganistán en ofrecer a su población respuesta frente a sus carencias más elementales: luz eléctrica, agua corriente, escuelas, hospitales, carreteras asfaltadas.
Helmand (centro de la región que es la mayor productora de amapolas de opio del mundo, responsable del 42% del total global afgano). La ciudad de Marjah, localidad de 80 mil habitantes sobre la que se desató el asalto de febrero, está situada en la provincia de Helmand, bastión principal del Talibán. A orillas del río Helmand vive la mayoría del millón y medio de habitantes que tiene la provincia, el 92% pastunes, etnia de la que surgieron los talibanes. El comercio del opio constituye una fuente de ingresos vital para la insurgencia islamista; diversas fuentes afirman que Helmand le provee 200 mil dólares mensuales.
La Operación Moshtarak es la más importante conjunción de tropas norteamericanas, de la OTAN y afganas de la historia. Afganistán es un traje a medida para la guerra de guerrillas. Un laberinto de montañas que afianza las identidades locales y complica la tarea de una fuerza militar extranjera. Lo escuálido de los ingresos fiscales dificulta la entronización de un gobierno civil creíble. Kamran Bokhari, Peter Zeihan y Nathan Hughes sostienen que el tiempo siempre está a favor de la guerrilla si la fuerza regular no es nacional sino extranjera.

La estrategia de ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad) consiste tanto en tener éxitos bélicos cuanto en modificar los parámetros mismos del país, de modo de poder retirarse cuando Al Qaeda esté desmantelada como peligro real. Esta visión pone el foco tanto en las armas como en la política, que a fin de cuentas, aunque no se la vea –como las estrellas en las noches nubladas–, siempre está.
El 22 de febrero se supo que un bombardeo de las fuerzas de la OTAN en la provincia de Uruzgan había matado a 27 civiles, entre los cuales había cuatro mujeres y un niño, al confundirlos con insurgentes en momentos en que se acercaban en tres minibuses a una unidad conjunta de la OTAN y el ejército afgano. El presidente afgano, Hamid Karzai, nacido en 1957, calificó el suceso como “injustificable” y condenó el ataque “en los términos más enérgicos posibles”. El 14 de febrero fueron 12 las personas que murieron en lo que la OTAN calificó como un “error”.
El episodio más luctuoso se produjo en septiembre pasado en Kunduz (norte del país), cuando un ataque aéreo de la OTAN –bajo mando alemán–, mató a noventa personas, entre las que se encontraban civiles, en plena campaña electoral alemana. Pocas horas después del mortífero bombardeo nocturno de dos camiones con gasolina varados en el lecho de un río, el por entonces ministro de Defensa, Franz Josef Jung, afirmó que sólo habían muerto talibanes, a pesar de disponer de un video y de documentos escritos que probaban la muerte de civiles. Fue cesado en noviembre de 2009 por Angela Merkel, quien casi inmediatamente después de la tragedia obtuvo las cabezas del jefe de Estado Mayor alemán, Wolfgang Schnederhan, y del viceministro de Defensa, Peter Wichert, “a petición propia”. La guerra es rechazada por casi tres de cada cuatro alemanes aunque apoyada por cuatro de las cinco fuerzas políticas presentes en el Bundestag (Parlamento Nacional de Alemania).
El 23 de febrero, el gobierno holandés tuvo que convocar a elecciones generales anticipadas para el 9 de junio, después de que la coalición de centroizquierda en el poder (democristianos, calvinistas y laboristas) se hiciese astillas y el primer ministro –el democristiano Jan Peter Balkenende– dimitiese el último fin de semana por sus discrepancias en torno a la permanencia o no de las tropas holandesas en Afganistán. No pudieron disuadirlos ni siquiera los ascensos de los partidos radicales, con el líder populista de derecha Geert Wilders (contrario a la inmigración y al islam) de un lado, y los socialistas radicales del otro. Según encuestas, el 66% de los holandeses apoya la retirada de las tropas para finales de 2010.
¿Después? (Adverbio de tiempo y lugar que significa posterioridad en el tiempo o en el espacio, cuando se expresa de un modo absoluto.) Lo de siempre: la inequitativa distribución de la responsabilidad y de las consecuencias, de la sangre civil y de la militar, de razón y victoria y de injusticia y derrota, substancias con las que trabaja la historia.

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